Así podría traducirse lo que los japoneses denominan
"shinrin-yoku", una curiosa y muy recomendable actividad que consiste
en dar un largo y tranquilo paseo por el bosque. Claro que para que el paseo
surta los efectos deseados ha de ir acompañado de una serie de ejercicios
inspirados en la tradición budista y sintoísta que propugna la comunicación
sensorial con la naturaleza como medio para alcanzar una vida más serena y
relajada. Dichos ejercicios, que el paseante puede llevar a cabo por sí solo o
bajo la supervisión de monitores expertos, se resumen en estos seis principios
básicos: "Respira, relájate, camina, toca, escucha y recupérate".
Seis principios que ni pintados para combatir la
ansiedad y el estrés de la vida moderna, de ahí que millones de japoneses recurran
habitualmente a esta terapia natural, tan fácil de aplicar. Conque muy bien
podría dedicarse alguno de estos últimos días del verano a perderse un rato en
cualquier bosque y ponerlos en práctica.
Los tres primeros no necesitan aprendizaje y basta
con un poco de concentración. El cuarto es un acto de reconocimiento y
sociabilidad con los habitantes del bosque, que son animados y no inertes, y
así tocamos como si saludáramos el tronco rugoso del roble y de la encina, o el
liso del haya y el abedul, o el áspero y resinoso del pino, y todos a su modo nos
corresponden. El quinto no requiere más que una pizca de atención y es una
fiesta para el oído, por lo ameno y variado del repertorio: los gorgoritos y el
parloteo de los pájaros, la charla que se trae de continuo el aire con las
hojas, el momentáneo estrépito de un vuelo, el chasquido de una rama, el son
del agua en algún arroyo escondido, las consignas secretas que intercambian
aves, árboles y animales para defender su territorio...
En fin, que un buen baño de bosque y como nuevos
para enfrentarse al síndrome posvacacional.
(La Razón, 9 de septiembre de 2019)
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