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viernes, 29 de enero de 2016

Efemérides literarias

El 28 de enero de 1939 murió en Francia el poeta irlandés William Butler Yeats, que había nacido en Dublín en 1865. Su juventud transcurrió en Londres, donde recibió la influencia del decadentismo (gusto por lo refinado y sutil, desdén aristocrático hacia los valores morales y sociales vigentes) y escribió libros de poesía y teatro llenos del espíritu de la mitología celta. Regresó a Irlanda en 1896 y colaboró activamente en el resurgimiento cultural, paralelo al político, de su país. En esos años fundó el "Teatro nacional irlandés" y publicó obras dramáticas y poéticas. De estas últimas destacan El viento entre los juncos  (1899) y En los siete bosques (1903). Su poesía posterior, cada vez más inspirada en el mundo sobrenatural de las leyendas, el misticismo y la naturaleza, se muestra en libros como Innisfree, la isla del lago (1924) y La torre (1928). Fue premio Nobel en 1923.
En el poema siguiente, de marcado tono pacifista y desesperanzado, compuesto en 1919 en memoria de un piloto amigo suyo que había muerto en combate durante la Primera Guerra Mundial, Yeats sugiere que la voluntad individual está por encima de cualquier otra consideración, por muy alta que sea esta, como el deber patriótico o el afán de gloria: "Kiltartan Cross, esa es mi patria" (Kiltartan Cross, al oeste de Irlanda, era el lugar donde residía por entonces el poeta).

          Un aviador irlandés prevé su muerte

Me encontrará la muerte
un día acá en lo alto.
Los que combato, yo no los odio;
los que defiendo, yo no los amo.
     
Kiltartan Cross, esa es mi patria.
Los míos son aquellas pobres gentes.
Que ganen unos, a ellos ¿qué les va?
Que ganen otros, a ellos ¿qué les viene?

No lucho por deber, por ley, por un caudillo,
ni tras gloria y clamor de multitudes.
Un solitario impulso de delicia
me trajo a este tumulto entre las nubes.
           
Y todo lo medí, lo pensé todo:
vi el porvenir, y era un vivir estéril,
y un estéril vivir eran los años ya pasados,
ante una vida, ante esta muerte.
                                (Traducción de Dámaso Alonso)

El 29 de enero de 1860 nacía en Taganrog (Rusia) Antón Chéjov, que moriría a los 44 años, en 1904, en Alemania. Empezó a escribir para ganarse la vida mientras estudiaba medicina, y hoy se le considera uno de los maestros indiscutibles del relato breve.
En efecto, escribió numerosos cuentos –más de seiscientos- y novelas cortas que son un reflejo fiel de la realidad rusa de su tiempo. Su mayor virtud reside en la pintura de la vida cotidiana de personas humildes sujetas a un destino mediocre. La humanidad con que son descritas esas personas es otro de sus rasgos característicos. Algunos títulos imprescindibles son, por ejemplo, La dama del perrito, La estepa, La sala número 6... Desarrolló asimismo una importante labor como autor de teatro, género que renovó en su país con obras como El tío Vania (1897) y El jardín de los cerezos (1904).

