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lunes, 22 de abril de 2019

Las campanas


A más de uno le habrá salvado la campana de una situación comprometida, y cualquiera puede echar (o lanzar) las campanas al vuelo para celebrar un triunfo, y es también posible oír campanas y no saber dónde si las noticias que se tienen son vagas e inciertas. Ocurre así con las del diccionario, pero cada vez son menos los que saben tocar las de las iglesias. Que es lo que hacía el campanero, otro de los oficios en vías de extinción, o el sacristán cuando faltaba aquel y se trataba de anunciar los oficios religiosos, a misa o al rosario por ejemplo, o de invitar al rezo de un avemaría, primero al amanecer (toque de alba) y luego al  mediodía (toque de ángelus).
Porque el lenguaje de las campanas se compone de diferentes toques, que feligreses y vecinos entienden sin dificultad cuando los oyen: a concejo (reunión abierta para tratar asuntos de interés general), a hacendera (trabajos a que debe acudir todo el vecindario, por ser de utilidad común, como arreglar los caminos), a quema (aviso de incendio, en una vivienda o en el monte)...
Las campanas doblan cuando tocan a muerto (toque de ánimas, o de difuntos, o clamor), repican cuando suenan o tañen repetidamente con cierto compás en señal de fiesta y voltean si, también por un motivo alegre, se les da la vuelta completa en el campanario.
Las campanas tocan a rebato para dar la señal de alarma ante un peligro grave, y a nube, nublo o tentenublo para detener, conjurar o aplacar las tormentas: "Tente nube, / tente tú, / que más puede / Dios que tú".
Las campanas, que en estos días de la Semana Santa estaban antes calladas en señal de luto y en su lugar retumbaban por las calles las carracas convocando a los oficios, y con qué alegría y aplicación las hacíamos sonar los rapaces de la escuela.

                                                           (La Razón, 15 de abril de 2019)

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