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viernes, 15 de abril de 2016

Efemérides literarias

Se conmemora este año el primer centenario de la muerte de Henry James (Nueva York, 15 de abril de 1843-Londres, 28 de febrero de 1916), sin lugar a dudas uno de los más grandes novelistas contemporáneos.
La extensa obra narrativa de James, que vivió gran parte de su vida en Europa -incluso acabó nacionalizándose británico-, sigue gozando todavía hoy del fervor de los lectores, y obras como Daisy Miller (1878), Los europeos (1878), Retrato de una dama (1881), Lo que Maisie sabía (1897), Las alas de la paloma (1902), Los embajadores (1903) o La copa dorada (1904) se reeditan con asiduidad.
También sus cuentos y novelas cortas, entre las que sobresalen Los papeles de Aspern (1888), La lección del maestro (1888) y Otra vuelta de tuerca (1898), de la que se habló en la entrada de este blog correspondiente al 6 de noviembre de 2015.
En Los papeles de Aspern, cuya lectura me atrevo a recomendar, un editor narra en primera persona sus afanes por hacerse con el legado inédito del poeta Jeffrey Aspern, por el que siente auténtica fascinación. Con ese propósito viaja hasta Venecia, donde, recluida en un decadente palacio y en compañía de una sobrina de mediana edad, vive la anciana señora Bordereau, que fuera en su día amante del poeta. Ocultando sus verdaderas intenciones, el editor, dispuesto a todo con tal de acceder a los codiciados papeles, logra que le alquilen una de las habitaciones del palacio, y a partir de entonces su empeño no será otro que el de ganarse la confianza de las dos mujeres y allanar así el camino para su secreta ambición.
La tensión narrativa perfectamente modulada, el misterio que envuelve a las dos inquilinas de la vieja mansión veneciana, la sutileza de la trama y, sobre todo, la introspección psicológica, punteada con mil matices, la complejidad humana, en fin, de los personajes hacen de la novela, que se lee además en una tarde ahora que son muy largas, una verdadera delicia lectora. Eso sin tener en cuenta el inesperado desenlace, en el que, víctimas de los deseos y contradicciones en que se consume su existencia, los tres protagonistas, cada uno a su modo, verán desvanecerse sus sueños.

Un 15 de abril también, del año 1938, moría en París (tal como él mismo había profetizado unos años antes en su famoso poema Piedra negra sobre una piedra blanca: "Me moriré en París con aguacero / un día del cual tengo ya el recuerdo...", así da comienzo) el poeta peruano César Vallejo, del que se hablará en otra ocasión. Baste hoy con reproducir las dos primeras estrofas del primer poema de su primer libro, Los heraldos negros, publicado en 1918:

            Los heraldos negros
Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé!

Son pocos, pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.


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