El rincón de los pobres
Están
los tres acodados en la barra y tienen el gesto cansino y un mirar perezoso y
cabizbajo. Reconcentrados como parecen en su acendrada camaradería, vuelven sin
embargo la cabeza en cuanto se oye el ruido de la puerta y escrutan de refilón
y con desgana al que acaba de entrar. Aprovechan entonces para afianzarse en el
taburete, echar un vistazo a la calle y verificar complacidos el estado de
calma general en el local.
También
para beber otro trago, y lo hacen los tres directamente del botellín.
–No
contamos para nada.
–Querrás
decir que no cuentan con nosotros.
–Nos
llaman cuando les apetece para votar y hala, ya no vuelven a acordarse de que
existimos. Y mientras tanto, ellos haciendo lo que les da la gana...
–Eso
es. ¡Y aparentando que se preocupan! ¡Como si no supiéramos que lo hacen porque
ese es su papel, de lo que viven!
–Nada,
que no se nos tiene en cuenta.
A
una seña perentoria del último en hablar, el camarero les sirve otra ronda.
Desdeñan los tres el vaso que les ha puesto y blanden al unísono con soltura el
botellín.
–Si
no es con Trump es con Putin, y si no es con Putin es con el Brexit, o con lo
que sea, da igual, el caso es meter miedo...
–Y
tenerla entretenida...
–Sí,
también.
–Con
el fútbol, por ejemplo. O con la televisión, o con lo que se les antoje... ¡Venga a hacer ruido!
–La
cuestión es que no pensemos en otra cosa. El fútbol, la política, los líos de
los partidos, la televisión, los móviles y hasta el internet, todo con tal de
amodorrar al personal...
–¡Cortinas
de humo!
–Y
la gente, hale, siguiéndoles el rollo...
–Y
cayendo en la trampa como moscas.
–¡A
ver, si nos están aturullando todo el día!
–Y
encima nos creemos informados... Si solo nos cuentan lo que les interesa, si no
sabemos de la misa la mitad...
–Eso
lo vengo diciendo yo desde hace mucho tiempo. Que nos engañan, que las cosas
importantes no nos las dicen, que de lo que se cuece de verdad en el horno no
nos llega más que el olor...
–A
chamuscado casi siempre...
Entra
una cuadrilla y se vuelven los tres a la vez. Recompuesto el orden, y tras unos
momentos de silencio, reanudan la conversación, la voz y el tono un poco más apesadumbrados
y no tan ligeros en aportar cada cual su razonamiento o su opinión.
–¿Y
qué nos queda, a los pobres?
–Nada,
conformarnos solo.
–Y
apañárnoslas cada uno en su rincón. El rincón de los pobres como lo llamo yo.
–Pero
eso es lo que quieren...
–Ya,
ya...
–Que
les dejemos las manos libres...
–Sí,
y qué podemos hacer si no...
–No
sé, no sé, pero si todos hacemos eso, quedarnos en un rincón como tú dices...
–Es
que no nos queda otra.
Hoy, tu día contado, nos lleva a la barra del bar y allí, los protagonistas dan una clase de pedagogía en el rincón de los pobres, la cerveza se bebe directamente del botellín.
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