...Ayer,
que fue ya hace dos meses, a comienzos del verano.
El verano
que parecía tan largo, un mapa blanco sin frontera, una apacible tregua azul
sin horizonte, y se nos está escurriendo entre las prisas por apurar las
últimas horas de las vacaciones.
Vuelve la
vida en prosa.
Y la
costumbre, resignada sumisión, y las horas ordenadas, y el tiempo recogido.
Y a lo
mejor también, para algunos, el sosiego, esa rara isla
Cumple
también hacer recuento y emborronar distancias.
Otra vez
la rueda, esa cotidiana abdicación.
En lo que
a este blog atañe, lo escribo con herramienta nueva, que este verano -la
estación más propicia a desbarajustes y percances-, se conoce que cansado de
estar ahí en la mesa sin hacer nada, sintiéndose un inútil, se le sublevó a un
servidor el portátil y, así por las buenas, se quedó de la noche a la mañana dormido
para siempre.
Como a
los que vamos ya por allá arriba nos cuesta un poco toda esta mandanga de las
nuevas tecnologías, el suceso ha revestido visos de infortunio.
Y el
nuevo que ha venido a sustituirle no contribuye en nada a mitigar la situación.
Es más
rápido, sí, pero no le obedece a uno, y se le ordena una tarea y él hace otra,
o se queda quieto y callado como si no se diera por aludido.
También
tiene más memoria, pero el otro día se le olvidó guardar un documento, o lo archivó en
algún sitio secreto que uno no es capaz de encontrar.
Pero lo
peor de todo son las teclas, que no me obedecen, o se hacen las remolonas, o se
escabullen como si jugaran al despiste con los dedos: pulso una letra y sale
otra distinta en la pantalla, o no sale ninguna, o aparece un espacio más allá
del que le corresponde.
Eso las
letras normales, que los acentos y otros signos o tardo un rato en encontrarlos
o los confundo o tengo que repasar todo el teclado de arriba abajo antes de
pulsar donde es debido.
Por no
hablar del ratón, que, de tan sensible, corre asustado de un lado para otro
igual que si le persiguiera algún invisible gato troyano o periférico.
En fin,
que parezco un principiante y me lleva un rato apacentar lo escrito, y temo que
todos estos inconvenientes repercutan en el estilo y el blog se resienta por
ello (como se resentirá también, sobre todo al principio, por culpa de la galbana
vacacional y la añoranza del tiempo bueno y desocupado del verano, que se une
en mi caso particular a la que no dejo de sentir por el viejo portátil que
sigue aquí en una esquina de la mesa pero sin despertar del sueño electrónico
en que descansa).
Tus lectores te concedieron esas vacaciones estivales que merecidas eran, tu portátil no soportó la huelga de dos meses y se ha despedido, el nuevo creo está probando tu serenidad.Bienvenida tu vuelta.
ResponderEliminarGracias, Mariano
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