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lunes, 25 de febrero de 2019

Esculturas de Barcelona / Ocurrencias


Esculturas de Barcelona
Barcelona está sembrada de esculturas y estatuas urbanas, reflejo acaso de la estima que la ciudad ha mostrado siempre por el arte. Desde finales del siglo XIX y hasta la fecha, numerosos artistas de todas las tendencias han erigido sus obras al aire libre en calles, plazas, parques y jardines del paisaje barcelonés. De esta manera puede el paseante encontrarse con alguna de ellas allí donde menos se lo espera.
Repartidas por todos los barrios, bien que desigualmente, representan los más variados temas, y no son pocas las que hacen referencia al lugar en que están ubicadas. En total, son unas trescientas cincuenta, aproximadamente, y se llevan la palma los distritos de Ciutat Vella y Sants-Montjuïc, muy por delante de los dos que cierran la lista, Nou Barris y Sant Andreu.
La relación de temas es, como ya se ha dicho, muy variada: acontecimientos históricos, personajes célebres (de todas las épocas y profesiones: Alexander Fleming, Pompeu Fabra, Verdaguer, Charlot...), figuras humanas (con predominio de las femeninas), conceptos o ideas universales (Fraternidad, Cooperación, Maternidad...), actividades o profesiones (La agricultura y la marina, La industria, El comercio...), animales (El dragón, La jirafa coqueta...), objetos (como Els mistos, "Las cerillas") y hasta sentimientos (Desconsuelo).
Y no podían faltar, claro está, las referidas a personajes o motivos mitológicos y literarios, a propósito de los cuales ofrezco con más detalle el siguiente itinerario por distritos: Blancanieves, Caperucita Roja, Hércules, Rut (que espigaba por los campos bíblicos de Boaz) y La Colometa en Gràcia; El carro de la Aurora, Neptuno y Las tres Gracias en Ciutat Vella; Cupido, David y Goliat (también en Sant Martí) y Eco y Narciso en Horta-Guinardó; Ofelia ahogada (la joven enamorada del príncipe Hamlet, de trágico final) y La ben plantada (Eugeni d'Ors) en Sarrià-Sant Gervasi; Babieca (el caballo del Cid) en Sants-Montjuïc... Y el Monumento al libro, de Joan Brossa, en L'Eixample.

                                              (La Razón, 11 de febrero de 2019)


Ocurrencias
La primera y más reciente, la del Gobierno de Aragón, que, en el manual distribuido entre sus más de 50.000 funcionarios sobre el "lenguaje inclusivo con perspectiva de género", considera que el término "hombre" es machista, por lo que desaconseja su uso como forma de aludir genéricamente a los humanos. Como alternativas, sugiere que sea sustituido por "la persona", "el ser humano", "la humanidad", "la población", "la gente" "el género humano" o "la especie humana". Pero aún va más allá, pues las connotaciones sexistas del susodicho vocablo son al parecer tan flagrantes que afectan incluso a su significado como "persona de sexo masculino",  razón por la cual recomienda reemplazarlo por "varón", excepto en la expresión "las mujeres y los hombres", que ahí sí se considera aceptable (y se supone que en ese orden). La fiebre sexista ha debido de contagiar asimismo al genérico "niño", que se ha de sustituir por "la/el infante", "la criatura" o "la infancia". Y naturalmente, como colectivo, los "profesores" de un colegio son "el cuerpo docente" y los "presos" no son tales sino "la población reclusa", pero esto es ya un viejo cantar.
La segunda, la de una organización animalista, que, según contaban no hace mucho los periódicos, en su loable empeño por mejorar el trato y la consideración de los animales, plantean acabar con el lenguaje que banaliza su sufrimiento. Y así, trasladando al ámbito de la naturaleza la cantilena del lenguaje políticamente correcto, han hecho público un listado con una serie de expresiones, a su entender equiparables al lenguaje racista y homofóbico, que deben evitarse: agarrar el toro por los cuernos, matar dos pájaros de un tiro, ser un conejillo de Indias... No solo eso, sino que, predicando con el ejemplo, proponen también las que pueden emplearse en su lugar: "agarrar la flor por las espinas",  "alimentar a dos pájaros con un panecillo", "ser un tubo de ensayo"...

