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martes, 24 de septiembre de 2019

Días civilizados

El señor verano, en estos últimos días, abochornado acaso por sus rigores extremos, ha decidido al parecer tomarse unas vacaciones y, como hacían los reyes antiguos, que, cuando se hartaban del barullo de la corte se iban derechos a Babia a ejercitarse en la contemplación de la naturaleza  y las virtudes del silencio, se ha retirado a descansar. 
Y enseguida el otoño, que acecha impaciente todo el año por volver, se ha apresurado a asomar la cabeza con vistas a preparar el terreno y otear un poco el panorama. 
Por delante ha mandado a sus emisarios a poner un poco de orden, la lluvia en primera línea, una lluvia minuciosa como la del verso de Borges, con una luz más limpia de no usada, y un aire que se respira como nuestro cerrando la expedición. 
Las mañanas así recién lavadas invitan a hojear tranquilamente la vida en el café, al lado del ventanal, observando de paso el rito de las gotas, que compiten entre ellas a ver cuál tarda más en caer, cuál aguanta más ahí agarrada con uñas y dientes a la superficie resbaladiza del cristal, cuál se detiene a tiempo o tropieza con algún obstáculo o encuentra algún asidero antes de llegar al precipicio y caer al suelo. 
Los paraguas entre tanto celebran en procesión por la calle la recobrada libertad y continuamente se hacen reverencias unos a otros con deferente cortesía. 
¡Por fin volvemos a casa con los zapatos mojados, por fin hacemos de nuevo las paces con el sol amigo, por fin son otra vez benévolas las primeras horas de la tarde!
(Y adiós a la hermana mosca pendenciera, y al triste aliño indumentario de camisetas y bermudas, y al reclamo inmisericorde de la holganza, y a la felicidad obligatoria y programada de las vacaciones. )
Lo dicho: días civilizados, y lo mismo el clima, la calma y los quehaceres.

               (La Razón, 15 de septiembre de 2019)

lunes, 16 de septiembre de 2019

Baños de bosque


Así podría traducirse lo que los japoneses denominan "shinrin-yoku", una curiosa y muy recomendable actividad que consiste en dar un largo y tranquilo paseo por el bosque. Claro que para que el paseo surta los efectos deseados ha de ir acompañado de una serie de ejercicios inspirados en la tradición budista y sintoísta que propugna la comunicación sensorial con la naturaleza como medio para alcanzar una vida más serena y relajada. Dichos ejercicios, que el paseante puede llevar a cabo por sí solo o bajo la supervisión de monitores expertos, se resumen en estos seis principios básicos: "Respira, relájate, camina, toca, escucha y recupérate".
Seis principios que ni pintados para combatir la ansiedad y el estrés de la vida moderna, de ahí que millones de japoneses recurran habitualmente a esta terapia natural, tan fácil de aplicar. Conque muy bien podría dedicarse alguno de estos últimos días del verano a perderse un rato en cualquier bosque y ponerlos en práctica.
Los tres primeros no necesitan aprendizaje y basta con un poco de concentración. El cuarto es un acto de reconocimiento y sociabilidad con los habitantes del bosque, que son animados y no inertes, y así tocamos como si saludáramos el tronco rugoso del roble y de la encina, o el liso del haya y el abedul, o el áspero y resinoso del pino, y todos a su modo nos corresponden. El quinto no requiere más que una pizca de atención y es una fiesta para el oído, por lo ameno y variado del repertorio: los gorgoritos y el parloteo de los pájaros, la charla que se trae de continuo el aire con las hojas, el momentáneo estrépito de un vuelo, el chasquido de una rama, el son del agua en algún arroyo escondido, las consignas secretas que intercambian aves, árboles y animales para defender su territorio...
En fin, que un buen baño de bosque y como nuevos para enfrentarse al síndrome posvacacional.


                                               (La Razón, 9 de septiembre de 2019)

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Variaciones sobre el tema de la aguja


1
Cansado de buscar, se quedó al fin dormido en lo más oscuro del pajar. Y al despertar, allí estaba la aguja.

2
Con las prisas, me salté unas cuantas páginas del planteamiento y a mitad del nudo perdí el hilo. Por suerte, la aguja estaba en el desenlace.

3
Estaba leyendo, perdí el hilo y encontré la aguja: estaba en el pajar.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Libreta de apuntes


Leer
1
Leer en voz alta, como dicen que se leía siempre hasta allá por el siglo X y como se hacía también en las hilas de los pueblos de la montaña de León las noches de invierno, por turno el lector, y los que escuchaban atendían mientras tanto y sin levantar la vista a la labor que les tenía ocupados, la costura en el caso de las mujeres y la reparación de alguna herramienta en el de los hombres.
Y cómo delata la buena prosa una lectura en voz alta, y qué pocas obras salen indemnes del envite.
2
Releer: recordar, redescubrir, reaprender, reaprehender, redisfrutar y repasar tantas cosas como se habían ya olvidado.

Escenas costumbristas de la vida urbana
1
Un partido de fútbol en que veintidós jugadores -y da igual que sean menos-, la mayoría con barriga o medio cojos, compiten amistosamente por reverdecer glorias pasadas.
2
Un perro tirando de su amo atado a la muñeca por el parque.
3
Un ama de casa que se abre paso por la acera como si condujera un blindado en dirección a las trincheras enemigas (los turistas las llevan detrás, fierecillas domesticadas rezongando en voz baja sin parar).

Profesores de instituto
Es profesión noble, aunque oscura al decir del tópico, y la han ennoblecido aún más algunos ilustres de la pluma que dedicaron a ella alguna parte de su vida, como Antonio Machado, que es el patrón del cuerpo, o Gerardo Diego, autor del poema (Brindis se titula) que se lee todavía hoy en muchos institutos para solemnizar la despedida por jubilación de algún miembro del claustro.