Los años bisiestos no son sino un ajuste cronológico que se
instauró en la época de Julio César para recuperar las aproximadamente seis
horas no contabilizadas anualmente en relación con el Sol y que, sumadas cada
cuatro años, acumulan las 24 que forman un día.
El nombre proviene del latín bisextus, 'dos veces el sexto', y se aplicaba en la antigua Roma al
día que se agregaba entre el 23 y el 24 de febrero para corregir el mencionado
desfase. Ese día repetido era, según el cómputo latino, el sexto antes del mes
de marzo.
No obstante, dado que nuestro planeta tarda exactamente 365
días, 5 horas, 48 minutos y 56 segundos en dar una vuelta completa alrededor
del Sol, la modificación introducida por el calendario juliano no resultaba del
todo precisa, y el ajuste definitivo no se produjo hasta el calendario
gregoriano del siglo XVI, aún vigente.
La leyenda ha venido asociando
los años bisiestos con los malos augurios, y hasta hay un refrán, hoy ya en
desuso, que advierte: "Año bisiesto, año siniestro". Y la
superstición popular suele acudir a determinados hechos infaustos, como el
hundimiento del Titanic en 1912, el comienzo de la Guerra Civil en 1936, la
construcción del campamento de Auschwitz en 1940 y los asesinatos de Gandhi
(1948), Luther King (1968) y John Lenon (1980), que efectivamente ocurrieron en
años bisiestos, para corroborarlo. Pero ¿qué año no se ha librado de cargar con
alguna página negra que emborrona su calendario?
Otra cosa bien distinta es la
que atañe a quienes han nacido un 29 de febrero, que, en rigor, solo cada
cuatro años podrían conmemorar su natalicio, como fue el caso del músico
Giacomo Rossini y lo es del actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y
otro tanto les ocurre a los que en la misma fecha celebran su onomástica, la de
san Hilario, que solo es santo cada cuatro años.
(La Razón, 1 de marzo de 2020)
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