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lunes, 31 de diciembre de 2018

Un cuento de Navidad


Lo escribió Antón Chéjov (1860-1904) y cuenta la historia de Vanka, que tiene nueve años, es huérfano y desde hace tres meses trabaja en Moscú como aprendiz en casa de un zapatero.
La noche de Navidad, mientras todos duermen, Vanka coge un frasco de tinta y una pluma y se dispone a escribir.
"Querido abuelo. Te deseo una feliz Navidad y le pido a Dios que te dé todo lo mejor...".
Mientras escribe, a la luz de una vela y arrodillado frente a un banco, se imagina la aldea con sus tejados blancos, el humo de las chimeneas, los árboles plateados por la escarcha y el cielo lleno de estrellas.
"Ayer me pegaron, y los otros aprendices, como son mayores que yo, se burlan de mí. Casi siempre tengo hambre. Por la mañana me dan un mendrugo de pan, a mediodía una papilla de avena y para cenar, otro mendrugo de pan. Duermo en el portal y paso mucho frío".
Vanka se frota los ojos con el puño para que las lágrimas no le mojen la carta.
"Yo me escaparía para irme a la aldea contigo, pero no tengo botas y hace demasiado frío para ir descalzo".
Suspira y se queda mirando a la ventana. Recuerda que todos los años, al llegar las fiestas, iba al bosque con su abuelo a buscar el árbol de Navidad. ¡Qué tiempos tan felices!
"¡Abuelito, ven pronto, y llévame de aquí, que si no me moriré".
Vanka dobla en cuatro partes la hoja escrita y la guarda en un sobre que ha comprado el día anterior. Después de pensar un poco, moja la pluma y escribe la dirección: "Al abuelo, que está en la aldea".
Contento por haber terminado, sale a la calle y echa la carta en el buzón.
Una hora después, ya dormido, sueña que su abuelo la está leyendo junto a la estufa.

                                                             (La Razón, 24 de diciembre de 2018)


domingo, 23 de diciembre de 2018

Diccionario de un leído de aldea


D
dantesco, ca. Un espectáculo dantesco: ver arder una biblioteca.
decir. "¿Qué se dice?", se les decía a los niños que se resistían o no se atrevían a dar las gracias.
dedal. 1 Los mismos dedos a los que defiendo de las acometidas de la aguja me confinan luego junto a ella sin ningún miramiento ni consideración en la caja de la costura. 2 Bebió muy poco, un dedal.
derecha. ~de derechas. El que no puede decir públicamente que lo es aunque quiera quedar bien (véase izquierda).
descanso. merecido ~. Todos lo son, si se le supone al que de él disfruta que antes se ha cansado.
descarado, da. Etimológicamente, y atendiendo al significado del prefijo que lleva delante (des-, que expresa carencia, negación: desvergonzado, desconfiado, desatendido…), debería significar ‘sin cara’, por lo mismo que desvergonzado es ‘sin vergüenza’, y sin embargo, paradójicamente, equivale a lo contrario: que tiene mucha cara.
descripción. Era muy risueño y colorado de semblante.
deshollinador. ¡Ser deshollinador, y descolgarse por las noches chimenea abajo para escuchar las conversaciones de la gente en las cocinas, a esa hora en que desvelan todos los secretos!
despedida. Así se despedía en su carta el señor alcalde del municipio: “Aprovecha gustoso esta ocasión para ofrecerle el testimonio de su consideración más distinguida.”
despertador. Nos devuelve al exilio cada mañana.
despreocupación. 1 La despreocupación de la abundancia. 2 La despreocupación del río cuando nieva y la del viento por lo que señale la veleta.  
destejer. Destejer un arco iris, leí en Borges que había escrito John Keats.
día. 1 Levantarse siempre al ser de día. 2 Algunos días son demasiado claros para lo oscuras que son nuestras vidas, y muchos demasiado largos para las pocas cosas que nos traen o lo escasamente que los aprovechamos. 3 ¿Adónde van, cuando pasan, los días que pasan?
diccionario. 1 El libro más entretenido del mundo, sin discusión. 2 Las cinco palabras que más espacio ocupan en el diccionario –y que deberían de ser, por consiguiente, en buena lógica, las más empleadas por los hablantes- son estas, y por este orden: mano, ojo, pie, cabeza y boca. ¡La eterna propensión a revestir de atributos humanos a las cosas, como si así nos fuera más fácil tenerlas siempre a nuestra disposición!
dibujar. Dibujar el mapa de las olas, el contorno de la noche (con sus precipicios), el perfil de las sombras, el plano completo de un solo sueño.
dieta. Lleva una vida arisca y solitaria, como si estuviera enfadado con el mundo y nada de lo que en él sucede le importara. Los que le conocen bien sugieren que la explicación de tan extraño comportamiento –antes, dicen, era sociable y risueño- está en la dieta que se ha impuesto, que le obliga a comer todos los días un rábano, un pepino y un pimiento.
dimitir. Por mí, dimitiría todos los días, pero no sé dónde hay que presentarse ni a quién dirigirse.
discusión. Si se mide por el volumen, es fuerte; si por el sabor, agria; si por la temperatura, acalorada; si por el germen que la infecta, virulenta.
dolor. ¿Dónde se recoge, cuando desaparece? ¿Desde qué lugar acecha?
duna. Ola terrestre inmovilizada.