                                                         (La Razón, 18 de febrero de 2019)


lunes, 18 de febrero de 2019

Diccionario de un leído de aldea


E
edad. Ha llegado uno a esa edad en que los placeres son modestos (también molestos) y fugaces.
efervescente. ¡Cómo no va a desprender burbujas y estar agitada, con la e borboteando en cada una de sus cinco sílabas!
égloga. Suene el caramillo, rasguee el rabel, entone el pastor y retumben sus lamentos por valles y majadas.
elefante. 1 El elefante barrita: “Anoche no me dejaron dormir los barritos de los elefantes”, se quejarán los habitantes de la selva, como nos quejamos en la aldea de los perros, las noches en que, dicen, barruntan a los lobos. 2 Cada noche, los elefantes les ponen un nombre nuevo a todas las estrellas del firmamento, sin repetir nunca ninguno, y eso es lo primero que deben aprender los más jóvenes si quieren ser admitidos en la manada; y cuando, gastada la edad, presiente alguno que está llegando ya el final de sus días en la tierra, se entrega sin descanso a la tarea de recordar todos los nombres que a lo largo de su dilatada vida le han impuesto los suyos a las estrellas, una por una y sin equivocarse, porque solo así se irá en paz al otro despertar; y así, en efecto, apacible y sosegadamente se van siempre: tan grande es su memoria. 
empeine. 1 Encrucijada de caminos para el beso, que no sabe si continuar hacia abajo hasta los dedos del pie o volver hacia arriba y visitar de nuevo los territorios que acaba de explorar. 2 Literariamente hablando, punto anatómico femenino muy poco aprovechado, dadas las facilidades visuales y el llano acceso, en las escenas amorosas, que tienden a optar siempre por otros de mayor prestigio.
endrino. Ciruelo silvestre y su fruto, que tiene un saborcico austero.
enlazar. En sentido ferroviario: El tren rapidillo de Bilbao que enlaza en Venta de Baños con el expreso de La Coruña y Vigo...
ensimismado, da. ¡Quién fuera capaz de estar así cuando lo necesitara, desaparecido fuera y a solas dentro de uno mismo sin cuidado ni quehacer!
envidia. “Aquel que envidia es pobre porque le gustaría tener lo que no está a su alcance; pero, quien no tiene ni desea tener, es rico; aunque lo tengamos por campesino”. (G. Chaucer)
época. No decir nunca: “la época en que me ha tocado vivir”.
eructo. Comió tanto que en lugar de un eructo le salió un archiduque.
errata. Al poeta Juan Ramón Jiménez le obsesionaban dos cosas: el ruido de los vecinos y los errores de imprenta en sus libros: “Voy a morir un día de una errata”, solía decir, sombrío.
escalón. Basta con intercalar dos letras –nota musical, al revés- para subir en el …, así de fácil es la carrera administrativa en el diccionario.
escaño. En las cocinas de los pueblos, banco arrimado a la pared, cerca de la lumbre, en el que algún miembro de la familia celebra diariamente el santo sacramento de la siesta a la hora de la sobremesa.
escuela. 1 En los pueblos y aldeas que ya hace muchos años que no la tienen, aún oyen algunos en sueños el griterío de los niños cuando al salir de ella corretean por las calles celebrando la libertad. 2 En estos mismos pueblos y aldeas, ¿no hay escuela porque no hay niños, o no hay niños porque no hay escuela? 3 No debería ser tan fácil que una escuela se convierta en una secuela.
esfera. En plural, y al contrario de los fondos (véase), son siempre altas, no bajas.
espectáculo. Sin duda alguna uno de los más vistosos y emocionantes que se han visto en el mundo, y el que, si pudiera escoger, me habría gustado contemplar por encima de ningún otro es el del cortejo apresurado y variopinto de los animales acudiendo a la llamada de Noé para entrar en el arca antes de que empezara a caer el diluvio universal.
espejo. 1 ¿Y si un día al mirarnos en él viéramos una cara que nos es desconocida? 2 Tal vez no sepamos reconocerlos a simple vista, pero seguro que hay espejos que se han quedado ciegos, o que apenas nos ven cuando nos miramos en ellos. 3 Lo primero que vemos al mirarnos en el espejo son los ojos, los ojos del que nos mira, nuestros propios ojos; pero a mí lo que me gustaría es verme con mis propios ojos por detrás, mejor dicho, desde detrás.
esperar. En silencio y pacientemente, como espera el bosque la primavera.
espíritu. ~de lucha, ~de sacrificio. ¡Qué manera de lucir palabras para ser pretencioso y no decir nada!
estampa. Las de los santos que se guardaban entre las páginas de los libros piadosos.
estrella. 1 El ruido que hacen, audible desde la tierra solo en las noches serenas, es la única música que Dios escucha. 2 ¿Cómo se aguantan las estrellas en el cielo? ¿Están clavadas o es que alguien las está sujetando? ¡Cuántos niños se habrán hecho estas dos preguntas!
estudiar. Oído quizás en el autobús: “Tengo una amiga que va a estudiar Peluquería y Letras”.


