Sabido
es que la novela moderna insiste por lo general en alterar la genuina y
tradicional disposición del argumento, desdeñando las consabidas tres partes
que nos enseñaban en el instituto, y adaptando con más o menos riesgo y soltura
el comienzo in medias res, esto es,
en mitad del asunto, o en plena acción, como si dijéramos. Aun así, hay
escritores que cuidan la primera frase, el primer párrafo, en la consideración
de que un buen arranque de un libro, como el primer bocado de un guiso, ayuda a
continuar o, por el contrario, propende a desistir. Otros, en cambio, prefieren
la discreción y optan por la naturalidad y el sigilo: dan el primer paso como
si entraran de puntillas en una habitación. Los primeros, siguiendo con el
símil, lo harían en zapatos y dando un taconazo; los segundos, en zapatillas y
con cuidado de no molestar.
Las
dos cosas están bien, y de todo hay en la viña del señor libro, como en botica.
Y
como lo que hay es bueno y mucho, sigo, pues, con otra selección, la selección
B, la selección reserva, como se decía antes en el argot futbolístico (la
selección A, la titular, apareció en la entrada de este blog correspondiente al
8 de mayo de 2015), de los mejores comienzos de novela, los más sugerentes, llamativos, originales, sorprendentes -impactantes no, por favor.
1
Tú no sabes nada de mí si no has leído
un libro llamado Las aventuras de Tom
Sawyer, pero eso no tiene importancia. Ese libro lo hizo el señor Mark
Twain, y la mayor parte de lo que contó es verdad.
(M.
Twain, Las aventuras de Huckleberry Finn,
1884)
2 Esta es la historia más triste que he oído
nunca.
(Ford
Madox Ford, El buen soldado, 1915)
3 Alguien debió de haber calumniado a Josef K,
puesto que, sin haber hecho nada malo, fueron a arrestarlo una mañana.
(F.
Kafka, El proceso, 1925)
4
En un agujero en el suelo, vivía un
hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a
fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse
o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad.
(J.
R. R. Tolkien, El hobbit, 1937)
5
Yo, señor, no soy malo, aunque no me
faltarían motivos para serlo.
(Camilo
J. Cela, La familia de Pascual Duarte,
1942)
6
Si de verdad les interesa lo que voy a
contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo
de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas
estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso.
(J.
D. Salinger, El guardián entre el centeno,
1951)
7
Si estoy chalado, tanto mejor, pensó
Moses Herzog. Algunos lo creían majareta, y durante algún tiempo él mismo había
llegado a pensar que le faltaba un tornillo.
(S.
Bellow, Herzog, 1964)
8
Muchos años después, frente al pelotón
de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde
remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
(G.
García Márquez, Cien años de soledad,
1967)
9 Estás a punto de empezar a leer la nueva
novela de Italo Calvino, Si una noche de
invierno un viajero. Relájate. Recógete. Aleja de ti cualquier otra idea.
Deja que el mundo que te rodea se esfume en lo indistinto. La puerta es mejor
cerrarla; al otro lado siempre está la televisión encendida.
(I.
Calvino, Si una noche de invierno un
viajero, 1979)
10 Vine a Madrid para matar a un hombre a quien
no había visto nunca.
(A.
Muñoz Molina, Beltenebros, 1989)
11
Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la
única persona del mundo a quien jamás ocurrirán esas cosas, y entonces, una por
una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro.
(P.
Auster, Diario de invierno, 2012)
A
los que, naturalmente, habría que añadir –aunque fuera escrita hace más de
2.500 años, y prescindiendo de que sea o no una novela, que desde luego no lo
es, pero para el caso da igual- el celebérrimo arranque de la Odisea (y cito por la versión en prosa
de Lluís Segalà):
Háblame, Musa, de aquel
varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Troya,
anduvo peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y conoció las
costumbres de muchos hombres y padeció en su ánimo gran número de trabajos en
su navegación por el ponto, en cuanto procuraba salvar su vida y la vuelta de
sus compañeros a la patria.
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