Día de fiesta
Tocaban
el tambor
a
cuyo son bailaban en las eras
las
tardes de domingo
y
el día del patrón. Adiós tristeza
entonces
y por unas breves horas
olía
el pueblo a fiesta.
Volvían
al oscurecer a casa
y
muertos de pereza
afilaban
en yunques las guadañas
a
golpes de paciencia.
Escuchaban
la radio
a
la hora de la cena
por
si anunciaban lluvias
o
nubes de tormenta.
Oían
también noticias
de
viajes, discursos y alguna guerra.
Y
se iban a dormir
después
de un rato a solas en la puerta.
De
mañana saldrían bien temprano,
aún
altas las estrellas
y
los caminos de la noche oscuros,
a
las praderas a segar la hierba.
O
uncirían los bueyes
si
era tiempo de siembra
y
ararían rastrojos
más
duros que las piedras
con
la esperanza de que fuera ese año
más generosa con ellos la tierra.
(De Cien lecciones de cosas)