miércoles, 27 de enero de 2016

Eufemismos

Primero fue criada, y también doncella (criada que sirve cerca de la señora) o azafata (criada de la reina), luego sirvienta, y ahora es subalterna, o empleada de hogar.
Los porteros y porteras de toda la vida han ascendido a conserjes o empleados y empleadas de fincas urbanas.
Los ciegos de antes son ahora invidentes; los locos, enfermos mentales; los feos, poco agraciados; los gordos, obesos, o con sobrepeso (y los inválidos, minusválidos).
Se acabaron los viejos, que ahora son mayores o ancianos (lato sensu, jubilados), y los pobres, que se han transformado en desfavorecidos o en personas en riesgo de exclusión social.
Y otro tanto ha ocurrido con los asilos, que se han convertido en residencias, las cárceles o prisiones, que han devenido en centros de readaptación social o instituciones correccionales o establecimientos penitenciarios donde se albergan internos, no presos, y los manicomios, un tiempo clínicas mentales y actualmente centros de salud mental (y las inyecciones ya no las ponen los practicantes, sino las enfermeras, en época no lejana ateeses o ATS).
Tampoco hay ya vejez, solo esa cursilería de la tercera edad.
Pasaron a la historia el retrete, el urinario, la letrina, el mingitorio, el excusado, el inodoro y hasta el water –váter en el diccionario de la RAE–, sustituidos por el aseo, el servicio, el lavabo, el baño o el cuarto de baño. (Y en consonancia, el ser humano hace sus necesidades en general o defeca u orina o hace pis y pipí o va al servicio, pero no recurre nunca a esos otros verbos de cuyo nombre ya nadie quiere acordarse.)
Por no hablar del cese temporal de convivencia (separación o divorcio), de la disfunción eréctil (impotencia), de los residuos sólidos urbanos (basura), del tráfico de influencias (soborno), de los daños colaterales (muertes de civiles), del crecimiento negativo (pérdidas), del promotor de ventas (vendedor), de la regulación de plantilla o reajuste de personal (despidos) y del reajuste de precios (subida de los mismos).
Y en las escuelas no se ponen deberes sino actividades extraescolares o extracurriculares, los suspensos se han sustituido por no aptos y al recreo en el patio se le quiere llamar segmento de ocio en el área de integración.

lunes, 25 de enero de 2016

Soledades

La soledad era el tema de la noticia que modestamente seleccioné como la más representativa del pasado año 2015 (véase la entrada 116 de este blog, correspondiente al 30 de diciembre).
Y uno, que siempre tira al mismo monte, no pudo por menos de recordar, entonces al transcribirla y ahora al traerla a colación, algunos versos que hablan también de ese sentimiento, el de la soledad, que ha inspirado desde siempre la pluma de los poetas, cuyo oficio es también radicalmente solitario.
Esta estrofa de Lope de Vega, por ejemplo:

A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.

O estos, con los que concluye un poema de Antonio Machado, escrito en Baeza tras la muerte de Leonor. El poeta recuerda las tierras de Soria donde ella está enterrada y, después de evocar sus paseos por la orilla del Duero, resume así su situación y su estado anímico (el lector atento podrá observar la especial relevancia de los adjetivos 'solo' y 'viejo', el primero por su posición final de verso y el segundo porque aporta un significado no accidental y transitorio como los demás, sino esencial y definitivo):

Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.

O estos otros, con los que dan comienzo dos conocidos poemas de dos insignes poetas españoles contemporáneos:

Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma...
                        (Luis Cernuda)

Ah soledad,
Mi vieja y sola compañera,
Salud.
                        (José Ángel Valente)

Y también los dos primeros de un poema de Emily Dickinson:

Podría estar más sola sin mi soledad,
tan habituada estoy a mi destino...

viernes, 22 de enero de 2016

Manías de escritores

La de corregir sin descanso ni clemencia es una de las más extendidas, y se lleva en ello la palma Juan Ramón Jiménez, que nunca se quedaba contento y volvía una y otra vez sobre lo que escribía. Obsesionado por alcanzar la perfección, raras veces pudo aplicarse a sí mismo lo que aconseja, como ideal de la poesía pura, en El poema:
"¡No le toques ya más,
que así es la rosa!"
El prurito de excelsitud le llevaba a revisar continuamente incluso lo ya publicado, y afectaba también al diseño y calidad de la impresión, al tipo de letra y, naturalmente, a las erratas, que perseguía con furia inmisericorde: "Voy a morir un día de una errata", escribió.
No fue esta la única manía del autor de Platero y yo, que, aparte de sus peculiares licencias ortográficas en el uso de la j y de la s (intelijencia, estraño...), no soportaba el ruido, por lo que acabó forrando de esparto y arpillera las paredes de la habitación en que trabajaba.
El afán por corregir es algo inherente al oficio de escritor, y son muchos a los que podría aplicarse esta frase atribuida por unos a Flaubert (que antes de ponerse a escribir tenía que fumarse por lo menos una pipa) y por otros a Oscar Wilde: "Me pasé toda la mañana corrigiendo las pruebas de uno de mis poemas, y quité una coma. Por la tarde, volví a ponerla".
Algo parecido le ocurría a Arthur Miller, que declaró en una entrevista: "Me levanto por la mañana, voy a mi estudio y escribo. ¡Y luego lo rompo todo!"
También lo de escribir en la cama es afición compartida por no pocos autores de renombre, como Marcel Proust, Truman Capote, Vicente Aleixandre que lo hacía también tumbado en el sofá, con una carpeta sobre el pecho para apoyar las cuartillas y Juan Carlos Onetti, que prácticamente vivía en ella, en la cama, leyendo y escribiendo, y a ser posible con un vaso de whisky a mano.
Por lo que respecta al recado de escribir, Ramón Gómez de la Serna utilizaba siempre tinta roja (Neruda prefería la verde) y Cela, hojas sueltas, pluma y tintero.
A García Márquez le gustaba escribir descalzo, como a Hemingway, y necesitaba tener una flor amarilla sobre su mesa. Eduardo Mendoza, por su parte, escribe siempre de pie, con pluma y en un pupitre de madera, alto y con cajones, reproducción de un escritorio alemán del siglo XVIII. También Dickens utilizaba un pupitre similar.
Isabel Allende, que comienza todas sus novelas el 8 de enero, enciende una vela al empezar a escribir y deja de hacerlo cuando se apaga. A Balzac, la inspiración solo le venía con unas cuantas tazas de café.
Vargas Llosa, sumamente disciplinado y estricto en cuanto a la dedicación horaria, exige que todo a su alrededor esté bien ordenado.
Ya para terminar, y en otro orden de cosas, Unamuno fue toda su vida aficionadísimo a la cocotología, es decir, al arte de hacer pajaritas de papel, y adquirió tal grado de destreza que se convirtió en un consumado maestro: se apañaba para hacerlas en cualquier parte y de múltiples figuras y tamaños, y las dejaba como rastro inconfundible de su paso o las regalaba a quien se las pidiese. Lo cual no resulta extraño en alguien que a los once años ya había escrito, en colaboración con un primo suyo, un trabajo sobre cocotología, y que, más tarde, siendo ya catedrático de la Universidad de Salamanca, redactó unos Apuntes para un tratado de cocotología como epílogo de su novela Amor y pedagogía.
De Unamuno cuenta Josep Pla lo siguiente en Madrid, 1921. Un dietario: "A la hora del almuerzo hace una bola de miga de pan que ya no suelta en todo el día haciéndola rodar entre los dedos de las manos".

miércoles, 20 de enero de 2016

Lunes triste

De los malos días, esos en que le da a uno por pensar que en todas las esquinas acecha un enemigo, hablaba anteayer, lunes, en este blog. Y por una de esas casualidades que tantas veces nos llenan de asombro, leí ese mismo lunes por la noche en el periódico, colgado ya el blog en esa que llaman nube (siempre, por lo visto, está nublado en el cielo de internet), que hace unos años, en 2005, se publicó un estudio, supuestamente matemático, en el que se llegaba a la conclusión de que el tercer lunes de enero era el día más triste del año. A ese lunes, que este año coincidía precisamente con el pasado día 18, se le bautizó desde entonces con el nombre de Blue Monday ("lunes triste").
La fórmula del estudio en cuestión se sustentaba sobre las siguientes variantes: el día de la semana, lunes, asociado tradicionalmente al poso de tristeza que dejan los domingos (cara de viernes, viene aún en el diccionario, y se decía mucho antes, para referirse a la macilenta y triste, acaso porque gran parte de los viernes del año eran días de ayuno o de abstinencia, o de las dos cosas a la vez; hoy esa cara correspondería más bien a la de los lunes, por las secuelas, anímicas y corporales, del fin de semana); la aún lejana perspectiva con respecto a la paga del mes (la popular cuesta de enero, vaya); el tiempo meteorológico propio de la estación; el abandono de los buenos propósitos que todo el mundo acostumbra a formarse con la llegada del nuevo año, con el consiguiente sentimiento de fracaso; la escasa motivación en general.
Detrás de ese estudio, firmado por el doctor Cliff Arnall, psicólogo de la Universidad de Cardiff, había una determinada agencia de comunicación, que aconsejaba a renglón seguido en una nota que la mejor manera de escapar a los efectos de ese lunes triste era preparar las maletas y marcharse de viaje, contratando de paso, eso sí, los servicios de otra agencia, esta de viajes y cliente suya. El crédito científico, como era de esperar, y así lo recuerda el mismo periódico, se desmoronó muy pronto con estrépito, pero la noticia surtió efecto, y cada año por estas fechas sus ondas se propagan de nuevo.
El día más triste del verano, ese era el tema de redacción que solía ponerles a mis alumnos cada año al comenzar el nuevo curso; por un momento me miraban desconcertados, pero enseguida se ponían a escribir y la mayoría acababa decidiéndose por el día anterior, o sea, por contar lo que habían sentido la víspera de volver más o menos contentos a las clases. 

lunes, 18 de enero de 2016

Los malos días

Para esos días que a uno le gustaría borrar del calendario y quedarse en casa y no asomarse siquiera a ver pasar la vida desde el balcón, estos versos del zamorano Claudio Rodríguez, uno de los mejores poetas de la generación de los años 50 del siglo pasado:

Tal vez, valiendo lo que vale un día,
sea mejor que el de hoy acabe pronto.
            (Un suceso, Alianza y condena, 1965)

Hay algunas mañanas
que lo mejor es no salir. ¿Y adónde?
            (La mañana del búho, Casi una leyenda, 1991)

Y a lo mejor podía venir a cuento ahora, como compensación y consuelo, la frase de Pascal: “Las desgracias del mundo se deben a que la gente no es capaz de permanecer veinticuatro horas seguidas en la misma habitación”.
Esto es, a solas y consigo misma. 

viernes, 15 de enero de 2016

Curiosidades de la lengua

Cuando nos parece que tal o cual persona, animal o cosa poseen una cualidad, un defecto o cualquier otra circunstancia en un grado extremo, le colocamos al adjetivo correspondiente la terminación -ísimo, -ísima del superlativo. Y así decimos: una mujer guapísima, un gato listísimo, un día hermosísimo.
Pero no a todos los adjetivos les podemos poner ese apéndice o remate. Por ejemplo:  decimos acérrimo (muy acre, muy fuerte, áspero o tenaz) y no *acrísimo, celebérrimo y no *celebrísimo, integérrimo y no *integrísimo, libérrimo (muy libre) y no *librísimo, misérrimo y no *miserísimo, paupérrimo (mejor que pobrísimo), pulquérrimo y no *pulcrísimo...
En el caso de los diminutivos, esto es, cuando queremos expresar disminución de tamaño  o darle a una palabra un tinte de afecto, ocurre algo parecido, y acudimos para ello a los sufijos normativos -ito, -ita, -illo, -illa: arbolito, mesita, listillo, cucharilla... Pero la lengua, que es sabia y previsora, ha encontrado la manera de evitar algún que otro sonrojo sin faltarle al respeto a la gramática. Le ha bastado para ello con meter por medio una simple cuña de una o dos o tres letras, de forma que un pie pequeño es un piececito (y no un *piíto), un dios menor es un diosecillo (y no un *diosillo) y un jefe con no mucho mando es un jefecillo (y no un *jefillo). La lista sería muy larga: hombrecito (*hombrito), mujercita (*mujerita), pececito (*pecito), cafetito o cafelito (*cafeíto), cajoncito (*cajonito), silloncito (*sillonito), cochecito (*cochito), avecilla (*avilla), nubecilla (*nubilla), panecillo (*panillo), solecito (*solito, referido al sol), padrecito (*padrito), madrecita (*madrita)...
Y otro tanto sucede con algunos aumentativos: seriecísimo, simplicísimo, agradabilísimo...
Aunque más raro aún es lo que les pasa a determinados adjetivos, que cambian de significado según vayan antes o después del sustantivo: un antiguo empleado no es lo mismo que un empleado antiguo; ciertos hechos no es lo mismo que hechos ciertos; una pobre mujer no es lo mismo que una mujer pobre; un triste subsecretario no es lo mismo que un subsecretario triste; un buen hombre no es lo mismo que un hombre bueno; un simple oficinista no es lo mismo que un oficinista simple; un viejo amigo no es lo mismo que un amigo viejo... 

