Seguidores

lunes, 8 de julio de 2019

Árboles de Barcelona


Si, como es sabido, fue la especie humana la que apareció en la vida de los árboles, y no al revés, los más de 300.000 que hoy adornan y oxigenan la ciudad de Barcelona deberían tener tanto o más derecho que nadie a vivir cómoda y tranquilamente en ella. Y también a respirar sano, y a ser tratados con el debido respeto, y a recibir los cuidados oportunos. Dos terceras partes de esa considerable arquitectura verde, o sea, 200.000, decoran y mitigan los rigores de calles y plazas, 30.000 sombrean los parques y el resto, en torno a 70.000, crecen en las zonas forestales.
Los hay de casi todas las especies: plátanos de sombra (como los 300 ejemplares, plantados hacia mediados del siglo XIX, que se alinean en la Rambla), encinas (por ejemplo, las 45 que arraigan en la mismísima plaza de Catalunya desde principios del pasado siglo), palmeras y acacias de diferentes clases, tilos, castaños, cipreses, magnolios, almeces, naranjos amargos, sauces llorones, arces, olmos, álamos, chopos, moreras, árboles del amor... También robles, algarrobos, fresnos y olivos (en el parque Cervantes), y hasta un tejo, en los jardines de la vieja Universidad.
Por no hablar de los pertenecientes a diversas especies exóticas: la casuarina o pino marítimo de Australia, el cedro del Himalaya (también el del Atlas y el del Líbano), el aligustre de Japón, el olmo de Siberia, el jabonero de la China, la séfora o árbol de las pagodas, la tipuana o palo rosa, el árbol de la seda o acacia de Constantinopla, el naranjo de Luisiana, el jacarandá y el palo borracho, originarios de Sudamérica...
Algunos de ellos, como el ginkgo de los jardines de la Universidad, plantado hacia 1900 y con más de 20 metros de altura, o el majestuoso ombú o bellasombra, de procedencia argentina, en la plaza de Francesc Macià, figuran entre los más emblemáticos de la ciudad.

                                            (La Razón, 1 de julio de 2019)

No hay comentarios:

Publicar un comentario