Seguidores

martes, 30 de enero de 2018

Palabras y expresiones castellanas de origen bíblico (y III)



pagano, na. Del latín paganus, 'aldeano', y este derivado de pagus, 'aldea'. La resistencia del medio rural a la cristianización explica el origen de esta palabra, empleada en la Biblia para designar a la persona que no es cristiana o no ha sido bautizada.

pan. el pan, o el pan nuestro, de cada día: algo habitual o frecuente (Mateo 6, 11: "El pan nuestro de cada día dánosle hoy..."). Son asimismo de uso común, aunque no figuren en el DRAE, las expresiones siguientes: ganarse el pan con el sudor de la frente, frase tomada de las palabras de Dios a Adán después de que este le hubiera desobedecido, imponiéndole la condena del trabajo para comer y subsistir (Génesis 3, 19: "Ganarás el pan con el sudor de tu frente..."); no solo de pan vive el hombre, advertencia sobre el hecho de que el ser humano tiene más necesidades, además de las meramente alimenticias (Mateo 4, 4: "No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios").

paño. paño de lágrimas: persona en quien se puede encontrar atención, consuelo o ayuda. Es más que probable que esta expresión tenga su origen en el paño de la Verónica, por alusión a la mujer que, según la tradición católica, tendió a Jesús un velo, lienzo o paño en el viacrucis para que enjugara el sudor y la sangre. En esa tela (el paño, el lienzo o el velo de la Verónica) quedó milagrosamente impresa la faz de Cristo, el llamado Santo Rostro. La escena descrita no aparece, sin embargo, en la Biblia.

paraíso. En el Antiguo Testamento, jardín, conocido también como paraíso terrenal, en el que Dios colocó a Adán y Eva. Además de la referencia del Génesis, Jesús, poco antes de morir, alude a él cuando contesta así al 'buen ladrón' crucificado a su lado: "Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23, 43).

pascua. Del latín pascuum 'lugar de pastos, alimento de los animales', en referencia a la terminación del ayuno cuaresmal en esas fechas. Para los hebreos, es la fiesta solemne con que conmemoran su liberación del cautiverio en Egipto (pesach  'paso, tránsito'). En la Iglesia católica, fiesta en que se conmemora la resurrección de Jesucristo, llamada también pascua florida; fiestas de Navidad, Epifanía y Pentecostés, y tiempo comprendido entre la Navidad y el día de Reyes. cara de pascua, o cara de pascuas: cara risueña y apacible; dar las Pascuas: felicitar a alguien en el tiempo de ellas, particularmente la de Navidad; de Pascuas a Ramos: de tarde en tarde; estar alguien como una pascua, o como unas pascuas: estar muy alegre y contento; hacer la pascua a alguien: fastidiarlo, perjudicarlo; santas pascuas: expresión con la que se da a entender que hay que conformarse con lo dicho o hecho.

pastor. el Buen Pastor: Jesucristo (Juan 10, 11: "Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas").

Pentecostés. Del griego pentekosté 'quincuagésima'. Fiesta de los judíos en memoria de la ley que Dios les dio en el monte Sinaí, que se celebraba cincuenta días después de la Pascua del Cordero. Festividad cristiana en que se conmemora la venida del Espíritu Santo que se celebra el quincuagésimo día después de la Pascua de Resurrección.

piedra. piedra de escándalo: origen o motivo de escándalo (Romanos 9, 32-33: "Tropezaron con la piedra de escándalo, según está escrito: 'He aquí que pongo en Sión una piedra de tropiezo, una piedra de escándalo...'"); tirar la primera piedra: ser el primero en censurar o condenar algo, en el sobrentendido de que quien lo hace tampoco está libre de falta. La expresión, que no figura en el DRAE, está tomada del pasaje en que Jesús evita que una mujer adúltera sea lapidada, avergonzando de paso a los acusadores: "El que de vosotros no tenga pecado, que tire la primera piedra" (Juan 8, 7). 

polvo. sacudir el polvo de los pies, o de los zapatos: apartarse de un lugar digno de castigo y de aborrecimiento. Los judíos, al regresar de un país pagano, tenían por costumbre sacudirse las sandalias y la ropa antes de entrar en Palestina, para no contaminar su tierra con el polvo de los países extranjeros (Mateo 10, 14: "Si no os reciben o no escuchan vuestras palabras, saliendo de aquella casa o de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies").

querubín. Del hebreo kerub[im].  Espíritu celeste que integra el segundo de los nueve coros en que se ordenan los ángeles (Ezequiel 10, 14: "Cada uno tenía cuatro caras. La primera era de querubín..."). También, persona de singular belleza.

río. bañarse en el río Jordán: remozarse, rejuvenecerse (Mateo 3, 5-6: "Acudían a él [Juan Bautista] de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región del Jordán; ellos confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán").

rollo. rollo macabeo: se dice de una persona o cosa aburrida, o de un discurso largo y pesado. La expresión tiene su origen en los libros I y II de los Macabeos, los cuales, además de estar escritos en rollos de pergamino, relatan con tal detalle la lucha de la familia de los Macabeos  contra el dominio de Antioco IV Epifanes que su lectura resulta muy pesada y aburrida, por la gran cantidad de datos, fechas, genealogías, batallas y lugares que se citan.

sábado. Del latín sabbatum, este del griego sábbaton, y este del hebreo sabbat 'descanso'.  Sexto día de la semana, festivo para el judaísmo, que lo considera el séptimo, por ser el que Dios descansó después de la creación (Génesis 2, 2-3: "Dios dio por terminada su obra el séptimo día, y en este día descansó de toda su obra. Dios bendijo el día séptimo y lo santificó..."). Sábado de Gloria: Sábado Santo.

salomón. Hombre de gran sabiduría, por alusión a Salomón, rey de Israel y de Judá, e hijo de David.
           
salomónico, ca. Referido a Salomón. Dicho de una decisión, de una sentencia o de una solución, que intenta satisfacer parcialmente a todas las partes en conflicto, con propósito de justicia y ecuanimidad. La expresión procede del Libro I de los Reyes (3, 16-28), donde se relata el famoso juicio emitido por el rey Salomón al acudir a él dos mujeres que reclamaban ser las madres del mismo niño. Salomón ordenó que el niño fuese partido en dos mitades y que se le diese una a cada madre, ante lo cual una de ellas le pidió entre sollozos que no lo hiciera, que antes prefería que se lo entregasen a la otra mujer. El rey dedujo que la que así había reaccionado era la verdadera madre (la otra había aceptado la sentencia) y ordenó que le entregasen a ella el niño.

samaritano, na. Natural de Samaria, región de Palestina. Se aplica a la persona que ayuda a otra desinteresadamente, por alusión a la parábola del 'buen samaritano' (Lucas 10, 30-37), en la que Jesús contrapone la ayuda y los cuidados que prestó un samaritano a un hombre malherido que encontró accidentalmente de camino, contraponiéndola a la que habían adoptado anteriormente un sacerdote y un levita que, al ver al mismo hombre, habían pasado de largo .

sansón. Hombre muy forzudo, por alusión a Sansón, juez de Israel, dotado de una fuerza prodigiosa (Jueces 13-16).

satán, satanás. Persona diabólica, por alusión a Satán o Satanás, príncipe de los demonios en la tradición judeocristiana, nombrado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

semita.  Según la tradición bíblica, descendiente de Sem, hijo de Noé.

seno. seno de Abraham: en la doctrina católica y judaica, lugar donde estaban detenidas las almas de los justos esperando a ser redimidas por Jesucristo; en el catolicismo, limbo destinado a los justos del Antiguo Testamento (Lucas 16, 22-23: "Murió el pobre, y los ángeles le llevaron al seno de Abraham").

sepulcro. santo sepulcro: sepulcro en el que estuvo sepultado Jesucristo; sepulcros blanqueados: expresión metafórica, no recogida en el DRAE, para designar a los hipócritas y farsantes (Mateo 23, 27: "¡Ay de vosotros maestros de la ley y fariseos hipócritas, que sois como sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre!").

serafín. Del hebreo serafim 'nobles príncipes', 'ángeles alados'. Cada uno de los espíritus bienaventurados que forman el primer coro celestial.

setena. pagar alguien con las setenas: sufrir un castigo superior a la culpa cometida. La expresión proviene del episodio del Génesis en que Caín, tras recibir la maldición divina y ser condenado a llevar una vida errante, expone su temor a que cualquiera que le encuentre le mate. A lo que Dios contesta: "No será así; si alguien mata a Caín, lo pagará siete veces", es decir, como se puede leer en algunas traducciones antiguas, "con las setenas" (Génesis 4, 15).

simonía. Del bajo latín medieval simonia, derivado del nombre de Simón el Mago, personaje que ofreció dinero a los apóstoles con el propósito de obtener el don de conferir el Espíritu Santo mediante la imposición de las manos. De ahí que se utilice para designar la compra o venta de cosas espirituales, como los sacramentos, o de cosas temporales unidas a las espirituales, como los beneficios o cargos eclesiásticos.

sodomita. Del latín sodomita, 'habitante de Sodoma', y este del hebreo sedom, Sodoma, ciudad que, según la Biblia, fue arrasada por Dios en castigo de la vida depravada de sus habitantes (Génesis 19, 24-25: "Entonces el Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego del Señor desde el cielo. Y destruyó estas ciudades y toda la vega, todos los habitantes de las ciudades y toda la vegetación del suelo"). Natural de Sodoma, antigua ciudad de Palestina; que practica la sodomía. Sodoma y Gomorra: expresión acuñada, que el DRAE no recoge, para referirse a un lugar en el que abundan los vicios y la perversión.

tabernáculo. Lugar donde los hebreos tenían colocada el arca del Testamento (Éxodo 26, 1: "Harás el tabernáculo con diez cortinas de lino torzal de púrpura violeta, escarlata y carmesí, con querubines artísticamente bordados").

tierra. tierra de promisión,  o tierra prometida: la que Dios prometió al pueblo de Israel (Génesis 15, 18); por extensión, tierra muy fértil y abundante.

vaca. vacas flacas: período de escasez; vacas gordas: período de abundancia. Ambas expresiones provienen del episodio bíblico en que José interpreta los sueños del faraón de Egipto, al que se le aparecen en sueños, sucesivamente, siete vacas gordas (siete años de prosperidad y buenas cosechas) y siete vacas flacas (siete años de miseria y malas cosechas) pastando en las orillas del Nilo (Génesis 41, 1-36).

valle. valle de Josafat: lugar en el que se desarrollará el juicio final (Joel 4, 1-2: "Porque en aquel tiempo, cuando yo restaure Judá y Jerusalén, reuniré a todas las naciones y las haré bajar al valle de Josafat, y allí las juzgaré..."); hasta el valle de Josafat: hasta el día del juicio final, para dar a entender que dos personas no esperan volver a verse ni a tratarse mientras vivan; valle de lágrimas: este mundo, aludiendo a las penalidades que se pasan en él, expresión recogida de la salve, e inspirada a su vez en un verso de los Salmos.

vestidura. rasgarse las vestiduras: escandalizarse, mostrar indignación (Mateo 26, 63-65: "El sumo sacerdote [Caifás] le dijo: ¡Te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el mesías, el hijo de Dio! Jesús contestó: Tú lo has dicho... Entonces el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras y dijo: ¡Ha blasfemado!").  Entre los hebreos, era, además,  una forma de manifestar el duelo, como hace Jacob al enterarse de que su hijo José ha sido despedazado por una fiera (Génesis 37, 34), o Job cuando un mensajero le trae la noticia de que todos sus hijos han muerto, sepultados bajo los muros de la casa (Job 1, 20).

viacrucis. Del latín via crucis 'camino de la cruz'. Representación, en un camino o en las paredes de una iglesia, de las principales escenas de la pasión de Jesucristo; rezo con que se conmemoran los pasos del Calvario; sucesión de adversidades y sufrimientos.

voz. dar voces en el desierto: cansarse en balde, trabajar inútilmente; la voz que clama en el desierto: se aplica al que se esfuerza en vano por dar consejos o advertencias. Las dos expresiones provienen del episodio en que Juan Bautista comienza su predicación: "Por aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo: Convertíos, porque está cerca el reino de Dios. Este es aquel que el profeta Isaías había anunciado cuando dijo: Voz que grita en el desierto: Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos" (Mateo 3, 1-3).


miércoles, 24 de enero de 2018

¿Sin palabras?

Hablar, conversar, dialogar, departir, charlar, platicar, parlamentar, comentar, bromear;
contar, decir, relatar, explicar, novelar;
informar, anunciar, advertir, avisar;
llamar, nombrar;
opinar, perorar, conferenciar, discursear;
ofrecer, proponer, invitar;
cantar, entonar, tararear, recitar, declamar;
rezar;
farfullar, balbucir, susurrar, murmurar;
consolar, compadecer, tranquilizar, animar, confortar, alentar;
convencer, atraer, seducir, persuadir, disuadir;
argumentar, razonar, probar;
tratar, convenir, pactar, acordar;
querer;
confesar, desahogarse, sincerarse, revelar;
implorar, pedir, rogar, requerir, suplicar, apelar, invocar, solicitar, demandar;
ordenar, mandar, exigir;
intrigar, cotillear, urdir, maquinar;
calumniar, difamar, insultar, escarnecer, injuriar, ofender, ultrajar, zaherir, maldecir, traicionar, condenar;
perdonar;
defender, acusar, reprochar, censurar, criticar, amonestar, recriminar, regañar, reprender;
confundir, desconcertar, aturdir, avergonzar;
distraer, alegrar, entretener, divertir, aburrir;
alabar, elogiar, encomiar, celebrar;
saber:
¿nos resultaría tan fácil, sin palabras?


miércoles, 17 de enero de 2018

Palabras y expresiones castellanas de origen bíblico (II)


eccehomo. Imagen de Jesucristo como lo presentó Pilatos al pueblo, azotado y coronado de espinas; persona de aspecto lastimoso por las heridas y magulladuras que tiene. Del latín ecce homo, 'he aquí el hombre' (Juan 19, 5: "Jesús salió fuera, llevando la corona y el manto de púrpura, y Pilato les dijo: ¡Ahí tenéis al hombre!). 

edén. Palabra hebrea con que se designa el paraíso terrenal, es decir, la morada del primer hombre antes de desobedecer a Dios.

escriba. Entre los hebreos, doctor e intérprete de la ley. Los escribas son citados tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo.

estatua. quedarse hecho una estatua: quedarse paralizado por el espanto o la sorpresa. Es probable que su origen sea la expresión bíblica convertirse en una estatua de sal, tal como le ocurrió a la mujer de Lot cuando, desobedeciendo a Dios, se dio la vuelta para mirar cómo era destruida por el fuego la ciudad de Sodoma (Génesis 19, 15-26).

evangelio. Historia de la vida, doctrina y milagros de Jesucristo, contenida en los cuatro relatos atribuidos a los cuatro evangelistas y que componen el primer libro del Nuevo Testamento; cada uno de esos cuatro libros. Procede del latín evangelium, y este del griego euangélion  'la buena nueva, el buen anuncio'.
           
fariseo. Seguidor de una secta judaica que cumplía rigurosamente con los aspectos externos de la Ley, pero no sus preceptos y su espíritu; por extensión, hipócrita. En los Evangelios se hacen numerosas referencias a ellos, resaltando la hipocresía con que observan los preceptos de la religión / farisaico, ca. Propio de los fariseos. fariseísmo. Actitud hipócrita.

faz. la santa faz: imagen del rostro de Jesús. Según la tradición católica, en el camino del Calvario, una mujer (que más tarde sería llamada Verónica, del griego Berenike, 'portadora de la victoria', aunque la etimología popular hizo derivar erróneamente el nombre del latín verum, 'verdadero', y del griego eikon, 'imagen': 'la verdadera imagen') se quitó su velo o pañuelo para secar la cara de Jesucristo, cuya imagen quedó así impresa, conservándose además milagrosamente como objeto de culto a lo largo de los siglos. Este episodio, sin embargo, y pese a representar una de las estaciones del viacrucis, no se relata en los Evangelios. Sí se alude a él, en cambio, en el Evangelio apócrifo de Nicodemo, del siglo II.


filisteo. De un pueblo que ocupaba la costa mediterránea al norte de Egipto y que luchó contra los israelitas. Se le menciona en el Antiguo Testamento, y el gigante Goliat (v. davídico) era uno de sus caudillos. Se aplica también a la persona de espíritu vulgar, de escasos conocimientos y poca sensibilidad artística o literaria.

galileo, a. Natural de Galilea, en Palestina; nombre que despectivamente se dio antiguamente a Jesucristo y a los cristianos (Mateo 26, 69: "Pedro estaba fuera sentado en el atrio. Se le acercó una criada y le dijo: "Tú también estabas con Jesús, el galileo").

gehena. Infierno, lugar de castigo eterno (Mateo 23, 33: "Serpientes, raza de víboras, ¿cómo escaparéis al juicio de la gehena?"). El término hebreo ge hinnom, del que proviene el latín gehenna, designaba un topónimo maldito a causa de los ritos paganos celebrados allí.

gentil. Entre los judíos, y aplicado a una persona o a una comunidad, que profesa otra religión, pagano. En el Nuevo Testamento, san Pablo es llamado el Apóstol de los gentiles.

Gólgota.  Término arameo ('lugar de la calavera') equivalente a calvario.

herodes. Hombre cruel con los niños (Mateo 2, 16-18: "Entonces Herodes, al ver que los magos se habían burado de él, montó en cólera y mandó matar a todos los niños de Belén y de todo su territorio, de dos años para abajo..."). / andar, o ir, de Herodes a Pilatos: ir de una persona a otra, ir de mal en peor un asunto.

hijo. hijo pródigo: hijo que regresa al hogar paterno, después de haberlo abandonado por un tiempo. Proviene de la parábola del hijo pródigo (Lucas 15, 11-32).

holocausto. Entre los israelitas, sacrificio en que la víctima se quemaba por completo: "Toma ahora a tu hijo, al que tanto amas, Isaac, vete al país de Moria, y ofrécemelo allí en holocausto", le ordena Dios a Abraham (Génesis 22, 2).

hosanna. Exclamación de júbilo que se usa en los salmos y en la liturgia cristiana y judía.

humo. subírsele a alguien el humo a las narices: irritarse, enfadarse. Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, afirma que es "frase de la Escritura", y cita el libro de Job: "De sus narices sale humo, como de una caldera hirviente al fuego" (Job 41, 12). 

