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martes, 23 de junio de 2020

Como un sueño


Tanto lo había deseado que le parecía imposible que algún día fuera a suceder. Andar por los caminos, perderse en el monte. Lo que antes era la rutina del fin de semana convertido ahora en todo un acontecimiento. Tres meses como tres siglos esperando que llegara. Una brecha en el tiempo que no terminaba de cicatrizar.
Salir a la carretera. Las molestias del tráfico, que han dejado de serlo. El coche como un aliado. Le salvaguarda y le lleva. Para qué correr, no hay prisa por llegar si el viaje se hace en libertad. Ahí está el espectáculo siempre nuevo y cambiante del paisaje. Solo cuando se pierde una cosa se aprende a valorarla. En los conductores que le adelantan advierte un gesto de complicidad.
Le recibió, al bajar del coche, una de esas tardes del mes de junio que son sin duda una de las mayores maravillas del mundo natural.
Los primeros pasos, como un niño que estrenara unos zapatos nuevos. Y le vienen al recuerdo los primeros días, cuando desde el balcón veía a los que caminaban encogidos por la calle, mirando al suelo, como temerosos de estar infringiendo alguna norma y que alguien les pudiera llamar la atención. Y la primera vez que se atrevió a salir, con una bufanda por escudo, zigzagueando de la acera a la calzada.
El silencio del camino que regala el milagro de la calma. El aire hablando en voz baja con las hojas nuevas de los árboles. Los olores que la lluvia, tan aplicada esta primavera, le ha sacado al monte.
Pero ningún regalo comparable al de la libertad.
Los pájaros, que cantan por estar vivos, qué mejor motivo, y una lección que podríamos aprender. En una encrucijada se desvió de la ruta. Le costó abrirse paso por entre la maleza hasta llegar al alto.
Se tumbó sobre la hierba y, mirando al cielo, se entretuvo durante un rato en ponerles nombres a las nubes como hacía cuando era niño: ¡una isla, una cordillera, una torre, un rebaño...! Y por unos momentos, al despertar, le pareció que el coronavirus ya no estaba allí.
    (La Razón, 15 de junio de 2020)