miércoles, 13 de enero de 2016

Efemérides literarias

Escritor irlandés en lengua inglesa, nació en Dublín en 1882, abandonó su país para vivir en distintas ciudades europeas, París, Trieste, Zúrich, y murió en esta última el 13 de enero de 1941, hace hoy 75 años.
En 1914 publicó Dublineses, un conjunto de relatos, y en 1916 apareció Retrato del artista adolescente -A portrait of the artist as a young man-, novela breve de carácter autobiográfico ambientada también en Dublín.
Su novela Ulises -Ulysses-, aparecida en 1922, es la obra paradigmática de la renovación de las técnicas narrativas en el siglo XX, especialmente por el uso del monólogo interior, del que se sirve para explorar los movimientos psicológicos del subconsciente. Como argumento, se limita a contar un día cualquiera de la vida de Lopold Bloom, Stephen Dedalus (alter ego del autor) y Molly Bloom en Dublín, concretamente el 16 de junio de 1904, fecha que los admiradores de Joyce conmemoran cada año como el Bloomsday ('El día de Bloom'). 
Ulises es en muchos aspectos una parodia moderna de la Odisea de Homero: las hazañas del mítico héroe heleno tienen su correspondencia en las monótonas y vulgares andanzas de Leopold Bloom, prototipo de la mediocridad del hombre contemporáneo; Penélope está representada por Molly Bloom, la mujer infiel del protagonista; las camareras un tanto desvergonzadas de un restaurante recuerdan a las sirenas... La novela, que teje además una compleja red de símbolos y registros lingüísticos, ha sido una de las más influyentes y renombradas del siglo pasado (y también una de las de más ardua lectura; dicho sea en voz baja y entre paréntesis, un tostón de más de mil páginas, intrincada travesía de la que pocos salen indemnes si es que son capaces de no desistir antes de avistar la orilla).
Como muestra, este fragmento del monólogo final de Mary Bloom:

[...] qué me voy a poner me pondré una rosa blanca o esas magdalenas de Lipton me gusta el olor de una tienda grande y rica a 7 y 1/2 la libra o las otras con cerezas encima y el azúcar rosado 11 chelines un par de libras claro una bonita planta en medio de la mesa yo lo sacaría más barato espera dónde fue que las vi no hace mucho me gustan las flores me encantaría tener toda la casa nadando en rosas Dios del cielo no hay cosa como la naturaleza las montañas salvajes y luego el mar y las olas lanzándose y luego el campo tan bonito con campos de avena y trigo y toda clase de cosas y todo el buen ganado por ahí que se le ensancha a una el alma de verlo ríos y lagos y flores toda clase de formas y olores y colores saliendo hasta en las zanjas prímulas y violetas la naturaleza es así en cuanto a esos que dicen que no hay Dios yo no daría un pito por toda su sabiduría por qué no van y crean algo muchas veces le he preguntado a él los ateos o como se llamen que vayan primero a desengrasarse luego piden a gritos el cura cuando se mueren y por qué por qué porque tienen miedo del infierno por culpa de su mala conciencia ah sí los conozco muy bien quién fue la primera persona del universo antes de que hubiera nadie que lo hizo todo quién ah eso no lo saben tampoco lo sé yo ahí estamos daría lo mismo que intentaran parar el sol para que no saliera mañana el sol brilla para ti dijo él el día que estábamos tumbados entre los rododendros en Howth Head con su traje gris de tweed y su sombrero de paja yo le hice que se me declarara sí primero le di el pedazo de galleta de anís sacándomelo de la boca y era año bisiesto como ahora sí ahora hace 16 años Dios mío después de ese beso largo casi perdí el aliento sí dijo que yo era una flor de la montaña sí eso somos todas flores un cuerpo de mujer sí ésa fue la única verdad que dijo en su vida y el sol brilla para ti hoy sí eso fue lo que me gustó porque vi que entendía o sentía lo que es una mujer y yo sabía que siempre haría de él lo que quisiera y le di todo el gusto que pude animándole hasta que me lo pidió para decir sí y al principio yo no quise contestar sólo miré a lo lejos al mar y al cielo estaba pensando en tantas cosas que él no sabía...
               (Traducción de José Mª Valverde)

lunes, 11 de enero de 2016

Exámenes

Todos los profesores disponemos de nuestra particular colección de hallazgos en materia de definiciones sorprendentes o respuestas originales. La mayoría procede, claro está, de los exámenes escritos, en los que los alumnos, urgidos por la prisa o acuciados por la necesidad de una buena nota, prefieren siempre escribir algo a dejar el papel en blanco: una pregunta sin responder es casi un estigma en los corrillos que se forman a la salida, y carga difícil de sobrellevar para el cálculo anticipado de la nota.
Quizá por ello todos los profesores hemos leído alguna vez respuestas que nos hemos apresurado a subrayar, pero no tanto por lo desatinadas, sino por lo ingenuas, ocurrentes y originales; respuestas equivocadas, sí, pero ingeniosas e imaginativas, y que, por lo mismo, no merecerían la reprobación académica sino el reconocimiento a la inventiva y la originalidad (y a veces pasaba eso, que pesaba tener que poner una mala nota, o rebajar la puntuación, por una contestación que, entre tanta repetición memorística, le arrancaba a uno una sonrisa y le despertaba el buen humor).
Ya conté aquí en este blog un par de ellas, memorables ambas por la gracia y chispa que encierran: la de que Cervantes inventó el vermut, y la de que San Gregorio es palabra derivada de sangre.
Añado hoy otras cinco de mi cosecha, todas, pueden creerme -lástima que no conserve las pruebas-, absolutamente verídicas:
1 Monólogo es un mono que habla solo (les había explicado el significado del prefijo mono-, pero se conoce que no me entendió bien).
2 La Celestina fue escrita por Fernando de Rojas, que era un judío convexo (quiso decir converso, pero se confundió de término).
3 El Lazarillo de Tomes fue un niño muy pobre que nació en un río y no tenía padre.
4 La Regenta es una novela muy larga, de unas 800.000 páginas (la edición que yo les había llevado a clase tenía unas ochocientas).
5 Franco era un señor que quemaba herejes.
Y esta otra, propiedad del departamento de Historia, que circulaba por el instituto como una leyenda: Lutero fue un escritor del siglo XV que escribió un libro que se llamaba Lutero y yo, que es la historia de un hombre que tenía un burro y andaban por ahí los dos...
Nostalgias todas, al fin y al cabo, de la vida fresca en las aulas, hoy que se reanudan las clases y se remueven allá en el poso del tiempo los viejos añorados quehaceres...

viernes, 8 de enero de 2016

Aprendiz de ornitólogo

Los Reyes, conocedores acaso de mi afición por coleccionar nombres de pájaros, tan melodiosos todos y aparentes, se han propuesto este año que dedique algunas horas a conocer sus rasgos y costumbres, y, llegado el caso, a identificarlos y distinguirlos en su hábitat natural. Con ese fin me han traído, es de suponer, un libro, Aves de España, que constituye una excelente guía de la avifauna peninsular, muy bien documentada e ilustrada, y fácil de manejar (cabe en un bolsillo y las tapas duras la preservan del
deterioro).
En ella aparecen, solo en la sección principal, 369 especies a cuál más interesante para el ornitólogo (frase esta última, a cuál más interesante para el ornitólogo, que oí por la radio hace ya muchos años, de camino a Madrid en vísperas de las oposiciones a cátedra de instituto, y que se me quedó grabada desde entonces como uno de esos versos memorables que no se olvidan nunca). Y todas con esos nombres a cuál más sonoro y cantarín: abejaruco, agachadiza, alcaraván, alcaudón, andarríos, archibebe, calandria, canastera, colimbo, frailecillo, garceta, herrerillo, lavandera, oropéndola, pinzón, reyezuelo, tarabilla, treparriscos, verderón, zampullín, zorzal... Algunas, incluso, con apellidos no menos distinguidos y altos: aguililla calzada, aguilucho papialbo, albatros ojeroso, alondra totovía, ánsar careto, avefría sociable, bisbita caminero, carricerín cejudo, carricero políglota, charrán elegante, chorlitejo culirrojo, chova piquigualda, cogujada montesina, correlimos menudillo, curruca gavilana (la hay también mirlona, rabilarga y tomillera), escribano rústico, garcilla cangrejera, gorrión molinero, halcón peregrino, malvasía cabeciblanca, mosquitero silbador, negrón careto, pico picapinos, roquero solitario, zarapito trinador...
En fin, que, aparte de iniciarme en la ciencia de la ornitología (¡hermosa profesión si uno hubiera poseído rentas!), podré, mientras lea el libro por lo menos, tener la cabeza a pájaros, lo cual depara siempre momentos tan felices.

