Esculturas
de Barcelona
Barcelona está sembrada de esculturas y estatuas urbanas,
reflejo acaso de la estima que la ciudad ha mostrado siempre por el arte. Desde
finales del siglo XIX y hasta la fecha, numerosos artistas de todas las
tendencias han erigido sus obras al aire libre en calles, plazas, parques y
jardines del paisaje barcelonés. De esta manera puede el paseante encontrarse
con alguna de ellas allí donde menos se lo espera.
Repartidas por todos los barrios, bien que desigualmente,
representan los más variados temas, y no son pocas las que hacen referencia al
lugar en que están ubicadas. En total, son unas trescientas cincuenta,
aproximadamente, y se llevan la palma los distritos de Ciutat Vella y
Sants-Montjuïc, muy por delante de los dos que cierran la lista, Nou Barris y
Sant Andreu.
La relación de temas es, como ya se ha dicho, muy variada:
acontecimientos históricos, personajes célebres (de todas las épocas y
profesiones: Alexander Fleming, Pompeu Fabra, Verdaguer, Charlot...), figuras
humanas (con predominio de las femeninas), conceptos o ideas universales
(Fraternidad, Cooperación, Maternidad...), actividades o profesiones (La agricultura
y la marina, La industria, El comercio...), animales (El dragón, La jirafa coqueta...),
objetos (como Els mistos, "Las cerillas") y hasta sentimientos
(Desconsuelo).
Y no podían faltar, claro está, las referidas a personajes o
motivos mitológicos y literarios, a propósito de los cuales ofrezco con más
detalle el siguiente itinerario por distritos: Blancanieves, Caperucita Roja,
Hércules, Rut (que espigaba por los campos bíblicos de Boaz) y La Colometa en
Gràcia; El carro de la Aurora, Neptuno y Las tres Gracias en Ciutat Vella;
Cupido, David y Goliat (también en Sant Martí) y Eco y Narciso en
Horta-Guinardó; Ofelia ahogada (la joven enamorada del príncipe Hamlet, de
trágico final) y La ben plantada (Eugeni d'Ors) en Sarrià-Sant Gervasi; Babieca
(el caballo del Cid) en Sants-Montjuïc... Y el Monumento al libro, de Joan
Brossa, en L'Eixample.
(La Razón, 11 de febrero de 2019)
Ocurrencias
La primera y más reciente, la del Gobierno de Aragón, que,
en el manual distribuido entre sus más de 50.000 funcionarios sobre el
"lenguaje inclusivo con perspectiva de género", considera que el
término "hombre" es machista, por lo que desaconseja su uso como
forma de aludir genéricamente a los humanos. Como alternativas, sugiere que sea
sustituido por "la persona", "el ser humano", "la
humanidad", "la población", "la gente" "el género
humano" o "la especie humana". Pero aún va más allá, pues las
connotaciones sexistas del susodicho vocablo son al parecer tan flagrantes que afectan
incluso a su significado como "persona de sexo masculino", razón por la cual recomienda reemplazarlo por
"varón", excepto en la expresión "las mujeres y los
hombres", que ahí sí se considera aceptable (y se supone que en ese
orden). La fiebre sexista ha debido de contagiar asimismo al genérico
"niño", que se ha de sustituir por "la/el infante",
"la criatura" o "la infancia". Y naturalmente, como
colectivo, los "profesores" de un colegio son "el cuerpo
docente" y los "presos" no son tales sino "la población
reclusa", pero esto es ya un viejo cantar.
La segunda, la de una organización animalista, que, según contaban
no hace mucho los periódicos, en su loable empeño por mejorar el trato y la
consideración de los animales, plantean acabar con el lenguaje que banaliza su
sufrimiento. Y así, trasladando al ámbito de la naturaleza la cantilena del
lenguaje políticamente correcto, han hecho público un listado con una serie de
expresiones, a su entender equiparables al lenguaje racista y homofóbico, que deben
evitarse: agarrar el toro por los cuernos, matar dos pájaros de un tiro, ser un
conejillo de Indias... No solo eso, sino que, predicando con el ejemplo,
proponen también las que pueden emplearse en su lugar: "agarrar la flor
por las espinas", "alimentar a
dos pájaros con un panecillo", "ser un tubo de ensayo"...
(La Razón, 18 de febrero de 2019)