La
de cosas que, cualquiera que vaya al diccionario, puede hacer, todas
significativas y, las más, provechosas también: arrimar el ascua a su sardina,
hacer de su capa un sayo, echar su cuarto a espadas, mantenerse en sus trece,
sacar a otro de sus casillas, andar como Pedro por su casa, llevar el agua a su
molino, campar por sus respetos, encontrar la horma de su zapato, caerse (y si
no, bajarse o apearse) del burro, enterarse de lo que vale un peine, ponerse
las botas, irse por los cerros de Úbeda, llevarse el gato al agua (y la palma),
tumbarse a la bartola, hacerse el sueco, meterse en un berenjenal o en camisa
de once varas, liarse la manta a la cabeza, rasgarse las vestiduras, agarrarse
a un clavo ardiendo, darse con un canto en los dientes, pillarse los dedos,
bajarse los pantalones, quejarse de vicio, dormirse en los laureles, aplicarse
el cuento...
También
le puede ocurrir que no esté el horno para bollos, que por andar de capa caída
no pueda capear el temporal, que llueva sobre mojado y esté él con el agua al
cuello o entre la espada y la pared, que se quede a dos velas o con un palmo de
narices, que se vea obligado a andar con pies de plomo o a hacer de tripas
corazón, que tenga la cabeza a pájaros y más cuento que Calleja y no la sartén
por el mango...
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