No hace mucho, este mismo otoño, apareció en el periódico una de esas
noticias curiosas que despiertan enseguida la atención: Una australiana, capaz de recitar el libro de Harry Potter de memoria.
Así rezaba el titular. Y a continuación, desarrollada, la
noticia, que reproduzco:
Barcelona. (Redacción).- La historia de Rebecca Sharrock es poco habitual.
Diagnosticada de Memoria Autobiográfica Altamente Superior (HSAM), esta
australiana es una de las 80 personas que hay en el mundo capaz de registrar
muy precisos momentos del pasado y guardarlos en su memoria para siempre. El síndrome
que padece le permite, entre otras muchas cosas, recitar palabra por palabra los libros de Harry Potter.
El primer recuerdo de Rebecca la traslada al coche familiar, cuando su
madre la acomodaba en su sillita con tan solo doce días de vida. A partir de
ahí, todo ha ido quedando guardado en su mente de manera que recuerda desde lo
que comió o leyó un día concreto, hasta lo que le dijo a alguien en una fecha
determinada.
Esta particularidad que, a priori, parece inofensiva ha causado muchos
problemas a la joven Rebecca, quien no fue diagnosticada de HSAM hasta hace
cuatro años. Tal y como explica, su don le permite recordar todo lo que ha
vivido, tanto bueno como malo, y hay recuerdos que al volver a su mente le
causan un tremendo dolor.
Tampoco puede ver las noticias porque cada hecho se queda grabado en su
memoria para siempre, algo que le puede llegar a producir malestar. De hecho,
una de las formas en las que Rebecca se calmaba a sí misma era recitando las
páginas de Harry Potter, su personaje de cuentos favorito. De niña leyó la saga
del aprendiz de mago, con lo que por las noches, cuando no podía dormir,
repasaba en voz alta una a una las páginas de su libro preferido [..]
(La
Vanguardia, 12/10/2015)
Su
lectura me trajo inevitablemente a la memoria el celebérrimo relato de Borges Funes el memorioso, cuyo protagonista,
un muchacho de nombre Ireneo Funes, "no solo recordaba cada hoja de cada
árbol de cada monte, sino cada una de la veces que la había percibido o
imaginado". De resultas de lo cual "resolvió reducir cada una de sus
jornadas pretéritas a unos setenta mil recuerdos", un empeño que él mismo
consideraba imposible de llevar a cabo, pues "en la hora de la muerte no
habría acabado aún de clasificar todos los recuerdos de la niñez".
Borges
se vale del propio Funes para enumerar también en el relato algunos casos de
memoria prodigiosa registrados en la Historia
Natural de Plinio: "Ciro, rey de los persas, que sabía llamar por su
nombre a todos los soldados de sus ejércitos; Mitrídates Eupator, que
administraba la justicia en los 22 idiomas de su imperio; Simónides, inventor
de la mnemotecnia; Metrodoro, que profesaba el arte de repetir con fidelidad lo
escuchado una sola vez".
Sebastián
de Covarubias, en su Tesoro de la lengua
castellana, cuya consulta siempre depara alguna amena sorpresa, anota, en
la entrada correspondiente a memorioso,
que los egipcios, para señalar una persona memoriosa, pintaban en su escritura
jeroglífica una liebre o una zorra con grandes orejas, por ser estos dos
animales de finísimo oído y "señalada" memoria. Y menciona a renglón
seguido algunos personajes ilustres dotados asimismo del don de la memoria:
"Hortensio, orador antiguo, la tenía tan grande que, llamado a una
almoneda por un amigo suyo, Sisena, estuvo en ella todo el día y recitó al cabo
de memoria todas las cosas, los precios, y los que las compraron, por su orden
y nombres, y Séneca dice de sí en el prólogo del libro I de las Declaraciones, que solía decir dos mil
nombres, así como los habían dicho, y llegándose a la escuela donde oían casi
doscientos oyentes, tornaba a decir los versos de todos, comenzando desde el
postrero hasta el primero".
Señala
luego que "la memoria suele faltar por varios acontecimientos: uno se
olvidó de las letras siendo herido con una piedra en la cabeza; otro que cayó
de un sobrado o terrado, vino a desconocer a sus esclavos, a su madre y
parientes, y Messala Corvino, orador, se olvidó de su nombre".
Con el permiso de Séneca voy a subir al sobrado para ver si me viene la memoria.
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