La u es la letra más humilde y servicial.
Por culpa de lo primero, no solo es la última de las
vocales, sino que le dio vergüenza siempre ser la primera letra de una palabra,
y por eso son tan pocas las que, encabezándolas ella, aparecen en el
diccionario. Tan pocas que caben en 8 páginas en la última edición del DRAE, una
cifra muy inferior a la de sus cuatro hermanas por el modo de ser articuladas,
sin que el aire expirado encuentre ningún obstáculo en la cavidad bucal: la a, apasionada y ambiciosa, acapara 179 páginas;
la e, que se enorgullece de ser excelente
y se las da de elegante y exquisita, se extiende por 115; la i, con esas ínfulas de ilustre e
incisiva, inspira 43; la o, oronda y
obsequiosa, ocupa 28.

La u es servicial como un ujier y por eso se puso al
frente de palabras como útil, uso, unir, urdir, uncir...
Por servicial marchó también a servir de ungüento y
unción a otra letras, aunque ni siquiera se la oye, porque no suena, solo como
apoyatura y adorno, y sin ella no tendríamos ni las cosas del querer, ni
quimeras, ni croquetas, ni quirófanos, ni bosques, ni obsequios, ni chaquetas,
ni nos quedaríamos quietos oyendo tocar una orquesta. Y gracias a ella hay higueras,
y guitarras, y águilas, y guepardos, y juguetes, y albergues, y guisantes (aunque
alguien la engañó y la utilizaron también para las guerras y la guillotina).
Y luego está el caso de los dos puntitos con que la
adornan y resaltan, que si aceptó fue para que hubiera cigüeñas y pingüinos,
paragüeros y desagües, piragüistas y lengüetas. Ahí se la ve descolocada, llena
de vergüenza, porque no le gusta destacar, y por menos de nada se quita los dos
redondeles de encima; y si no que se lo digan a los estudiantes, que en cuanto
se descuidan un poco se les escabulle de la hoja del cuaderno o de la pantalla
del ordenador y ahí los dejan expuestos a la ira ortográfica del que luego
corrige y tacha en sus escritos la *antiguedad o el *piraguismo o la *linguística
(u otras menudencias, como *averigue, *amortigue, *averguencen...).
Pero
por si fuera poco, por la u se va a
esa isla imaginaria dotada de un sistema político, social y legal tan perfecto
que el ser humano podría encontrar allí la felicidad: utopía se llama.
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