¿Vale?,
alargando las sílabas y poniéndose gallito (¡qué distinto del
clásico, en latín como saludo al principio de las cartas, 'que
estés bien de salud', y para despedirse, '¡que sigas bien!'), y en
castellano antiguo como equivalente de 'adiós' o 'salud, consérvate
sano'.
¡Venga!,
pronunciado así, con alarde de soltura y despreocupada simpatía,
para despedirse.
¡Y
punto pelota!:
conclusivo, rotundo, tajante, incuestionable, radical...
De
buen rollo,
o buen
rollito
(¡no las digas nunca!).
Y
estas otras, tan socorridas: dar
la brasa; ponerse las pilas; cambiar de chip; ser un crack, o un
friki, o un notas...
Y
aún parece que siguen circulando otras: jo
macho, jo tío
(¡el parentesco universal: todo el mundo es tío o tía!), flipar
(¡yo
es que flipo, nene!),
molar
(¡cómo
mola!)...,
herederas de aquellas otras no tan lejanas, como, por ejemplo,
cantidubi,
guay
(del
Paraguay),
demasié,
rayar
(no
me rayes, ¿eh?),
estar
al loro, írsele
a alguien la
olla
(¡se
me fue la olla, churri!),
mogollón...
Por
no hablar de ese diminutivo eufemístico (-ito/a) al que tantos
bienintencionados acuden con la pueril intención de limar cualquier
atisbo de ofensa o molestia, que todo lo desagradable hay que
edulcorarlo: una
faltita, un fallito, un puntito menos...
(o sea, que los señores maestros han de corregir los acentitos, y los
señores curas absolver los pecaditos).
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