martes, 5 de enero de 2016

Efemérides literarias

Ramón María del Valle-Inclán nació en Villanueva de Arousa (Pontevedra) en 1866 y murió en Santiago de Compostela el 5 de enero de 1936, hace hoy ochenta años.
Desde su juventud vivió en Madrid, donde su figura inconfundible -largas barbas, melena, capa y chalina- se convirtió en el emblema de la vida bohemia.
Su primera obra narrativa importante son las Sonatas (Sonata de otoño, Sonata de estío, Sonata de primavera y Sonata de invierno), que recrean un mundo decadente, muy del gusto modernista. El protagonista de todas ellas es el Marqués de Bradomín, al que se define como "un donjuán feo, católico y sentimental".
Escribió después la trilogía de La guerra carlista (1908-1909), Tirano Banderas (1926), retrato grotesco de un dictador hispanoamericano, y El ruedo ibérico (La corte de los milagros, Viva mi dueño y Baza de espadas), relato satírico de los últimos años del reinado de Isabel II en el siglo XIX.
Su obra teatral comienza con las Comedias bárbaras (1907-1922), ambientadas en una Galicia mítica y rural. De 1920 son Divinas palabras y Luces de bohemia. En esta última aplica por primera vez la estética del esperpento, consistente en la ridiculización de personajes y la deformación sistemática de la realidad. El protagonista es un poeta ciego, Max Estrella, y la acción, estructurada en quince escenas, recoge las últimas horas de su vida, desde un atardecer hasta la mañana siguiente. En esa última noche, y acompañado de su amigo don Latino, recorre diversos ambientes del Madrid de la época -la librería de Zaratustra, la taberna de Pica-Lagartos, el ministerio de la Gobernación, el café Colón...-, encontrándose por todas partes con una sociedad y unos personajes mediocres y degradados.
Al ciclo de los esperpentos pertenecen también Los cuernos de don Friolera, Las galas del difunto y La hija del capitán, agrupadas bajo el título de Martes de carnaval.

                                               Luces de bohemia
                                              ESCENA SEGUNDA
           
La cueva de ZARATUSTRA en el Pretil de los Consejos. Rimeros de libros hacen escombro y cubren las paredes. Empapelan los cuatro vidrios de una puerta cuatro cromos espeluznantes de un novelón por entregas. En la cueva hacen tertulia el gato, el loro, el can y el librero. ZARATUSTRA, abichado y giboso --la cara de tocino rancio y la bufanda de verde serpiente--, promueve, con su caracterización de fantoche, una aguda y dolorosa disonancia muy emotiva y muy moderna. Encogido en el roto pelote de una silla enana, con los pies entrapados y cepones en la tarima del brasero, guarda la tienda. Un ratón saca el hocico intrigante por un agujero.

ZARATUSTRA.-- ¡No pienses que no te veo, ladrón!
EL GATO.-- ¡Fu! ¡Fu! ¡Fu!
EL CAN.-- ¡Guau!
EL LORO.-- ¡Viva España!

Están en la puerta MAX ESTRELLA y DON LATINO DE HISPALIS. El poeta saca el brazo por entre los pliegues de su capa y lo alza majestuoso, en un ritmo con su clásica cabeza ciega.

MAX .- ¡Mal Polonia recibe a un extranjero!
ZARATUSTRA.- ¿Qué se ofrece?
MAX .- Saludarte y decirte que tus tratos no me convienen.
ZARATUSTRA.-Yo nada he tratado con usted […]

MAX.-- Zaratustra, eres un bandido.
ZARATUSTRA.-- Ésas, don Max, no son apreciaciones convenientes.
MAX.-- Voy a romperte la cabeza.
ZARATUSTRA.-- Don Max, respete usted sus laureles.
MAX.-- ¡Majadero!

Ha entrado en la cueva un hombre alto, flaco, tostado del sol. Viste un traje de antiguo voluntario cubano, calza alpargates abiertos de caminante y se cubre con una gorra inglesa. Es el extraño DON PEREGRINO GAY […]. Sin pasar de la puerta, saluda jovial y circunspecto.

DON GAY.- ¡Salutem plurimam!
ZARATUSTRA.- ¿Cómo le ha ido por esos mundos, Don Gay?
DON GAY.- Tan guapamente.  […]

ZARATUSTRA entra y sale en la trastienda, con una vela encendida. La palmatoria pringosa tiembla en la mano del fantoche. […] Parece que la nariz se le dobla sobre una oreja. El loro ha puesto el pico bajo el ala. Un retén de polizontes pasa con un hombre maniatado. Sale alborotando el barrio un chico pelón montado en una caña, con una bandera.

EL PELÓN.- ¡Vi-va-Es-pa-ña!
El CAN.- ¡Guau! ¡Guau!
ZARATUSTRA.- ¡Está buena España! […]
DON GAY.-He caminado por todos los caminos del mundo y he aprendido que los
pueblos más grandes no se constituyeron sin una Iglesia Nacional. La creación política
es ineficaz si falta una conciencia religiosa con su ética superior a las leyes que escriben
los hombres.
MAX .- Ilustre Don Gay, de acuerdo. La miseria del pueblo español, la gran miseria
moral, está en su chabacana sensibilidad ante los enigmas de la vida y de la muerte. La
Vida es un magro puchero; la Muerte, una carantoña ensabanada que enseña los
Dientes; el Infierno, un calderón de aceite albando donde los pecadores se achicharran
como boquerones;  el Cielo, una kermés sin obscenidades a donde, con permiso del
párroco, pueden asistir las Hijas de María. Este pueblo miserable transforma todos los
grandes conceptos en un cuento de beatas costureras. Su religión es una chochez de
viejas que disecan al gato cuando se les muere.

domingo, 3 de enero de 2016

Reyes Magos

Los Reyes, de tanto subir cuestas, llegaban ya exhaustos al pueblo, que está allá escondido entre unas montañas, y, por estas fechas, con los caminos medio borrados por la nieve.

Carta a los Reyes Magos
 
Reyes Magos de Oriente:
cargad los dromedarios,
que me he portado bien,
y apuntad los regalos
que enseguida os diré:
pinturas de Alpino como otros años,
la caja de doce si la tenéis,
una corneta que toque bien alto
y un aro que no se tuerza al correr.
Os pondré los zapatos,
echad en ellos las cosas de siempre:
dos naranjas por lo menos y un plátano,
piñones, almendras y alguna nuez,
caramelos de palo,
chocolatinas, pastillas de miel...
Esta carta os la mando
por el correo exprés
de mañana temprano,
que será el día treinta de diciembre,
penúltimo del año,
de mil novecientos cincuenta y nueve.



          

viernes, 1 de enero de 2016

Unos apuntes y un poema

Pasan los días, se va el año viejo, despedido con incomprensible jolgorio, entra el nuevo, al que nadie sale a recibir (hoy es el día más triste: las calles están vacías y los pocos que deambulan por ellas lo hacen como recogidos en sí mismos, sombras que vagaran en sueños o paseantes apesadumbrados que contaran sus pasos), y el invierno que no llega.
No llueve, no nieva, no hace frío, arden los montes, siguen abiertas las playas, duermen las borrascas...
¿Qué pensará la naturaleza, sin tiempo para descansar? ¿Y los árboles, con el sol urgiendo a las ramas para que suelten los primeros brotes? ¿Y esas florecillas que asoman la cabeza sin saber que es enero?
-El invierno no existe, son los padres -oí decir el otro día, y enseguida apunté la frase.


Tiempo
                                    A  D. J. F.

Que no se te escurra al vuelo
como agua entre los dedos.
Estrénalo tan contento
como unos amores nuevos.

Guarda el que ya se hizo viejo
-el olvido es el veneno-
y por la alfombra del sueño
extiende el que vendrá luego.

Y aunque esté hecho de momentos
y al abundar lo matemos
-también lo pedimos muerto-,
es lo único que tenemos.
                                   (De Cien lecciones de cosas)