De sonido agudo y punzante como su forma, que recuerda la
de una espina, y con esa bolita redonda encima que se hace puntiaguda por menos
de nada, como en ímpetu o bergantín.
A ratos incisiva, inquieta, irónica, y por eso inquiere,
investiga, insiste... También, si se insolenta, capaz de insultar y de injuriar
y de intrigar y de irritarse y propagar infamias.
Y tiene islas, istmos, icebergs.
Se ensancha en lo inmenso y lo infinito, se difumina en
lo irrisorio e insignificante, se encoge en lo íntimo e inefable.
Intransigente e indisciplinada cuando se empeña en decir
que no a todo: inútil, imposible, inaceptable... Y cómo le gusta entonces incomodar
a la r y oír cómo chirría:
irresponsable, irrespetuoso, irreverente, irrespirable...
Industriosa pero indolente, ilusa pero incrédula,
inmisericorde pero indulgente, ilustrada pero ignorante, ingeniosa pero inepta.
Cuando la intimida la intemperie se instala en una
iglesia o en un iglú, desaparece a veces por arte de birlibirloque, no se anda
con tiquismiquis, disfruta incordiando con el sirimiri...
Pero qué bien suena cuando es la última y se pone esa
mínima bandera encima suspendida en el aire como el colibrí, volando alto como
el neblí, ondeando al viento como una tela blanquísima de organdí o celebrando
el nuevo día con un solemne quiquiriquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario