Seguidores

miércoles, 25 de octubre de 2017

Nomenclátor de calles de Barcelona: escritores en lengua castellana

A título de curiosidad, estos son, ordenados alfabéticamente, los escritores en lengua castellana a los que la ciudad de Barcelona ha honrado dedicándoles una calle, una plaza, un paseo o un jardín:

Alarcón (Pedro Antonio de Alarcón, Guadix, Granada, 1833-Madrid, 1891, autor de El sombrero de tres picos)
Alfons el Savi (Alfonso X el Sabio, Toledo, 1221-Sevilla, 1284)
Álvaro Cunqueiro (Mondoñedo, Lugo, 1911-Vigo, 1981, que escribió en gallego y en castellano)
Antonio Machado (Sevilla, 1875-Colliure, Francia, 1939)
dels Argensola (de los Argensola, en referencia a los hermanos Bartolomé Leonardo y Lupercio Leonardo de Argensola, poetas los dos y nacidos en Barbastro en 1562 y 1559 respectivamente; Bartolomé falleció en Zaragoza en 1631, y Lupercio en Nápoles en 1613)
Baltasar Gracián (Belmonte, hoy Belmonte de Gracián, Zaragoza, 1601-Tarazona, Zaragoza, 1658)
Bretón de los Herreros (Quel, La Rioja, 1796-Madrid, 1873, poeta y dramaturgo)
Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681; de esta misma calle sale otra que lleva por nombre Alcalde de Zalamea, en homenaje al protagonista de la obra homónima)
Campoamor (Ramón de Campoamor, Navia, Asturias, 1817-Madrid, 1901)
Cervantes (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616; también un passeig de Don Quixot, paseo de Don Quijote)
César Vallejo (Santiago de Chuco, Perú, 1892-París, 1938)
Clara Campoamor (Madrid, 1888-Lausana, Suiza,1972, escritora y defensora de los derechos de la mujer)
Comtessa de Pardo Bazán (Emilia Pardo Bazán, La Coruña, 1851-Madrid, 1921)
Concepción Arenal (Ferrol, 1820-Vigo, 1893, pionera del feminismo español)
Ercilla (Madrid, 1533-Ocaña, Toledo, 1594, autor del poema épico La Araucana)
Espronceda (Almendralejo, Badajoz, 1808-Madrid, 1842)
Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada, 1898-Granada, 1936; y una calle además en recuerdo de Mariana Pineda, ejecutada en 1831 por bordar una bandera constitucional y que inspiró una de las obras teatrales del poeta)
Fernán Caballero (seudónimo de Cecilia Böhl de Faber, Morges, Suiza, 1796-Sevilla, 1877, autora de novelas costumbristas como La Gaviota)
Francisco Giner (Ronda, Málaga, 1839-Madrid, 1915, filósofo, pedagogo y ensayista, impulsor de la Institución Libre de Enseñanza)
Gabriel Miró (Alicante, 1879-Madrid, 1930)
Gabriel y Galán (Frades de la Sierra, Salamanca, 1870-Guijo de Granadilla, Cáceres, 1905, poeta de inspiración campesina que gozó de gran popularidad)
Gabriela Mistral (Vicuña, Chile, 1889-Nueva York, 1957, premio Nobel en 1945)
Garcilaso (Garcilaso de la Vega, Toledo, 1501-Niza, Francia, 1536)
Góngora (Luis de Góngora, Córdoba, 1561-Córdoba, 1627)
Gustavo Bécquer (Gustavo Adolfo Bécquer, Sevilla, 1836-Madrid, 1870)
Hartzenbusch (Madrid, 1806-Madrid, 1880, autor de la celebérrima y romántica Los amantes de Teruel)
Iriarte (Tomás de Iriarte, célebre fabulista, Puerto de la Cruz, Tenerife, 1750-Madrid, 1791)
Jacinto Benavente (Madrid, 1866-Madrid, 1954)
Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-Barcelona, 1990)
Jorge Manrique (Paredes de Nava, Palencia, hacia 1440-Cuenca, 1479, autor de las Coplas a la muerte de su padre)
Jovellanos (Gaspar Melchor de Jovellanos, Gijón, 1744-Puerto de Vega, Asturias, 1811)
Juan de Mena (Córdoba, 1411-Torrelaguna, Madrid, 1456, poeta y autor del Laberinto de Fortuna)
Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1881-San Juan, Puerto Rico, 1958)
Juan Valera (Cabra, Córdoba, 1824-Madrid, 1905, autor de Pepita Jiménez)
Leopoldo Alas (más conocido por su seudónimo Clarín, Zamora, 1852-Oviedo, 1901)
Lope de Vega (Madrid, 1562-Madrid, 1635)
Marqués de Santillana (Carrión de los Condes, Palencia, 1398-Guadalajara, 1458, conocido sobre todo por sus serranillas)
Martínez de la Rosa (Granada, 1787-Madrid, 1862, poeta y dramaturgo)
Menéndez y Pelayo (Santander, 1856-Santander, 1912; el famoso polígrafo montañés da también nombre a uno de los institutos de más solera y tradición de la ciudad)
Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864-Salamanca, 1936)
Miguel Hernández (Orihuela, Alicante, 1910-Alicante, 1942)
Moratín (Leandro Fernández de Moratín, Madrid, 1760-París, 1828)
Pablo Neruda (Parral, Chile, 1904-Santiago de Chile, 1973)
Jardins de Pedro Muñoz Seca (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1879-Paracuellos de Jarama, Madrid, 1936, dramaturgo)
Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920)
Poeta Boscà (Juan Boscán, Barcelona, 1490-Barcelona, 1542, amigo de Garcilaso de la Vega; también un reconocido instituto lleva su nombre)
Poeta Eduardo Marquina (Barcelona,1879-Nueva York, 1946, dramaturgo además de poeta)
Quevedo (Francisco de Quevedo, Madrid, 1580-Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645)
Ramiro de Maeztu (Vitoria, 1874-Madrid, 1936, ensayista)
Rosalía de Castro (Santiago de Compostela, 1837-Padrón, La Coruña, 1885)
Ros de Olano (Caracas, Venezuela, 1808-Madrid, 1886, escritor romántico)
Rubén Darío (Metapa, hoy Ciudad Darío, Nicaragua, 1867-León, Nicaragua, 1916)
Samaniego (Félix María Samaniego, Laguardia, Álava, 1745-Laguardia, 1801, fabulista)
Santa Teresa (Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, Santa Teresa de Jesús, Ávila, 1515-Alba de Tormes, Salamanca, 1582)
Tirso de Molina (seudónimo de fray Gabriel Téllez, Madrid, 1579-Almazán, Soria, 1648)
Trueba (Antonio de Trueba, Galdames, Vizcaya, 1819-Bilbao, 1889, poeta y narrador costumbrista)
Vázquez de Mella (Cangas de Onís, Asturias, 1861-Madrid, 1928, escritor y filósofo, ideólogo del carlismo en la época de la Restauración)
Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939-Bangkok, Tailandia, 2003)


miércoles, 11 de octubre de 2017

De pies y manos

pie. 1 ¿Qué les habrá hecho el pie a los eruditos para que en los libros que escriben amontonen encima de él esos rimeros de notas de letra tan menuda? ¡Cómo va a leerlos nadie luego si de tanto como le pesan apenas puede dar un paso y cuesta Dios y ayuda pasar de página! 2 Por querer parecerse al original y primigenio, le ha tocado también ocupar el sitio de abajo y cargar con todo el peso, al pie de la montaña, al de la lámpara, al de los árboles y las plantas y al de las ilustraciones y fotografías. 3 Creer a pie juntillas, seguir al pie de la letra… o buscarle los tres pies al gato. 4 Andar a pie, que es lo más sano y lo más viejo, y aguantar a pie firme aunque alguien nos haya puesto a los de los caballos, y sortear a pie enjuto zozobras y peligros. 5 Mejor andar con los de plomo que estar en el de guerra. 6 Además de su recinto habitual, que son los calcetines y las medias, los pies se pueden sacar de las alforjas, del plato y del tiesto. 7 Malo el que los arrastra y el que se levanta con el izquierdo, el que tiene uno dentro y otro fuera, el que lo pierde, y malo asimismo el que no se tiene en él, el que no lo da con bola, el que se ve obligado a ponerlos en polvorosa (y gritar aquello de: "pies, ¿para qué os quiero?"), el que no sabe de cuál cojea y los que por no tener no tienen ni cabeza. Claro que es peor aún cuando uno lo tiene ya en el estribo o le sacan con ellos por delante. 

mano. 1 Dudaba entre poner la mano en el fuego o agarrarse a un clavo ardiendo. 2 Es la palabra a la que más espacio y atención dedica el diccionario. Y nada tiene de extraño: se valen también de ella los animales (muy en particular el elefante, al que le sirve de trompa) y puede encontrarse a cualquiera de los dos lados del que habla o trata de orientarse, en el mazo del mortero, en las paredes recién pintadas (una sola o más de una), en los juegos de azar… La mano es capaz de hacerse pasar por habilidad y tacto (con los niños, por ejemplo), por influencia y poder (verbigracia en una empresa), teniendo en esto ventaja la izquierda, particularmente si se trata de resolver con astucia situaciones difíciles. Ser la mano derecha de alguien reporta quizá más beneficios que ser mano de obra, y tenerla de santo para encontrar remedios eficaces cuando haya necesidad es aún mejor que tenerla, habitual y simplemente, buena. Varía mucho según sea el calificativo que se le aplique: mano blanda, mano diestra, mano dura, mano larga, mala mano, de primera o de segunda mano…; o, refiriéndose a las dos a la vez, manos libres, limpias, sucias o muertas. Del mismo modo es diferente si se va por ahí con ellas cruzadas, vacías, llenas, con una en el corazón o una sobre la otra, con una delante y otra detrás o con las dos en la cabeza. Y enumera con pormenor el diccionario las posibilidades que ofrece una sola, a saber: abrirla, alzarla o levantarla, apretarla, bajarla, cargarla y descargarla, darla y estrecharla, frotárselas uno mismo, meterla en algún sitio, pedirla en matrimonio, ponérsela encima a alguien o tendérsela, ponerla en el fuego o en el pecho… Y las dos a la par: llevárselas a la cabeza, no saber uno lo que se trae entre ellas o dónde las tiene, besárselas a alguien, pillarle con ellas en la masa… Si dejar a alguien de la mano no está bien, peor es encontrarle luego dejado de la de Dios, y acaso sea preferible que algo se nos vaya de las manos a que se lo quitemos a otro de las suyas. Y si nunca está bien que dos lleguen o vengan a las manos, más reprobable es untárselas a un tercero con ánimo de obtener secretos beneficios; y si se ve uno obligado a lavárselas, que sea en verdad porque no ve claro el asunto, no vaya a suceder que, por desentenderse y no querer saber nada, se las aten por la fuerza al inocente.