No resulta
infrecuente que un hecho heroico se defina como homérico, por recordar sin duda las grandes hazañas que Homero
canta en sus dos obras, la Ilíada y
la Odisea. Por cierto que uno de los
héroes de la primera de ellas pervive en la expresión talón de Aquiles, que designa, como es sabido, el punto vulnerable
o débil de alguien, como lo era esa parte del pie del célebre guerrero (por dónde le iba a agarrar su madre
si no cuando de niño lo sumergió en las aguas del río Estigia, que tenía la
propiedad de hacer invulnerables a los que se bañaban en él; al sujetarlo así,
el talón derecho no se mojó, y fue ahí donde Paris acertó a dispararle la flecha que le mató). El
título de la segunda, odisea, sigue
empleándose todavía hoy para referirse a un viaje lleno de aventuras y
dificultades. Otro tanto ocurre con caballo
de Troya, que el DRAE define como "persona o cosa que se introduce en
una colectividad o en un proceso con la intención oculta de causar algún
perjuicio", y el gentilicio troyano, que de un tiempo a esta
parte designa un virus informático capaz de alojarse en un ordenador para
captar información y transmitirla a usuarios ajenos; una y otro hacen
referencia al célebre caballo de madera con que los griegos o aqueos lograron
infiltrarse en la ciudad de Troya, razón por la cual el citado virus debería
llamarse 'griego' o 'aqueo'. Y Mentor, el
personaje que en la Odisea instruye a
Telémaco, el hijo de Ulises, se conserva en
mentor, equivalente a consejero o guía.
De
la época clásica provienen asimismo las palabras siguientes: anacreóntico, ca, que se aplica a un tipo de composición poética en que
se cantan los placeres del vino y del amor, algo que se le daba muy bien al poeta
griego Anacreonte; sáfico, el verso
de once sílabas que la poetisa griega Safo fue la primera en cultivar (a Safo
alude también lesbiano, na, por
haber sido la isla de Lesbos su lugar de nacimiento); filípica, censura o reprensión extensa y dura contra alguien, por
la obra Filípicas, que recoge los
discursos del orador griego Demóstenes contra Filipo, rey de Macedonia; mecenas, esto es, la persona o institución que protege y
favorece económicamente las actividades artísticas o literarias, en homenaje a
Mecenas, el consejero del emperador Augusto que ayudó y protegió a poetas como
Virgilio y Horacio; séneca, en
sentido figurado, hombre de mucha sabiduría, igual que el filósofo y escritor
latino Séneca, nacido en Córdoba.
Del Roman d'Alexandre, poema anónimo francés
del siglo XII, procede alejandrino, verso
de catorce sílabas y dividido en dos hemistiquios de siete.
De
una escena o imagen que causa espanto se dice que es dantesca, en recuerdo de las que pinta Dante cuando en el canto
primero de la Divina Comedia
desciende acompañado de Virgilio a los infiernos.
Celestina, el nombre de la protagonista que da título a la obra de
Fernando de Rojas, sirve desde entonces para designar a la alcahueta.
La
persona o animal que sirve de guía a alguien se llama lazarillo porque eso, guiar a un ciego, es lo que hace Lázaro
siendo todavía un niño en el primer capítulo del Lazarillo de Tormes.
Desde
el XVI para acá, a nadie le extraña motejar de pantagruélica una comida excesiva, a las que era tan aficionado
Pantagruel, personaje y título de una obra del escritor francés Rabelais.
Del
político y escritor italiano Maquiavelo deriva maquiavélico, ca, sinónimo de astuto y engañoso.
Se tilda de quijotesco el
temperamento más o menos idealista o soñador de una persona, en la mayoría de
los casos con un cierto retintín, el mismo con que suelen juzgar los lectores
los hechos y el comportamiento de don Quijote.
El
seductor por antonomasia, donjuán,
debe su nombre al personaje de varias obras de ficción, como El burlador de Sevilla, de Tirso de
Molina, o Don Juan Tenorio, de José
Zorrilla. También casanova,
"hombre famoso por sus aventuras amorosas" según el DRAE, proviene de
un nombre propio, en este caso el del aventurero, escritor y diplomático
italiano Giacomo Casanova.

Por
la misma razón, al hombre hipócrita y falso se le llama tartufo, el protagonista de una comedia de Molière, Tartufo o el impostor, y al que
manifiesta incredulidad o escepticismo cínico y burlón, volteriano, derivado del filósofo y escritor Voltaire.
El
adjetivo rocambolesco, ca, tomado de
Rocambole, personaje creado por P.-A. Ponson du Terrail, novelista francés del
siglo XIX, se emplea habitualmente para referirse a un suceso extraordinario,
exagerado o inverosímil.
Más
modernamente, si alguien pasa por una situación absurda o angustiosa puede muy
bien calificarla de kafkiana, por
asemejarse a la que vive Gregorio Samsa en La
metamorfosis.
De
igual forma, un comportamiento, una situación o cualquier otra circunstancia se
conceptúa muchas veces de surrealista,
en alusión al famoso movimiento artístico y literario de la década de 1920.
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