ida. la ida del cuervo: marcha o partida de alguien que se desea que sea definitiva. Alude a la salida del cuervo que soltó Noé, y que no volvió (Génesis 8, 6-7: "Al cabo de cuarenta días, Noé abrió la ventana que había hecho en el arca y soltó un cuervo, el cual estuvo volando, yendo y viniendo, hasta que se secaron las aguas sobre la tierra").

inri. Acrónimo del rótulo latino escrito en la cruz: Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum ('Jesús Nazareno Rey de los Judíos'), empleado en castellano con el significado de 'nota de burla o de afrenta'. / para más, o mayor, inri: para mayor burla o escarnio.

israelita. Natural del antiguo reino de Israel, en Canaán, donde se establecieron los hijos de Jacob (Génesis 35, 9-10: "Dios se apareció de nuevo a Jacob, y le bendijo diciendo: Tu nombre es Jacob, pero ya no te llamarás Jacob; tu nombre será Israel"; también en Gn 49, 28 se habla, refiriéndose a los hijos de Jacob, de las "doce tribus de Israel"). Israelita se usa como equivalente a hebreo (pese a que estos serían, en puridad, los descendientes de Abraham y de su hijo Isaac) y a judío, que originariamente designa a los habitantes del reino de Judá y a todos aquellos hebreos que regresaron del exilio en Babilonia, con sus descendientes.

jeremías. Persona que continuamente se está lamentando. Proviene de Jeremías, nombre del profeta hebreo del siglo VII a. C., célebre por sus lamentaciones, y a quien se le atribuye uno de los libros proféticos de la Biblia. /jeremíaco, ca. Que se lamenta de forma exagerada o excesiva. jeremiada. Lamentación o muestra exagerada de dolor.

jordán. Cosa que remoza, hermosea o purifica. / ir alguien al Jordán: remozarse o convalecer. Proviene del nombre del río Jordán, en Palestina (Marcos 1, 5: "Y acudían a él [Juan Bautista] de la región de Judea y todos los de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el río Jordán").

judas. Hombre traidor. Proviene del nombre de Judas Iscariote, que vendió a Jesús a los judíos. / beso de Judas: beso u otra manifestación de afecto que encubre traición; estar hecho, o parecer alguien, un judas: vestir de forma desastrada, ser un desaseado.

lázaro. Pobre andrajoso, por alusión a Lázaro, el mendigo de la parábola del rico epulón que se relata en el Evangelio de san Lucas. / estar hecho un lázaro: estar cubierto de llagas.

lengua. pegársele a alguien la lengua al paladar: no poder hablar por aturdimiento, vergüenza u otra alteración del ánimo (Salmos 137, 6: "...que mi lengua se me pegue al paladar, / si no me acuerdo de ti...").
levita. Israelita de la tribu de Leví, dedicado al servicio del templo. / levítico, ca. Referido a los levitas; influido por el clero, o supeditado a él.

lucifer. Hombre soberbio, encolerizado y maligno, por alusión a Lucifer, príncipe de los ángeles que se rebelaron contra Dios.

magdalena. Por alusión a María Magdalena, personaje del Nuevo Testamento, se dice de la mujer penitente o visiblemente arrepentida de sus pecados / estar alguien hecho una Magdalena, o llorar como una Magdalena: llorar mucho y desconsoladamente.

maná. Manjar milagroso enviado por Dios en forma de escarcha para alimentar al pueblo de Israel en su peregrinación por el desierto (Éxodo 16, 4-35: "El Señor dijo a Moisés: Mira, voy a hacer llover pan del cielo para vosotros [...] Cuando se evaporó el rocío, apareció sobre la superficie del desierto una cosa menuda, granulada, fina, como escarcha sobre la tierra"). La palabra hebrea de la que proviene, man, significa 'exudación de una variedad de tamarindo'.

mano. lavarse alguien las manos: desentenderse de un asunto o rechazar la responsabilidad que pudiera derivarse de él. Proviene del episodio evangélico en que Jesús comparece ante Pilato y este, tras constatar la intransigencia de los judíos, que prefieren que libere a Barrabás, se lava las manos delante ellos, un gesto simbólico que equivalía a descargar toda responsabilidad en el asunto (Mateo 27, 24: "Viendo Pilato que nada conseguía, sino que aumentaba el alboroto, mandó que le trajeran agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo: Soy inocente de esta sangre. ¡Vosotros veréis!").

margarita. echar margaritas a los cerdos, o a los puercos: dar u ofrecer algo valioso o delicado a quien no sabe apreciarlo. Es muy probable que la frase provenga de Mateo 7, 6 ("No deis lo santo a los perros ni echéis vuestras perlas a los puercos..."), máxime teniendo en cuenta que una de las acepciones de la palabra margarita es 'perla de los moluscos'.

