El mes de
abril se estrenó el pasado lunes con la triste noticia del fallecimiento de
Rafael Sánchez Ferlosio, sin lugar a dudas, junto con Josep Pla y Álvaro
Cunqueiro, uno de los grandes escritores españoles de nuestro tiempo.
El Jarama, su obra más conocida, con la que ganó
el premio Nadal en 1955, es una de las mejores novelas en lengua castellana de
la guerra civil para acá. Y no por el tema
de fondo o del mensaje en clave que en su día resaltó la crítica: el
aburrimiento, la rutina y el vacío de la juventud española de los años
cincuenta del pasado siglo, representada por un grupo de jóvenes madrileños que
acude a pasar un día de fiesta en las orillas del río Jarama. No, el mayor mérito y valor de la novela, lo que la
hace aún hoy atractiva, es la lengua de los diálogos, que ocupan el noventa por
ciento de las páginas y que recogen de forma modélica y veraz el habla
coloquial.
Lo cual nada tiene de extraño, pues lo que movió a
Ferlosio a escribir El Jarama fue,
según él mismo reconociera en La forja de
un plumífero (1997), el deseo de dar cauce narrativo a la ingente recopilación
de modismos y frases hechas llevada a cabo durante su servicio militar en
África, donde tuvo la oportunidad de convivir con soldados de origen campesino
que le deslumbraron con su riquísimo caudal de lengua popular. "Todo
estaba, así pues –escribe–, al servicio del habla, aunque algunos han
querido ver una 'novela social', incluso llena de dobles intenciones
antifranquistas, como no sé qué loco que en la palabra 'tableteo' usada para el
ruido del tren descubrió una metáfora ¡de las ametralladoras en la Batalla del
Jarama!"
A Ferlosio
le debemos también Industrias y andanzas
de Alfanhui, una maravilla de invención y de fantasía bien contada en un
castellano que es pura delicia.
(La Razón, 8 de abril de 2019)
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