El
primer día de escuela, el primer cigarro, el primer beso, el primer viaje en
tren, la primera borrachera, la primera película, el primer trabajo (y el
primer sueldo), la primera noche fuera de casa, el primer amor...
Y
para los de mi generación de final de posguerra, la primera vez que salimos al
extranjero; y si además campesina, la primera vez que vimos la televisión; y si
encima también mesetaria, la primera vez que vimos el mar...
Las
primeras veces (y que cada cual añada las que eche en falta) que son la fuente
de esas corrientes líricas y nostálgicas de las que se nutre luego por largo
tiempo el sentimiento adulto, tan necesitado de mirarse en el espejo
retrovisor.
La primera mirada limpia al aparecer en este mundo y las que quedan por llegar.
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