lunes, 15 de junio de 2020

Diccionario de un leído de aldea


M
madera. Está hecha de una materia natural y es buena, confiada, noble y sin doblez.
maleta. Había antes maletas que, de tanto viajar en tren, se equivocaban de estación. (Las de hoy optan más bien por perderse en los aeropuertos.)
mandarina. Mondarina, decía mi madre, corrigiendo con gracia y tino la forma de la palabra de acuerdo con el fruto al que designa, tan fácil de mondar.
mano. 1 Dudaba entre poner la mano en el fuego o agarrarse a un clavo ardiendo. 2 Es la palabra a la que más espacio y atención dedica el diccionario. Y nada tiene de extraño: se valen también de ella los animales (muy en particular el elefante, al que le sirve de trompa) y puede encontrarse a cualquiera de los dos lados del que habla o trata de orientarse, en el mazo del mortero, en las paredes recién pintadas (una sola o más de una), en los juegos de azar… La mano es capaz de hacerse pasar por habilidad y tacto (con los niños, por ejemplo), por influencia y poder (verbigracia en una empresa), teniendo en esto ventaja la izquierda, particularmente si se trata de resolver con astucia situaciones difíciles. Ser la mano derecha de alguien reporta quizá más beneficios que ser mano de obra, y tenerla de santo para encontrar remedios eficaces cuando haya necesidad es aún mejor que tenerla, habitual y simplemente, buena. Varía mucho según sea el calificativo que se le aplique: mano blanda, mano diestra, mano dura, mano larga, mala mano, de primera o de segunda mano… Del mismo modo es diferente si se va por ahí con ellas cruzadas, vacías, llenas, con una en el corazón o una sobre la otra, con una delante y otra detrás o con las dos en la cabeza. Si dejar a alguien de la mano no está bien, peor es encontrarle luego dejado de la de Dios, y acaso sea preferible que algo se nos vaya de las manos a que se lo quitemos a otro de las suyas. Y si nunca está bien que dos lleguen o vengan a las manos, más reprobable es untárselas a un tercero con ánimo de obtener secretos beneficios; y si se ve uno obligado a lavárselas, que sea en verdad porque no ve claro el asunto, no vaya a suceder que, por desentenderse y no querer saber nada, se las aten por la fuerza al inocente.           
mañana. Esta de marzo, azul y, de tan clara, sin esquinas.
mapa. Por donde viajan los niños (y los pobres).
mar. Ver el mar fue durante toda su vida el sueño de mis abuelos, pero se murieron, como tantos otros campesinos de su misma edad y condición, sin verlo cumplido. Y eso que lo tenían en Ribadesella a 140 kilómetros por carretera.
marear. Todavía hay personas que se resisten a viajar en automóvil porque tienen miedo a marearse.
margarita. Algunas margaritas silvestres se habían asomado entre la hierba para ver si llegaba ya la primavera. Anoche bajó la helada y han amanecido hoy las pobres con la cabecilla ladeada, el tallo tembloroso, diminutas, vueltos sus pétalos abrasados al suelo, avergonzadas de su temprana temeridad. 
mariposa. Cuenta las sílabas de un verso y se posa en una flor, y así se pasa todo el día, haciendo rimas.
máscara. La cáscara con que se cubren algunas personas (véase cáscara).
médico. Hasta hace un par de siglos, matasanos.
memoria.  1 El río de la vida. 2 Las veredas de la memoria son amarillas, el color del tiempo viejo y olvidado. 3 La memoria, que es olvidadiza y en ocasiones traicionera, porque no siempre está atenta y con demasiada frecuencia se distrae…: por eso omite y descuida muchas más cosas de las que recuerda. 4 “Si la memoria no me engaña…”: curiosa manera de quitarse la responsabilidad de encima y echarle la culpa a otro. 5 ¡La memoria, que tantas ilusiones inventa con el fin de consolarnos! 6 "Déjame en paz, memoria; no me cuentes mi vida" (Miguel d'Ors, La imagen de su cara)
meñique. En el dedo meñique guardan las manos por la noche todas las caricias que no han regalado durante el día (véase caricia).
mercado. Sócrates, en la puerta del mercado de Atenas: “¡Cuántas cosas hay aquí que yo no necesito”, y se marchó.
metáfora. Un ejemplo: el burro de un pastor atado a la puerta de una cantina.
metamorfosis. No cambian las montañas, pero sí los ojos que las admiran; es el mismo cielo, pero no el cristal con que se observa; andamos los mismos caminos, pero son otros los pasos que nos guían.
microrrelato. Suspiro de relato. Se me han ocurrido así de pronto estos dos, Luna robada y El primer recuerdo. El primero es una variante de la entrada 2 de luna (véase): Este era un niño que una tarde subió a la montaña más alta y esperó allí a que saliera la luna. Y cuando llegó donde él estaba, la cogió y la guardó en la mochila. A ver qué decían ahora en casa cuando les pidiera algo, pensó. El segundo, como reza el título, podría ser mi primer recuerdo: Recordaré siempre las primeras palabras que dije nada más nacer: –¡Qué frío! ¡Con lo bien que se estaba ahí dentro!
miedo. 1 El de la gota de lluvia que se agarra desvalida con todas sus fuerzas a la rama. 2 El del hilo cuando se resiste a pasar por el ojo de la aguja.
miel. La luz de color miel de las tardes de otoño.
milagro. Solo los que han sufrido una desgracia creen, y por poco tiempo la mayoría de las veces, en los milagros.
minuto. Las horas pasan, los minutos marchan en fila india, los segundos huyen a la desbandada.
mirada. Esas que por discreción desviamos cuando a medio camino se encuentran con los ojos de la persona a quien iban dirigidas, ¿adónde van, y quién las apaga del todo?
misterio. 1 Por ejemplo: ¿quién descubrió el mar? Otro: ¿de qué color es el cristal con que mira Dios las cosas? Y uno más: ¿quién mató a Caín? 2 La ciencia y la razón son sus enemigas, y amenazan con enterrarle.
modestia. Es tan modesta que nadie repara en ella, ni se acuerda de practicarla.
mojigato, ta. La palabra en sí es simpática, y muy curiosa etimológicamente por cuanto es fruto de la unión de mojo y gato, dos formas distintas de nombrar al mismo animal. Se aplica a las personas de naturaleza en apariencia humilde y mansa, pero en realidad astuta y traicionera, y no pareciendo bastante con mencionar el nombre del felino una sola vez se optó por repetirlo, para que no hubiera dudas al respecto y quedara bien claro el significado.  
montaña. Los huesos de la tierra.   
monte. El sol no se fía de los que andan por los montes y por eso de vez en cuando aparta las hojas de los árboles con el dedo.
moño. Límite o línea roja, como se dice ahora de la indignación.
moquero. Pañuelo para limpiarse los mocos.
morcilla. Para buena, la reventona.
morir. Morir durante un paseo solitario bajo la nieve, acaso sea esa una de las maneras más dignas y bellas de pasar ese trance.
mosca. Las de septiembre son las más impertinentes y ofensivas porque se saben las últimas de la estirpe.
muerte. 1 Lo más terrible de la muerte es la certeza absoluta de que nunca nadie nos contará cómo nos sobrevino, ni lo que se dijo de nosotros después. 2 La fecha más trascendental de nuestra vida, que jamás sabremos. 3 Con qué naturalidad y despreocupación hablamos de ella cuando no nos atañe, ni a los nuestros. 4 Ese hueco inquietante y esa cifra desconocida en el paréntesis que póstumamente resume una vida (1952-   ). 5 “…pero más intensa es la muerte, la alta recompensa de la vida” (J. Keats).
mujer. Sostiene un amigo que, a una determinada edad, lo que más aprecian los hombres en las mujeres no es ya la belleza sino la bondad.
mula. Es terca por no dejar en mal lugar al dicho (véase terco, ca).
muletilla. La mula, para sostener la carga; la muleta, para apoyar el cuerpo; la muletilla, para aguantar el tejado de la conversación.  
mundo. 1 El mundo hay que mirarlo cada día con ojos nuevos. Ya lo dijo el poeta John Keats: “La costumbre corrompe toda dicha”. 2 No decir nunca: “el mundo en el que nos ha tocado vivir”. 3 ¿Cómo quedará el mundo cuando hayan sucedido en él todos los acontecimientos?
murera. Pequeño montón de tierra que en sus ratos de entretenimiento levantan los ratones en los prados o el pasto (de mur, nombre antiguo de ratón, del latín mus, muris, de donde también musgaño, murciélago, propiamente “ratón ciego” y musaraña, “ratón araña”).
musaraña. 1 Animalejo muy parecido al ratón. Etimológicamente, “ratón araña”, por la creencia popular de que su mordedura es venenosa como la de la araña. 2 Nubecilla que imaginamos en el aire o que se pone ante los ojos, muy útil para distraer la atención.
musgaño. Pequeño mamífero insectívoro, parecido a un ratón (véase murera).
música. Un espino en primavera alborotado de ruiseñores al atardecer. 


