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miércoles, 11 de octubre de 2017

De pies y manos

pie. 1 ¿Qué les habrá hecho el pie a los eruditos para que en los libros que escriben amontonen encima de él esos rimeros de notas de letra tan menuda? ¡Cómo va a leerlos nadie luego si de tanto como le pesan apenas puede dar un paso y cuesta Dios y ayuda pasar de página! 2 Por querer parecerse al original y primigenio, le ha tocado también ocupar el sitio de abajo y cargar con todo el peso, al pie de la montaña, al de la lámpara, al de los árboles y las plantas y al de las ilustraciones y fotografías. 3 Creer a pie juntillas, seguir al pie de la letra… o buscarle los tres pies al gato. 4 Andar a pie, que es lo más sano y lo más viejo, y aguantar a pie firme aunque alguien nos haya puesto a los de los caballos, y sortear a pie enjuto zozobras y peligros. 5 Mejor andar con los de plomo que estar en el de guerra. 6 Además de su recinto habitual, que son los calcetines y las medias, los pies se pueden sacar de las alforjas, del plato y del tiesto. 7 Malo el que los arrastra y el que se levanta con el izquierdo, el que tiene uno dentro y otro fuera, el que lo pierde, y malo asimismo el que no se tiene en él, el que no lo da con bola, el que se ve obligado a ponerlos en polvorosa (y gritar aquello de: "pies, ¿para qué os quiero?"), el que no sabe de cuál cojea y los que por no tener no tienen ni cabeza. Claro que es peor aún cuando uno lo tiene ya en el estribo o le sacan con ellos por delante. 

mano. 1 Dudaba entre poner la mano en el fuego o agarrarse a un clavo ardiendo. 2 Es la palabra a la que más espacio y atención dedica el diccionario. Y nada tiene de extraño: se valen también de ella los animales (muy en particular el elefante, al que le sirve de trompa) y puede encontrarse a cualquiera de los dos lados del que habla o trata de orientarse, en el mazo del mortero, en las paredes recién pintadas (una sola o más de una), en los juegos de azar… La mano es capaz de hacerse pasar por habilidad y tacto (con los niños, por ejemplo), por influencia y poder (verbigracia en una empresa), teniendo en esto ventaja la izquierda, particularmente si se trata de resolver con astucia situaciones difíciles. Ser la mano derecha de alguien reporta quizá más beneficios que ser mano de obra, y tenerla de santo para encontrar remedios eficaces cuando haya necesidad es aún mejor que tenerla, habitual y simplemente, buena. Varía mucho según sea el calificativo que se le aplique: mano blanda, mano diestra, mano dura, mano larga, mala mano, de primera o de segunda mano…; o, refiriéndose a las dos a la vez, manos libres, limpias, sucias o muertas. Del mismo modo es diferente si se va por ahí con ellas cruzadas, vacías, llenas, con una en el corazón o una sobre la otra, con una delante y otra detrás o con las dos en la cabeza. Y enumera con pormenor el diccionario las posibilidades que ofrece una sola, a saber: abrirla, alzarla o levantarla, apretarla, bajarla, cargarla y descargarla, darla y estrecharla, frotárselas uno mismo, meterla en algún sitio, pedirla en matrimonio, ponérsela encima a alguien o tendérsela, ponerla en el fuego o en el pecho… Y las dos a la par: llevárselas a la cabeza, no saber uno lo que se trae entre ellas o dónde las tiene, besárselas a alguien, pillarle con ellas en la masa… Si dejar a alguien de la mano no está bien, peor es encontrarle luego dejado de la de Dios, y acaso sea preferible que algo se nos vaya de las manos a que se lo quitemos a otro de las suyas. Y si nunca está bien que dos lleguen o vengan a las manos, más reprobable es untárselas a un tercero con ánimo de obtener secretos beneficios; y si se ve uno obligado a lavárselas, que sea en verdad porque no ve claro el asunto, no vaya a suceder que, por desentenderse y no querer saber nada, se las aten por la fuerza al inocente.          


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