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lunes, 26 de agosto de 2019

Diccionario de un leído de aldea


gacela. Se disfraza de acelga.
gafas. 1 Hacen más guapas a las mujeres, y son una tentadora invitación: nada más sensual que empezar desvistiéndoles los ojos. 2 Alguna personas tiene la costumbre, o la manía, o la necesidad de colocárselas muy abajo, asomadas al  precipicio de la nariz.   
gallina. No sería tan cobarde si hubiera aprendido a volar como todas las de su especie.
gallo. 1 Reloj de la casa, sultán del gallinero. 2 ir a escucha ~. Ir con cuidado y atención, observando si se oye algo: “Recorrió a escucha gallo la calle oscura y desapareció luego entre las sombras de la noche”.
gato. Que hubiera un rebaño de gatos, y al que fuera capaz de pastorearlos le concediesen una sinecura o una canonjía.
geniudo, da. Que tiene muy mal genio.
gente. ¿Cuánto tiempo, para ensalzar un gesto de curiosidad, se lleva diciendo esta frase: “Para que veas que aún hay gente buena en el mundo”?
geografía. 1 La geografía, ya se sabe, la escribe la naturaleza, y por eso es más de fiar que la historia, que la escriben los hombres. 2 La geografía verde de montes y valles.
giste. Cuando la cerveza se sirve mal, con precipitación y negligencia, desborda los diques de la copa y se derrama por el cristal abajo como un alud inofensivo o como la lava blanca y repentina de un pacífico volcán.
golondrina. ¿Descansan y duermen alguna vez?
gorgorito. 1 Burbuja de agua en una fuente o en un charco cuando llueve. 2 Quiebro de la voz en la garganta al cantar.
GPS. Los gepeeses se aturullan en las encrucijadas.
GR. Sendero de gran recorrido, significa. Los geerres se diferencian de los senderos y veredas en que no tienen memoria.
gramática. 1 ¡Hala, a estudiar la gramática!, como si en ella se condensara todo el saber y fuera esa la única exigencia y aspiración del estudiante. 2 ~parda. Los gramáticos de la Real Academia de la Lengua la definen como “habilidad para conducirse en la vida y para salir a salvo o con ventaja de situaciones comprometidas”, pero, siendo asignatura tan útil y simpática, se ha impartido siempre fuera de la escuela; y los que acuden hoy a esta –es estadística personal pero fiable, empíricamente contrastada durante los últimos treinta años- ni siquiera la reconocen por el nombre, aunque la hayan aprendido y se estén sirviendo de ella fuera de las aulas en el diario vivir.
grano. 1 Los de arena solo pueden ser granitos. Y cada uno de nosotros tiene el suyo, que se suele reservar para emplearlo en las buenas causas: “cada cual aportó su granito de arena”. 2 Al separar el grano de la paja, esta es la que más pierde, y aquel el que se queda más solo.
guarda. Dos profesiones desaparecidas que deberían haberse conservado para emplear en ellas a todos los aspirantes a poetas: guarda de montes y guarda de ríos.
guardagujas. Contaban los trenes que pasaban y el número de veces que levantaban el banderín, y retenían en la memoria las caras de los viajeros que viajaban asomados a las ventanillas.
guerra. Ir a la guerra en son de paz, era de joven su ilusión.
güisqui. Los académicos de la RAE se empeñaron en llamarlo así, pero hubieron de desistir en vistas de que la clientela se abstenía. (Véase whisky.)


lunes, 19 de agosto de 2019

Agosto


Los veranos, con la edad, son cada vez más cortos, y el tiempo, el de verdad, no el de los relojes, corre cada año más deprisa.
De junio, el mes que los romanos dedicaban al culto de Juno, queda solo un recuerdo borroso,  ayer como quien dice despedimos a julio (así llamado en homenaje a Julio César, que reformó el antiguo  calendario romano: antes de su reforma, marzo era el primer mes del año) y entra ya agosto, el mes que la etimología consagra al emperador Octavio Augusto, y en el que algunos, que no suelen ser los agosteros, es decir, los jornaleros del campo que se contratan para las faenas de la recolección de los cereales, recogen buenas ganancias de sus negocios (hacen su agosto, dictamina el dicho). Pero, ya lo dice el refranero, "Agosto y septiembre no duran siempre", y también: "Agosto y vendimia no es cada día, y sí cada año; unos con ganancia y otros con daño".   
Conque a disfrutar de los días agostizos antes de que se acorten, y del aire libre agosteño antes de que se enturbie, y de la naturaleza antes de que se agoste (y no vendría mal que lo mismo que el campo se agostaran otras cosas, el gremio político por ejemplo, esa casta empeñada en vivir en la irrealidad). Y de la siesta (del latín sexta [hora], la hora sexta que venía a coincidir con el mediodía), una de las pocas palabras que hemos exportado a otras lenguas, y que tiene una curiosa variante, la siesta del carnero, también llamada la siesta del rey o la siesta del refresco, que es la que se duerme antes de la comida del mediodía. Tanto una como otra, la más común y la del carnero, donde mejor se echan es en el campo, amenizadas por la orquesta de las cigarras o los cencerros de algún rebaño.

                                    (La Razón, 5 de agosto de 2019) 

lunes, 12 de agosto de 2019

Programa de vacaciones


Levantarse temprano, no hace falta que sea cuando canta el gallo, sí cuando todavía el relente invita a llevar abotonada la chaqueta. Se anda bien a esta hora, en amistad con el silencio y en compañía del aire que madruga para adecentar la atmósfera, barrer un poco los caminos y darles conversación a los árboles. La raya del amanecer está empezando a dibujar el contorno del paisaje, los pájaros celebran por adelantado el nuevo día y de los habitantes del cielo queda solo el lucero de la mañana ("el Lucero que invita al trabajo", según dice Ovidio en su Metamorfosis), que es siempre el último en despedirse.
Dejarse luego a partir del mediodía gobernar por la pereza, que, diga el catecismo lo que diga, es en esta época del año una virtud, casi una bienaventuranza, y reposar la tarde con un libro (uno de esos libros de más de trescientas páginas que no tenemos tiempo de leer el resto del año) hasta la hora en que la naturaleza se recoge y se va poco a poco ensimismando en sus abismos interiores para que el mundo pueda descansar.
Dormir en el campo, a la intemperie, sin reloj ni teléfono móvil ni ningún otro artilugio, con una manta para el suelo y otra para abrigarse (se admite saco de dormir), y sin otros ruidos ni otras voces que no sean los de la noche y las del aire. Para la cual cosa, y a fin de que la experiencia resulte del todo placentera, convendría además seguir las siguientes instrucciones: alumbrarse únicamente con las luces del cielo; escuchar el silencio del firmamento y las conversaciones en voz baja con que aves, insectos, árboles, caminos, ecos y sombras entretienen el tiempo; contar las estrellas; pensar: "Y otro día que ha partido para siempre..."; quedarse un rato en paz con uno mismo y aguardar así a que venga el sueño.
  
                                            (La Razón, 29 de julio de 2019)