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miércoles, 13 de junio de 2018

Tardes de junio y nubes


Tardes de junio
Son sin duda una de las mayores maravillas del mundo natural, y regalan a quienes salen de casa a recibirlas el milagro de la calma.
Han venido como siempre envueltas en esa quietud benévola que apacigua las inclemencias del vivir y mitiga la intemperie que no cesa, la luz posándose con delicada codicia en las cosas y la brisa aleteando en las hojas nuevas de los árboles: la tibia pereza de la primavera, y la desidia dulce de las horas que discurren mansas como en los domingos de la infancia, y el manto verde que deja tras de sí la lluvia, tan aplicada este año, y las fechas azules del verano asomadas a la ventana del calendario.
Tardes de junio para escuchar pájaros y el himno del agua caminando por el campo hasta perderse en las veredas de la memoria...

Nubes
Tumbarse sobre la hierba y quedarse ensimismado poniéndoles un nombre según van apareciendo, igual que hacíamos cuando éramos niños: ¡mira, un mapa, una isla, una cordillera, un montón de lana, un rebaño, una torre, una ola (aunque no habíamos visto ninguna, ni el mar), un gigante, el humo que suelta una locomotora, una lumbre que encienden los ángeles frioleros (era al atardecer), un monte que se está quemando (también al atardecer), la espuma que echa por la boca algún dragón de África, una casa que se derrumba, un enjambre o un hormiguero alborotados, un ejército que huye, la frente arrugada de Dios, las barbas de un sabio o de un profeta, el estampido de un cañonazo, un continente todo nevado, el vapor de un caldero de agua hirviendo, el serrín y las virutas de barrer los carpinteros el paraíso terrenal!

1 comentario:

  1. Después de leer los escritos la creatividad viaja a algún lugar conocido, y entre las ramas de los árboles se ve el humo de la locomotora que amenaza tormenta.

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