lunes, 11 de febrero de 2019

Latines


Recogían los periódicos de esta semana pasada el incidente: el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, hablaba sobre la situación en Venezuela y algunos diputados de izquierda acogieron por lo visto con risas sus palabras. La reacción de Tajani debió de dejar con la boca abierta a más de uno: "Risus abundat in ore stultorum", les replicó, "La risa abunda en la boca de los necios", traducción latina de una sentencia del comediógrafo griego Menandro. Un buen zasca, como se dice ahora.
Que un parlamentario recurra al latín es ya de por sí novedoso y llamativo. Y una buena noticia, porque significa que la lengua de la que derivan cinco de las que hoy son oficiales en el citado Parlamento (italiana, francesa, española, portuguesa y rumana) se mantiene viva, y apelar a ella, mal que le pese a algunos, continúa siendo una muestra incontrastable de cultura (o de persona, como se decía antes, con estudios).
Porque al pobre latín lo destierran de los planes de estudio en la enseñanza, lo desdeñan en los currículos, la liturgia eclesiástica no tuvo en su día reparos en excomulgarlo y lo maltratan ahora en las redes. Al respecto, el corrector del word le dio el alto no hace mucho a este cronista: no aceptaba la expresión latina "in medias res" ("en medio del asunto", "en mitad del argumento"), y proponía tan campante sustituirla por "medias reses" ("peccata minuta" al fin y al cabo, debió de considerar quien lo programó).
Afortunadamente, sin embargo, son muchas las expresiones latinas que continúan dando lustre y autoridad al buen decir, y estaría bien recurrir a ellas más a menudo, por lo que aprovecha uno la oportunidad para reivindicar su uso y vigencia: ¿quién no ha hecho algo "ipso facto", "motu proprio" o "in extremis", quién no se ha quedado alguna vez "in albis" o ha aplazado "sine die" algún asunto?

                                                             (La Razón, 4 de febrero de 2019)

lunes, 4 de febrero de 2019

Nieve


Antes nevaba siempre, sobre todo en los pueblos y cuando éramos niños, por eso la nieve y la infancia ocupan juntas el mismo rincón de la memoria.
La nieve bienhechora que nos impedía algunos días ir a la escuela, y qué bien se estaba entonces en casa, viendo nevar desde la ventana: las calles blancas recién estrenadas, el mundo sin cielo ni horizonte, el paisaje una imagen borrosa en el fondo de un espejo empañado.
Y los copos... De un color blanco grisáceo los más pequeños, que se resistían a posarse y trazaban garabatos y ensayaban acrobacias en el aire antes de hacerlo; más gruesos y más blancos, con prisa por llegar al suelo, los que caían juntos y apretados formando una espesa cortina cuando paraba el viento y se ponía a nevar con ganas.
Por el camino los había que tropezaban con las ramas de los árboles o las puntas de los arbustos, que se iban inclinando poco a poco bajo su peso como si agacharan la cabeza...
Pero todas las cosas, hasta las más poéticas, tienen su explicación científica.
Kepler, el famoso astrónomo y matemático alemán, conocido sobre todo por sus leyes sobre el movimiento de los planetas, estudió también los copos de nieve, cuya forma y belleza le subyugaban. Y así, en 1611, llegó a la conclusión de que presentaban invariablemente la forma de una estrellita de seis puntas. Intrigado por el hecho, observó que la misma estructura se repetía en algunos seres del mundo natural, como las celdillas de las abejas en los panales y las pepitas de las granadas.
Hoy se sabe que los copos son anillos hexagonales de moléculas de agua y que esa forma hexagonal básica se desarrolla de varias maneras, dependiendo de la temperatura y la humedad del aire, motivo por el cual no hay dos copos de nieve que sigan la misma trayectoria.

                                                     (La Razón, 28 de enero de 2019)