Cuando
nos parece que tal o cual persona, animal o cosa poseen una cualidad, un
defecto o cualquier otra circunstancia en un grado extremo, le colocamos al
adjetivo correspondiente la terminación -ísimo, -ísima del superlativo. Y así
decimos: una mujer guapísima, un gato listísimo, un día hermosísimo.
Pero
no a todos los adjetivos les podemos poner ese apéndice o remate. Por ejemplo: decimos acérrimo (muy acre, muy fuerte, áspero
o tenaz) y no *acrísimo, celebérrimo y no *celebrísimo, integérrimo y no *integrísimo,
libérrimo (muy libre) y no *librísimo, misérrimo y no *miserísimo, paupérrimo (mejor
que pobrísimo), pulquérrimo y no *pulcrísimo...
En
el caso de los diminutivos, esto es, cuando queremos expresar disminución de
tamaño o darle a una palabra un tinte de
afecto, ocurre algo parecido, y acudimos para ello a los sufijos normativos -ito,
-ita, -illo, -illa: arbolito, mesita, listillo, cucharilla... Pero la lengua, que
es sabia y previsora, ha encontrado la manera de evitar algún que otro sonrojo sin
faltarle al respeto a la gramática. Le ha bastado para ello con meter por medio
una simple cuña de una o dos o tres letras, de forma que un pie pequeño es un
piececito (y no un *piíto), un dios menor es un diosecillo (y no un *diosillo)
y un jefe con no mucho mando es un jefecillo (y no un *jefillo). La lista sería
muy larga: hombrecito (*hombrito), mujercita (*mujerita), pececito (*pecito),
cafetito o cafelito (*cafeíto), cajoncito (*cajonito), silloncito (*sillonito), cochecito
(*cochito), avecilla (*avilla), nubecilla (*nubilla), panecillo (*panillo), solecito (*solito, referido al sol), padrecito
(*padrito), madrecita (*madrita)...
Y
otro tanto sucede con algunos aumentativos: seriecísimo, simplicísimo,
agradabilísimo...
Aunque
más raro aún es lo que les pasa a determinados adjetivos, que cambian de
significado según vayan antes o después del sustantivo: un antiguo empleado no
es lo mismo que un empleado antiguo; ciertos hechos no es lo mismo que hechos
ciertos; una pobre mujer no es lo mismo que una mujer pobre; un triste subsecretario no es lo mismo que un subsecretario triste; un buen hombre no es lo
mismo que un hombre bueno; un simple oficinista no es lo mismo que un
oficinista simple; un viejo amigo no es lo mismo que un amigo viejo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario