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lunes, 12 de diciembre de 2016

De procedencia literaria

No resulta infrecuente que un hecho heroico se defina como homérico, por recordar sin duda las grandes hazañas que Homero canta en sus dos obras, la Ilíada y la Odisea. Por cierto que uno de los héroes de la primera de ellas pervive en la expresión talón de Aquiles, que designa, como es sabido, el punto vulnerable o débil de alguien, como lo era esa parte del pie del célebre guerrero (por dónde le iba a agarrar su madre si no cuando de niño lo sumergió en las aguas del río Estigia, que tenía la propiedad de hacer invulnerables a los que se bañaban en él; al sujetarlo así, el talón derecho no se mojó, y fue ahí donde Paris acertó a dispararle la flecha que le mató). El título de la segunda, odisea, sigue empleándose todavía hoy para referirse a un viaje lleno de aventuras y dificultades. Otro tanto ocurre con caballo de Troya, que el DRAE define como "persona o cosa que se introduce en una colectividad o en un proceso con la intención oculta de causar algún perjuicio", y el gentilicio troyano, que de un tiempo a esta parte designa un virus informático capaz de alojarse en un ordenador para captar información y transmitirla a usuarios ajenos; una y otro hacen referencia al célebre caballo de madera con que los griegos o aqueos lograron infiltrarse en la ciudad de Troya, razón por la cual el citado virus debería llamarse 'griego' o 'aqueo'. Y Mentor, el personaje que en la Odisea instruye a Telémaco, el hijo de Ulises, se conserva en mentor, equivalente a consejero o guía.
De la época clásica provienen asimismo las palabras siguientes: anacreóntico, ca, que se aplica a un tipo de composición poética en que se cantan los placeres del vino y del amor, algo que se le daba muy bien al poeta griego Anacreonte; sáfico, el verso de once sílabas que la poetisa griega Safo fue la primera en cultivar (a Safo alude también lesbiano, na, por haber sido la isla de Lesbos su lugar de nacimiento); filípica, censura o reprensión extensa y dura contra alguien, por la obra Filípicas, que recoge los discursos del orador griego Demóstenes contra Filipo, rey de Macedonia; mecenas, esto es, la persona o institución que protege y favorece económicamente las actividades artísticas o literarias, en homenaje a Mecenas, el consejero del emperador Augusto que ayudó y protegió a poetas como Virgilio y Horacio; séneca, en sentido figurado, hombre de mucha sabiduría, igual que el filósofo y escritor latino Séneca, nacido en Córdoba.
Del Roman d'Alexandre, poema anónimo francés del siglo XII, procede alejandrino, verso de catorce sílabas y dividido en dos hemistiquios de siete.
De una escena o imagen que causa espanto se dice que es dantesca, en recuerdo de las que pinta Dante cuando en el canto primero de la Divina Comedia desciende acompañado de Virgilio a los infiernos.
Celestina, el nombre de la protagonista que da título a la obra de Fernando de Rojas, sirve desde entonces para designar a la alcahueta. 
La persona o animal que sirve de guía a alguien se llama lazarillo porque eso, guiar a un ciego, es lo que hace Lázaro siendo todavía un niño en el primer capítulo del Lazarillo de Tormes.
Desde el XVI para acá, a nadie le extraña motejar de pantagruélica una comida excesiva, a las que era tan aficionado Pantagruel, personaje y título de una obra del escritor francés Rabelais.
Del político y escritor italiano Maquiavelo deriva maquiavélico, ca, sinónimo de astuto y engañoso.
Se tilda de quijotesco el temperamento más o menos idealista o soñador de una persona, en la mayoría de los casos con un cierto retintín, el mismo con que suelen juzgar los lectores los hechos y el comportamiento de don Quijote.
El seductor por antonomasia, donjuán, debe su nombre al personaje de varias obras de ficción, como El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, o Don Juan Tenorio, de José Zorrilla. También casanova, "hombre famoso por sus aventuras amorosas" según el DRAE, proviene de un nombre propio, en este caso el del aventurero, escritor y diplomático italiano Giacomo Casanova.
Los quevedos, lentes de forma circular, sin patillas, con una armadura a propósito para que se sujeten en la nariz, reciben ese nombre porque Francisco de Quevedo lleva esta clase de anteojos en los retratos que se conservan de él.
Por la misma razón, al hombre hipócrita y falso se le llama tartufo, el protagonista de una comedia de Molière, Tartufo o el impostor, y al que manifiesta incredulidad o escepticismo cínico y burlón, volteriano, derivado del filósofo y escritor Voltaire.
El adjetivo rocambolesco, ca, tomado de Rocambole, personaje creado por P.-A. Ponson du Terrail, novelista francés del siglo XIX, se emplea habitualmente para referirse a un suceso extraordinario, exagerado o inverosímil.
Más modernamente, si alguien pasa por una situación absurda o angustiosa puede muy bien calificarla de kafkiana, por asemejarse a la que vive Gregorio Samsa en La metamorfosis.
De igual forma, un comportamiento, una situación o cualquier otra circunstancia se conceptúa muchas veces de surrealista, en alusión al famoso movimiento artístico y literario de la década de 1920.

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