Me
entretuve ayer un rato hilvanando una serie de gradaciones, a las que recurrimos
continuamente aunque no nos demos cuenta y que las tenemos siempre en la cabeza
cuando queremos matizar el grado de intensidad de alguna cosa, un sentimiento,
una acción, una vivencia, un hecho, una realidad...
Enumero
unas cuantas a título de ejemplo, empezando por las que ordenan la intensidad
de más a menos (gradación descendente):
Un
cuerpo candente, ardiente, caliente, templado, tibio, natural, fresco, frío.
Una
persona histérica, excitada, nerviosa, intranquila (o eufórica, feliz, alegre,
animada).
Una
jarra rebosante, llena, mediada, vacía.
Un
hecho verídico, real, seguro, probable, posible, incierto, dudoso.
Un
dato esencial (o fundamental), básico, principal, importante, accesorio (o
secundario), anecdótico, trivial, insignificante.
Y
ahora al revés, de menos a más (gradación ascendente):
Un
ser u organismo microscópico, ínfimo, diminuto (o minúsculo), pequeño, mediano,
grande, enorme, gigantesco, descomunal.
Un
lugar cercano (o próximo), distante, lejano, remoto.
Un
hombre malhumorado, enfadado, cabreado, indignado (o irritado, enojado,
encolerizado, furioso).
Y
estas dos, con gradación silábica incluida: precioso, espléndido, maravilloso;
querer (o amar), adorar, idolatrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario