Lo estrenamos casi ayer y ya se está yendo.
Febrerillo el loco, con sus días veintiocho y su buena ristra de refranes envuelta
en el tapabocas que abriga los últimos fríos y estorba en esos soles que traen
el anuncio de la primavera, pues Febrero, frío o templado, pásalo arropado, En
febrero un día malo y otro bueno y En
febrero busca la sombra el perro.
El secreto de las cosechas lleva guardado en las
alforjas, y es un secreto de lluvias y no de cielos claros, que Agua de febrero
llena el granero, pero Mal año espero si en febrero anda en mangas de camisa el
jornalero, y Si hace un buen febrero, malo será el año entero, pues Cuando no
llueve en febrero, no hay buen prado ni centeno.
La alianza del refranero y el calendario antiguo le
atribuyó incluso al santo del día 24, que era san Matías, el milagro
meteorológico de adelantar el equinoccio: Por san Matías se igualan las noches
y los días.
Febrero, que debe su nombre a las "februa"
romanas, unas fiestas de purificación que se celebraban en los últimos días del
último mes del año (el calendario romano empezaba en el mes de marzo), celebra
cada cuatro años su cumpledías, y no lo hace, como se explica en los libros,
para recuperar las seis horas anuales que se pierden en relación con el Sol (lo
que obliga a añadir un día más al calendario cada cuatro años: el año bisiesto),
sino para regalarse una jornada de asueto y proclamar su singularidad.
Y si se viste de abril como acostumbra es porque,
incómodo entre esos dos meses tan largos y de ceño adusto que tiene por
vecinos, quiere dejar atrás cuanto antes el invierno y llegar así engalanado y
con cara de buen tiempo al año de su cumpledías, que será el próximo 2020.
(La Razón, 25 de febrero de 2019)
Muy guapo como siempre Deivid.Siempre aprendo cosas nuevas de ti.Un besin desde León
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