Los
caminos, que también están hechos para perderse por ellos.
Y qué
pasaría si los caminos se movieran al andar igual que hacen los ríos y no
tuviera el caminante que adelantar los pasos, como en las escaleras mecánicas
(lo leí en Álvaro Cunqueiro).
Sin
camino, porque han perdido el que llevaban, o buscándolo, en los primeros pasos
libres de la juventud, o vagabundeando de acá para allá, desorientados, así
deambulan por los libros tantos y tantos personajes, como el teniente del
ejército austríaco Franz Tunda, protagonista de La fuga sin fin, de Joseph Roth, que, en las últimas líneas de la novela,
"estaba en la plaza frente a la Madeleine, en el centro de la capital del
mundo, y no sabía qué hacer. No tenía profesión, ni amor, ni alegría, ni
esperanza, ni ambición ni egoísmo siquiera.
Nadie en
el mundo era tan superfluo como él".
Marchamos sobre caminos que otros hicieron; al andar pisas la tierra que cubre una calzada romana y el tiempo tambien se ha perdido.
ResponderEliminarLeyendo el texto me he acordado de aquellos versos de Aleixandre: "Muchacho que sería yo mirando
ResponderEliminaraguas abajo la corriente...".