lunes, 8 de junio de 2020

Escenas de la vida cotidiana


De la vida cotidiana que llevábamos antes. La vida previsible que teníamos aprendida de memoria porque nos parecía que iba a durar siempre. La vida que dejamos atrás no hace ni siquiera tres meses y que ahora nos parece tan lejana.
La añoramos, y nos gustaría que lo que ha pasado fuera solo un paréntesis y que las cosas volvieran a su sitio. Que se recuperase el guion interrumpido y las imágenes discurrieran de nuevo ante nuestros ojos. Las imágenes de aquellas viejas escenas que, de tan comunes y repetidas, apenas nos llamaban la atención:
El café a media mañana en compañía del periódico, sin duda uno de los ritos distintivos de nuestra civilización.
El grupo de turistas arremolinados en torno a un guía.
La doble fila de niños cogidos de la mano que caminan por la acera con formalidad adulta escoltados por sus maestras.
La pareja de jóvenes que aborda con una sonrisa a los transeúntes pidiéndoles un minuto de tiempo para contestar a unas preguntas, y qué pocos les dan esa limosna.
Los empleados que salen a fumar a la calle con la mirada perdida y la expresión ausente.
Los escolares cargados de móviles y mochilas que hacen cola desganados en la entrada de un museo.
Los jubilados que se van turnando en la ocupación de los bancos de la plaza... Aunque aparentemente entretenidos en inspeccionar el cielo y observar a los viandantes, lo que más les gusta es perderse por los caminos de la memoria.
La pequeña algarabía de las entradas y salidas de los colegios.
La animación de las palomitas en los vestíbulos de los cines.
La sobremesa de los restaurantes.
El paseo tranquilo, no este de la desescalada, entre imperativo y protocolario, también reglamentado, y las filigranas que hacen algunos para esquivar y no encontrarse de frente, y el recuento de los que llevan o no mascarillas.

      (La Razón, 7 de junio de 2020)

miércoles, 3 de junio de 2020

Notas de lectura


"Aquí hay fuentes frescas, aquí, Licóride, prados blandos; aquí está el bosque; aquí moriría contigo de pura vejez" (Virgilio, Bucólicas).

"He llegado con tanto retraso al mundo que me he desorientado para siempre" (W. Shakespeare, Antonio y Cleopatra)

"Peligrosos son los viejos que conservan el recuerdo de las cosas pasadas y han perdido el de las muchas veces que las cuentan" (Montaigne, Ensayos)

"La esperanza, el mejor consuelo de nuestra condición imperfecta..." (E. Gibbon, Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano)

"La melancolía es la felicidad de estar triste"  (Victor Hugo)

Felipe II, cuando estaba en su palacio de Lisboa, echaba de menos a los ruiseñores, “aunque algunos pocos decía en una carta muy sentida, se oyen algunas veces de una ventana mía”.
Y su hija, que era la destinataria, le contestó así a vuelta de correo: “Tenga cuidado, padre, de no caer en el pecado de melancolía”.