El primer poeta español de nombre conocido, Gonzalo de
Berceo, aparece en la introducción de su obra más famosa, Milagros de Nuestra Señora, como un peregrino que llega a un
hermoso prado lleno de flores en el que
manavan cada canto fuentes claras
corrientes,
en verano bien frías, en ivierno
calientes.
Pero dado que el sentido de la obra es alegórico y que
su intención es presentar de forma simbólica los conceptos religiosos, el
propio poeta aclara unos versos más adelante que las fuentes representan a los
evangelios:
Las
quatro fuentes claras que del prado manavan,
los
quatro evangelios, esso significavan.
En la poesía anónima tradicional, la fuente es el lugar
del amor, por lo que reviste habitualmente connotaciones eróticas, como se
aprecia en estas tres composiciones:
Enviárame mi madre
por
agua a la fuente fría:
vengo
del amor herida.
Fui por agua a tal sazón
que
corrió mi triste hado,
traigo
el cántaro quebrado
y
partido el corazón;
de
dolor y gran pasión
vengo toda espavorida,
y
vengo del amor herida.
Dejo el cántaro quebrado,
vengo
sin agua corrida;
mi
libertad es perdida
y
el corazón cativado.
¡Ay,
qué caro me ha costado
del
agua de la fuente fría,
pues
de amores vengo herida!
En la fuente del rosel,
lavan
la niña y el doncel.
En la fuente de agua clara,
con
sus manos lavan la cara
él
a ella y ella a él:
lavan
la niña y el doncel.
En
la fuente del rosel,
lavan
la niña y el doncel.
A mi puerta nace una fonte;
¿por
dó saliré que no me moje?
A mi puerta la garrida
nace
una fonte frida
donde
lavo la mi camisa
y
la de aquel que yo más quería.
¿Por
dó saliré que no me moje?
Otro tanto puede aplicarse al conocido Romance
de fonte frida, en el que la tórtola representa la fidelidad, el ruiseñor
encarna al enamorado galante y el 'ramo verde' y el 'prado que tenga flor' se
asocian con el amor carnal que aquella, "la tortolica viuda", rechaza:
Fonte frida, fonte frida,
fonte
frida y con amor,
do
todas las avecicas
van
tomar consolación,
si
no es la tortolica,
que
está viuda y con dolor.
Por
allí fuera a pasar
el
traidor del ruiseñor;
las
palabras que le dice
llenas
son de traición:
–Si tú
quisieses, señora,
yo sería tu servidor.
–Vete de ahí, enemigo,
malo, falso, engañador,
que ni poso en ramo
verde
ni en prado que tenga
flor;
que si el agua hallo
clara
turbia la bebía yo;
que no quiero haber
marido
porque hijos no haya,
no;
no quiero placer con
ellos,
ni menos consolación.
¡Déjame, triste enemigo,
malo, falso, ruin
traidor,
que no quiero ser tu
amiga
ni casar contigo, no!
En
la poesía del Renacimiento, la fuente es un elemento imprescindible del locus amoenus, y así ocurre en el huerto
que pinta fray Luis de León en su Canción
de la vida solitaria:
Del monte en la ladera,
por mi mano plantado
tengo un huerto,
que con la primavera,
de bella flor cubierto,
ya muestra en esperanza
el fruto cierto;
y, como codiciosa
por ver y acrecentar su
hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo
se apresura;
y, luego sosegada,
el paso entre los
árboles torciendo,
el suelo de pasada,
de verdura vistiendo
y con diversas flores va
esparciendo.
San
Juan de la Cruz, por su parte, recurre a la fuente como símbolo místico capaz
de sugerir la inefable experiencia de lo divino. Reproducimos las primeras
estrofas:
Que bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche.
Aquella eterna fonte está ascondida,
que bien sé yo do tiene
su manida,
aunque
es de noche.
Su origen no lo sé, pues no le tiene,
mas sé que todo origen
de ella viene,
aunque
es de noche.
Sé que no puede ser cosa tan bella
y que cielos y tierra
beben de ella,
aunque
es de noche.
Bien sé que suelo en ella no se halla,
y que ninguno puede
vadealla,
aunque
es de noche.
Su claridad nunca es escurecida,
y sé que toda luz de
ella es venida,
aunque
es de noche.
Leonor
de la Cueva y Silva, una poetisa del siglo XVII, habla así de las fuentes en su
Liras a la hermosura y variedad de flores
de la primavera:
...puras fuentes hermosas,
espejos claros de la
blanca Aurora;
vida, sí, de las rosas,
gloria del campo,
espíritu de Flora,
de la vista recreo,
satisfacción süave del
deseo.
Y
de Lope de Vega son estos versos, pertenecientes a la famosa composición en que
describe las "mañanicas del mes de mayo":
Ríense las fuentes
tirando perlas
a las florecillas
que están más cerca.
Y el autor de este blog dice de las fuentes: "que no hay ninguna fuente que no lleve sus aguas a morir en la corriente".
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