matusalén. Hombre de mucha edad (ser más viejo que Matusalén), por alusión al personaje bíblico (Génesis 5, 27: "Matusalén vivió en total novecientos sesenta y nueve años, y murió").

mesías. Del latín messias, y este del hebreo mesiah, 'ungido'. En el judaísmo, hombre salvador prometido por los profetas al pueblo hebreo; en el cristianismo, hombre enviado por Dios para salvar a la humanidad. / esperar alguien al Mesías: esperar a alguien que ya llegó.
           
miserere. Salmo 50, que, en la traducción de la Vulgata, empieza con esta palabra, equivalente a 'apiádate, ten compasión''; canto solemne que se hace del mismo salmo en Semana Santa. / cólico miserere: obstrucción intestinal aguda.

nazareno, na. Natural de Nazaret, o referido a esa ciudad de Galilea. Se aplica a la imagen de Jesucristo vestida con túnica morada. Penitente que, en las procesiones de Semana Santa, va vestido con túnica, generalmente morada. / el Nazareno: por antonomasia, Jesucristo. / estar alguien hecho un nazareno: estar maltrecho y afligido.

niña. la niña de mis, tus sus, etc., ojos: la persona o cosa a las que se tiene el mayor cariño y aprecio (Salmos 17, 8: "Guárdame como a la niña de tus ojos, / escóndeme bajo la sombra de tus alas...").

nueva. buena nueva: el evangelio: (Marcos, 16, 15: "Id por todo el mundo y predicad la buena nueva a toda la creación").

ojo. alzar, o levantar alguien los ojos al cielo: dirigir súplicas a Dios implorando su favor (Salmos 123: "A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo"); meterse alguien por el ojo de una aguja: ser bullicioso y entrometido, introducirse aprovechando cualquier ocasión para conseguir lo que se desea (Marcos 10, 25: "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios"); ojo por ojo, diente por diente: alude a la venganza justiciera, que, de acuerdo con la ley del talión, imperante en la Antigüedad, justifica el castigo según el agravio (Éxodo 21, 23-25: "Pero si se sigue un daño, lo pagarás: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe"; Mateo 5, 38: "Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente").

olla. las ollas de Egipto: se utiliza para recordar o referirse a tiempos pasados y mejores, en los que se tenían cubiertas las necesidades primarias. Proviene de cuando los israelitas, en su peregrinación por el desierto, al acentuarse sus penurias, recordaban con nostalgia el tiempo de esclavitud en Egipto: "Toda la comunidad de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: ¡Ojalá hubiéramos muerto por mano del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos en torno a las ollas de carne y comíamos pan en abundancia! (Éxodo 16, 2-3).

miércoles, 3 de enero de 2018

El guarda de montes


Los jueves por la tarde nos llevaban de paseo por la carretera de Asturias arriba para que respirásemos un poco del aire quemado de la gasolina de los camiones y viésemos de paso cómo era el mundo que acechaba al otro lado de los pinos que rodeaban el seminario. Llegábamos a un altozano con unas camperas desapacibles y allí en tristes juegos y deshilvanadas conversaciones pasábamos el tiempo hasta la hora de la merienda, que nos la daban al volver y era un chusco de pan y una manzana de alguna de las huertas que el señor obispo tenía plantadas por la diócesis.
–Un hombre pregunta por ti –me vino a decir Marcelo, que tenía el don de intervenir a la vez en todas las discordias y controversias que se formaban en los distintos grupos, la mayoría a propósito del fútbol y de las mujeres, tema este último en el que era experto Fidalguín, siempre dispuesto a enumerar con todo lujo de pormenores las virtudes corporales que adornaban a las de su pueblo, en el corazón del Páramo.
Y me señaló hacia el otro lado de la carretera, donde se alzaba el sanatorio antituberculoso.
Solo el nombre me daba miedo, sobre todo desde que unos meses atrás nos habían puesto la vacuna y a algunos nos había salido en el brazo un bulto redondo y rojizo que escocía. Estábamos tuberculosos, y la voz se corrió por todo el seminario. Nos iban a encerrar en el sanatorio antituberculoso, y allí tendríamos que pasar unos cuantos años, aislados para no contagiar a nadie. Teníamos el bacilo de Koch, según informaba la enciclopedia que consultaba cada día, y aunque de momento no se manifestaban, no tardarían en aparecer los síntomas: dolores torácicos, tos, expectoración con sangre, ruidos bronquiales…
Luego resultó que no, que habíamos estado en contacto con los bacilos pero no habíamos desarrollado la enfermedad, y para prevenirla nos dieron unas cajas de pastillas que fueron nuestro estigma a la hora de las comidas en el refectorio hasta que no acabamos de tomarlas.
Me acerqué con paso cauteloso, lo suficiente para verle de lejos sin que él se sintiera observado.
El sanatorio estaba rodeado de una valla metálica que llegaba hasta muy cerca de la cuneta, y allí, detrás de esa valla, agarrado a ella con las dos manos, expectante y avizor, estaba el señor Ambrosio.  
Tenía el pelo blanco, parecía muy delgado y vestía una chaqueta de color pardo abotonada hasta el cuello.
El señor Ambrosio había estado unos años de posada en la casa de mi abuela.
Era de la Tierra de Campos y le contrataron en La Braña para guardar los montes, que los de Prioro no respetaban los mojones y metían el ganado en pastos que no eran suyos, y los de La Villa de Tejerina se levantaban antes de ser de día, tiraban un roble y, con los cencerros de las vacas tapados para no hacer ruido, llevaban así carros enteros de leña para su pueblo.
El señor Ambrosio tenía un rifle, el primero que se vio en La Braña, y con él al hombro y el morral a la espalda salía cada mañana de casa y no volvía hasta el oscurecer.
Llevaba también metidos en un estuche de cuero unos anteojos de larga vista, y vigilaba así el mapa del campo y sus contornos asomado a los altozanos y colladas sin tener que fatigar siempre a cada hora los mismos caminos y veredas.
Casi todos los días traía alguna muestra de los regalos que da el monte a quienes no se sienten en él extraños, y que varían según la estación: un puñado de bellotas o avellanas, unas matas de arándanos, racimos de moras y garamitos, manzanas montiscas, una piedra fósil con dibujos de helechos y conchas marinas, una pluma de águila, un huevo de perdiz, un nido de ruiseñor, la punta de la cuerna de un venado, una rama de acebo con bayas rojas, cortezas de roble o raíces de brezo de caprichosa figura, un colmillo de lobo viejo, una culebra muerta enroscada todavía en la porracha…
El rifle lo dejaba colgado siempre detrás de la puerta de la alacena, y yo se lo enseñaba orgulloso a todos los que entraban en casa.
Eso fue también lo que hice el día de la primera comunión. Fuimos después del rosario a que mi abuela nos diera las cosas, y mientras ella buscaba en el arca de la hornera, descolgué el fusil –el señor Ambrosio tenía fiesta los domingos por la tarde– y lo llevé a la cocina para enseñárselo a los que compartían conmigo el protagonismo de aquella jornada.
Todos querían tocarlo, y el mayor, haciendo uso de su condición, fue el primero.
–¡Cuánto pesa! –dijo, y acto seguido lo levantó, apretó la culata contra el hombro y apuntó.
Los que estaban delante, instintivamente, se apartaron un poco, lo justo para que la bala pasara entre ellos y fuera a incrustarse en la puerta de la cocina económica de carbón.
El estruendo fue formidable, y todos salimos corriendo despavoridos y fuimos a escondernos, nadie sabe por qué, en el campanario de la iglesia. Allí nos quedamos llorando y temblando de miedo hasta que el señor cura nos encontró.
Contrariamente a lo que esperábamos, le echaron las culpas de lo sucedido al señor Ambrosio, que aquella noche cenó en silencio con la cabeza baja y se fue a su habitación en cuanto se levantó de la mesa. Antes, al pasar junto a mí, me puso un momento la mano en el hombro y me la pasó luego, rozándomela apenas, por la mejilla.
Fue la única noche que no encendió la radio.
Primero escuchaba el parte de las diez, luego se sentaba junto a la lumbre, encendía un cigarro y se ponía a pensar en las noticias. Esto último lo sabíamos porque muchas veces repetía en voz alta las palabras que había oído al locutor, y mi abuela le decía entonces:
–Pero, señor Ambrosio, si la radio no dice más que mentiras…
–No lo crea, señora –negaba él con la cabeza. 
–Y además –insistía mi abuela–, ¿a usted qué más le da lo que pase por ahí fuera en esos mundos de Dios?
Después el señor Ambrosio cogía la radio con las dos manos, se acercaba a la ventana arrimándoselo bien al oído y así se pasaba un rato cambiando continuamente de emisora hasta que encontraba una en la que una voz aguda y chillona que parecía venir de muy lejos anunciaba: “Aquí, Radio España Independiente”.
Pero había días en que no era capaz de dar con ella, o unos extraños ruidos, como si alguien estuviese rayando una piedra con un cuchillo, no dejaban entender nada, y entonces el señor Ambrosio apagaba muy enfadado la radio y subía escaleras arriba a su habitación maldiciendo en voz baja.
–¡Norteamérica! ¡Ahí está el problema! ¡A ver cuándo la pillan el punto flaco y la estrujan bien estrujada! 
Muchas veces le oí decir esta frase, o alguna otra muy parecida:
–¡Si les hicieran agachar alguna vez la cabeza, a los norteamericanos!
¿No eran los Estados Unidos de Norteamérica el país más poderoso del planeta, como aseguraba el señor maestro en la escuela, y una nación, además, amiga de España?
No me atreví nunca a preguntarle a nadie quién tenía razón, si el señor maestro o el señor Ambrosio, y la confusión se tiñó de misterio cuando un día al salir de misa oí al pasar por la bolera del Medio Lugar que alguien decía:
–¡Cosas del guarda de montes! ¡Como dicen que escucha por las noches La Pirenaica…!
El señor Ambrosio llevaba ya cerca de dos años sin faltar un solo día de La Braña y nunca había recibido una carta siquiera, ni él la había escrito tampoco.
En casa hablaban de si no tendría familia, y mi abuela le había sacado alguna vez el tema con discreción, sin más respuesta por su parte que un educado pero distante silencio.
Por eso nos sorprendió a todos cuando unos días antes de la Navidad  anunció a la hora de cenar que iba a pasar las fiestas con la familia.
La misma mañana que cantaban los números de la lotería por la radio se puso una camisa blanca y corbata, y encima una pelliza con las solapas de lana fina y muy lisa como si estuvieran hechas de plumas de pájaro, y marchó andando a Puente Almuhey a coger el tren de la Hullera.
Volvió al día siguiente de Navidad, vestido con la misma ropa y con un fardel de color azul oscuro en la mano.
–Pronto dio la vuelta, señor Ambrosio –le dijo mi abuela.
–Pues sí, ya ve… ¡Qué se le va a hacer! –respondió él, y fueron las únicas palabras que pronunció a propósito del viaje y de su visita a la familia.
Ahora el señor Ambrosio estaba allí al otro lado de la carretera, pegado a la valla metálica, inmóvil y atento, esperando.
No me atreví a salir de detrás de los arbustos que me escondían de su mirada y aproveché el paso de dos camiones seguidos para volver con los demás.
El jueves siguiente  –no teníamos más libertad que la costumbre– al pasar por delante del sanatorio le vi de lejos. Estaba sentado al sol en un banco, y en cuanto se percató de la fila de seminaristas se levantó y vino corriendo hacia la valla.
Yo iba aquella tarde de los primeros y pude así evitar el encuentro sin compromiso. Pero sabía que se quedaría allí sin moverse, esperando que volviéramos carretera abajo. Y pasaría tan cerca de él que no tendría más remedio que detenerme…
Recordé una vez más que el señor Ambrosio tenía una cuchara, un tenedor y un cuchillo para su uso exclusivo, y que siempre  comía con ellos y nunca usaba los del cajón de la mesa; y lo mismo ocurría con el vaso, el plato y la cazuela, que en eso era muy escrupuloso… Incluso podría haberse dado el caso de que fueran todas esas cosas de su propiedad, como la radio y la jaula con el jilguero que había colgado en la cocina encima del calendario, y que los llevara en el fardel de color azul oscuro a cualquier sitio que iba y por todos los pueblos en los que había estado de guarda.
Y si yo nunca había bebido por su vaso ni comido con su cuchara ni arrebañado su plato, a lo mejor no había sido él el que me había contagiado los bacilos de Koch… Aunque también estos, según ponía la enciclopedia, se transmitían por el aire, al respirar, o simplemente al hablar…
Llegó la hora de volver y ya tenía decidido que me detendría aunque solo fuera a saludarle.
Y así lo hice.
La cara se le alegró en una sonrisa que tardó unos momentos en extenderse, como si llevara mucho tiempo sin salir y los músculos ya no estuvieran acostumbrados.
Hizo ademán de sacar las manos por la valla y extendérmelas, pero el enrejado no lo permitía, y entonces con un gesto de la cabeza me invitó a que me acercara.
–¿Te acuerdas de mí? –me preguntó.
–Sí.
–¿Y qué es de tu familia?
–Están bien todos.
–Escribí a tu abuela por Navidad… Ella fue la que me dijo que estudiabas en el seminario…
Tenía los ojos hundidos y la piel muy blanca. Con los dedos, también muy blancos, se aferraba a los alambres de la valla lo mismo que se agarraba el jilguero a los barrotes de la jaula.
–¿Por qué no vienes a verme algún día?
Solo me dio tiempo a asentir con la cabeza, porque el señor cura encargado del orden aquella semana me puso la mano por detrás en el hombro y tiró de mí que a punto estuvo de hacerme caer al suelo.
–¡Vamos, sigue la fila! –me apercibió con tono desabrido.
Obedecí, y en cuanto pude me volví para decirle adiós con la mano.
El señor Ambrosio me siguió de lejos desde el otro lado de la valla hasta el límite del sanatorio. Allí se detuvo y yo también un momento, lo justo para ver cómo se limpiaba los ojos con el pañuelo.