lunes, 17 de diciembre de 2018

Recortes de exigencia


Se les señala, a los recortes de estos últimos años, como la causa de los males y estragos que padece, la enseñanza, me refiero, y concretamente la secundaria. Y no es del todo verdad.
Cuando el cronista, que algo sabe de ello, empezó a dar clase, hace cuarenta años, la ratio habitual era de treinta y tantos alumnos por aula en los cursos de bachillerato, el BUP se llamaba, y llegaba con frecuencia a los cuarenta y pico, y hasta los cincuenta en el viejo COU tan añorado.
Los únicos materiales pedagógicos con que contaban los profesores eran el libro de texto, la tiza y la pizarra. Los exámenes y cualquier otro material complementario los imprimía laboriosamente el conserje en una multicopista que dejaba las manos manchadas de tinta. Apenas se hacían fotocopias, y como mucho había en cada instituto un par de aulas habilitadas con proyector de diapositivas. Los alumnos no disponían de más herramientas que el susodicho libro de texto, el cuaderno y el estuche, y las únicas fuentes de información a su alcance eran los libros y enciclopedias de papel. Con todo, los resultados eran más que aceptables.
¿Qué pasó después? Pues, resumiendo, que unos señores en sus despachos empezaron a urdir una serie de directrices y leyes tendentes a rebajar el nivel de exigencia y menoscabar la cultura del esfuerzo con vistas a atenuar o maquillar las alarmantes estadísticas de fracaso escolar que ni la introducción de las nuevas tecnologías ni la disminución de la ratio de alumnos eran capaces de contener.
A lo mejor ahí, y no solo en los recortes también, naturalmente, en los cambios sociales, tan complejos, y en la unificación de los estudios obligatorios hasta los 16 años, es donde habría que buscar la raíz de los males, que deberían ser atendidos con prontitud porque son graves y nos afectan a todos.

                                               (La Razón, 10 de diciembre de 2017)

lunes, 10 de diciembre de 2018

Lenguas de señas


O lenguas de signos, que es la denominación habitual en España. Esto es, lenguas que se expresan mediante gestos y son percibidas  visual y espacialmente. Como la de los sordos, que es la más conocida.
Entre los precursores de dichas lenguas se cita siempre a fray Pedro Ponce de León (1508-1584), monje benedictino leonés, y a Juan Pablo Bonet (1573-1633), pedagogo y logopeda aragonés, autor de Reducción de las letras y arte para enseñar a hablar a los mudos (1620), considerado como el primer tratado moderno de enseñanza mediante señas alfabéticas configuradas manualmente. La obra, que se tradujo a los principales idiomas, sentó las bases del alfabeto manual que se divulgó posteriormente por todo el mundo.
Al igual que las lenguas orales, también las lenguas de señas están sujetas a cambios y han evolucionado con el tiempo, dando lugar así a distintas variedades. De ahí que se clasifiquen en familias: hispano-francesa, británica, alemana, indo-pakistaní, árabe... De la primera, originada en la antigua lengua de señas francesa, se han derivado a su vez la americana, la mexicana, la moderna lengua de señas francesa, la italiana, la irlandesa y las lenguas de señas ibéricas. En plural estas últimas, porque tampoco en este caso el mapa lingüístico peninsular es uniforme y son tres las que conviven, además de la portuguesa: la lengua de signos española, catalana y valenciana.
Se calcula que hay en el mundo unas cincuenta lenguas de señas, con sus dialectos, y a los usuarios de unas y otras les resulta prácticamente imposible entenderse entre ellos.
Volviendo a fray Pedro Ponce de León y Juan Pablo Bonet, Barcelona honra su memoria con un monolito en la parte alta del Passeig de sant Joan, y la Casa de los Sordomudos, como celebración de sus 50 años de existencia, erigió en 1966 y en el mismo lugar una escultura en la que aparece fray Pedro enseñando a un niño sordomudo.


                                                                   (La Razón, 3 de diciembre de 2018)

lunes, 3 de diciembre de 2018

Maravillas de otoño


La lluvia, que este año ha sido particularmente generosa y aplicada. Aunque se haya excedido puntualmente en algunos sitios, no por eso deja la lluvia de ser civilizada. Da gusto ver cómo se queda después el campo, la cara de satisfacción que pone, y los árboles, cómo lucen, acabados de lavar. Y el contento de los pájaros, que oyen las gotas antes de que empiecen a caer y se avisan unos a otros para no perderse el espectáculo.
Esos claros, cuando el sol se afana por ser el amo del cielo y asoma un momento la cabeza entre las nubes, que son una bendición para la tierra y una delicia para los ojos. El aire se vuelve de color azul y pone en su sitio todas las cosas, dibujándolas y perfilando sus contornos como si estuvieran recién hechas: las calles y los edificios de las ciudades, y los contornos del paisaje hasta la raya del horizonte.
Los caminos, que dan ganas de quitarse los zapatos y andar descalzo sobre las hojas. Las hay amarillas, doradas, marrones, del color del oro viejo, del anaranjado del atardecer… Se amontonan igual que antiguas monedas sin valor y vagan por el aire como si fueran pensamientos sin dueño o pájaros asustados que estuvieran aprendiendo a volar. Un misterio parece que los árboles se desprendan de las hojas en vísperas del frío. Pero quién sabe, a lo mejor simplemente lo hacen para tener al viento entretenido, o porque les estorban para dormir el sueño del invierno que ya asoma.
El veranillo de san Martín (en recuerdo de san Martín de Tours, que partió su capa en dos para abrigar a un mendigo que tiritaba de frío; como recompensa, dice la leyenda, Dios le envió unos días de calor agradable), el rescate de las viejas costumbres interrumpidas por las vacaciones y el placer de volver a ponerse la ropa de abrigo.


                                                      (La Razón, 26/11/2018)