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lunes, 20 de abril de 2020

Primavera aplazada


Es primavera, dice el calendario, y sí, el aire ha traído sus aromas y la luz dibuja con más claridad las cosas, pero, sorprendida, se ha quedado ahí fuera, esperando a que el mundo se recomponga.
Entró por las calles y, al encontrarlas desiertas, se dio media vuelta y se volvió a su escondrijo, que tiene uno en cada bosque, por si se hubiera equivocado de estación y no fuera aún su tiempo.
Y allí está, recogida en su casa como nosotros y en conversación consigo misma. Por lo que ha escuchado decir a los pájaros cuando, al volver de sus correrías, se lo cuentan a los árboles, sabe ya que nadie anda tampoco por los montes y que no se oye ni una voz ni un paso en los caminos.
No lo han hablado entre ellos, porque no les hace falta, pero todos han decidido hacer lo mismo: los pájaros, que organizarán conciertos en todos los sitios públicos, y particularmente en los parques y los patios de las escuelas que ahora están vacíos, para cuando otra vez vuelvan a tener quien los escuche; los árboles, que tardarán el tiempo que haga falta hasta echar los brotes más tiernos y lucir las hojas más nuevas; los caminos, que aprovecharán para alfombrar de flores las orillas y estudiar la manera de orientar mejor a los viajeros.
Es primavera, lo sabemos, aunque este año la hemos recibido a lo mejor como esas margaritas tempranas que, al oír zumbar a las primeras abejas, asomaron entre la hierba antes de tiempo y, sorprendidas de madrugada por un aire frío intempestivo que sopló de golpe, amanecieron con la cabeza ladeada y los pétalos mustios.
Pero igual que le ocurrió al poeta Antonio Machado cuando vio que, "con las lluvias de abril y el sol de mayo", le habían salido al olmo viejo y "hendido por el rayo" algunas hojas nuevas, también nosotros esperamos "hacia la luz y hacia la vida, / otro milagro de la primavera".

viernes, 10 de abril de 2020

A este lado de la pared


¿De qué se puede escribir en un tiempo como el que estamos viviendo? Más aún, ¿tiene sentido decir algo que no procure algún consuelo, que no traiga alguna ayuda o infunda siquiera alguna esperanza? Y también, ¿a quién le va a importar lo que uno pueda decir si no contribuye en algo a aliviar o entender o sobrellevar lo que está pasando?
Tenía aquí medio preparados unos cuantos asuntos, que considerados ahora parecen ya como de otra época, como si en el intervalo en que fueron esbozados y el presente en que se revisan hubiera habido algún socavón en el devenir de la historia, o el mundo hubiera padecido algún trastorno, o sin darnos cuenta estuviéramos todos siendo víctimas de algún mal sueño engañoso.
Este, por ejemplo, sobre diversos términos que se han apoderado del léxico actual (que se habían apoderado, me he apresurado mentalmente a corregir): reinventarse, ponerse las pilas, cambiar de chip, planes con niños, momentazo, hoja de ruta, empoderamiento, líneas rojas, calidad de vida (ganar en), desconectar (del mundo, del trabajo, de los problemas...), librar el partido más importante de la vida..., con una sección aparte para esa inexplicable afición por los diminutivos: veranito, fallito, puntito...
Y llevado por la querencia de las cosas de la lengua, un pequeño repertorio de expresiones con la fórmula estar que: está que trina, está que se sube por las paredes, está que muerde, está que rabia, está que bota, está que pega saltos, está que bufa, está que echa rayos, está que no vive...
Y otro, en pañales también, sobre construcciones con la fórmula no...ni...: no entender ni jota, no decir ni pío, no decir ni mu, no tener ni idea, no saber ni torta, no caber ni un alfiler...
También este, sobre el modo como aplicamos a veces los adjetivos a sustantivos con los que, en apariencia al menos, poco tienen que ver, y cómo de la unión de uno y otro salen expresiones bien curiosas. Por ejemplo: círculo vicioso, punto flaco, mentira piadosa, sana alegría, ciencias puras, de pura cepa, de rabiosa actualidad...
Y pariente del anterior, un apartado que, desatendido desde el primer día, luce título vistoso, Expresiones curiosas, pero tiene aún el escaparate casi vacío: presencia de ánimo, cargarse de razón, armarse de paciencia...
La paciencia que ahora necesitamos, y el ánimo y la razón de los que tendremos que armarnos cuando pasemos al otro lado de la pared que ahora se nos ha puesto delante.


miércoles, 1 de abril de 2020

Diccionario de un leído de aldea


I
ideal. Cultivar un huerto, y que los ángeles unzan la yunta y nos lo aren, como a san Isidro, mientras uno lee a la sombra.
idealista. “Un idealista es un hombre que, partiendo de que una rosa huele mejor que una col, deduce que una sopa de rosas tendrá también mejor sabor”. (E. Hemingway)
ilusión. 1 En nuestro tiempo, los niños la pierden cada vez más temprano; a los jóvenes, en cambio, apenas se les brinda esa oportunidad (no se pierde lo que no se tiene). 2 Y las ilusiones perdidas, ¿qué habrá sido de ellas?
imagen. Como la piedra desprendida de la cima de la montaña va al fondo del valle, donde encuentra reposo, así también…
improperio. Los que se lanzan como si fueran lanzas.
infancia. 1 En la infancia se es feliz por dos motivos: o porque se espera seguir siéndolo, o porque se sueña con serlo algún día. 2 Véase paraíso.
infusa. ciencia ~. Para la teología, el conocimiento recibido directamente de Dios; para los que no llegan tan alto, saber no adquirido mediante el estudio. Tengan razón la primera o los segundos, a todos nos habría gustado, en especial en la edad adolescente cuando teníamos que vérnoslas con los libros, que hubiera bajado del cielo como el maná de los israelitas en el desierto y se hubiera posado sobre nuestras cabezas y hubiera entrado siquiera un rato a alumbrar un poco nuestro entendimiento. 
intelectual. 1 Encargado de redimir a la clase obrera (véase clase). 2 Enemigo público de la televisión. 3 Personaje por lo general vanidoso, petulante, egocéntrico y alejado de la realidad (la cual, afortunadamente, suele ir siempre muy por delante de los rígidos esquemas mentales de todo aquel que pretende interpretarla).
invento. Alguien debería inventar una máquina que contara las palabras que uno ha dicho, y cuántas veces cada una. O un diccionario en el que, al abrirlo, apareciera, al lado de cada palabra, el número de veces que la hemos usado a lo largo de la vida. Así podríamos saber no solo cuáles han sido las más empleadas, sino también aquellas que, por las razones que sean, no hemos usado nunca. Periódicamente, una vez al mes por ejemplo, sería conveniente hacer una especie de estadística o recuento parcial, y repetir la misma operación al término de un año. Tendríamos ocasión así de verificar que son muchísimas más las que sistemáticamente relegamos que aquellas a las que, con mayor o menor asiduidad, recurrimos, y que son miles y miles las que se pasan meses y años sin que nadie se acuerde de su existencia. Y entonces a lo mejor, solo por compasión, nos proponemos hacer todo lo posible por sacarlas de esa vida tan aburrida que llevan en los diccionarios y airearlas un poco.    
ironía. Hay quien opina que a partir de los cincuenta años deja de cotizarse como un valor moral y literario.
isla. Nube de tierra (véase nube).
izquierda. ~de izquierdas. El que puede decir públicamente que lo es si quiere quedar bien (véase derecha).

J
jaculatoria. Larga y estrecha como una jaculatoria, que dijera el tío Patricio de una su tierra de labranza que sembraba las más de las veces de trigo trechel (también llamado marzal).
jarabe. Los jarabes, si se revuelven, son rebajas.
jubilado, da. 1 Suena ya tan mal como cuñado o cuñada: mejor decir retirado o retirada. 2 Muchos, al adquirir esta condición, ven que se les acaba el tiempo y quieren vivir lo no vivido hasta entonces.
juicio. “Nadie en su sano juicio…”, decimos, pero, ¿a qué adjetivo podríamos acudir  para expresar justamente lo contrario de sano: enfermizo, dañado, decaído…? 
jurisconsulto, ta. Por otro nombre abogado, persona que estudia, interpreta y profesa la ciencia del derecho; jurisperito, jurisprudente.