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miércoles, 20 de abril de 2016

Dos patrias

Mi patria son los libros, dijo alguien, y un servidor no tendría ningún inconveniente en suscribir tan bonita frase, lo mismo que aquella otra, atribuida al poeta Rilke, y que luego tanto se ha repetido, de que la única patria del hombre es la infancia.
Los libros y la infancia, o la infancia y los libros, pues es en esta, en la de la infancia, la primera podríamos decir, cuando se adquiere o adopta la segunda, la de los libros.
La infancia y los libros, qué mejores patrias a las que servir y qué más apacibles banderas a las que ofrecer juramento de fidelidad.
Los libros como devocionario y entretenimiento, como forma de entender el mundo y deambular por el mapa de las vidas, como cobijo recogido frente a las asechanzas de ahí afuera y caminos secretos que llevan al reino alto de los sueños.
El reino del que cualquiera puede llegar a ser noble y pacífico soberano, como lo es sin duda la lectora, plácida y feliz, de la fotografía.


Sentada sobre su humilde e inseguro trono de piedra, ni siente incomodidad por la postura algo forzada ni atiende a ningún otro requerimiento que no sea el de las manos posadas en el papel y el de los ojos explorando atentos cada renglón; arrullada por la música silenciosa de la lectura, apenas presta atención al murmurar del agua del arroyo; ensimismada en la historia que discurre por la página del libro, todo lo que la rodea está muy lejos.  
Reina las dos trenzas que le ciñen el cuello son su cetro de un mundo desconocido y recién estrenado en cada párrafo, nada le importa lo que pueda suceder en el otro, monótono de tan sabido, ajeno de tan previsible y falto de misterio.
¡Y por corona ese gorro o sombrero que tan bien le sienta con un bolsillo de cremallera para guardar ahí dentro los resúmenes de los libros leídos–, y cuya misión principal no es defender de las inclemencias el reino más secreto, sino cuidar de que no pierda la memoria el hilo del argumento y no se dispersen las palabras que, escapadas momentáneamente de las hojas del libro, revolotean por las ventanas de la imaginación como las mariposas por la orilla del arroyo cuando llegue por fin la primavera!

2 comentarios:

  1. Veo en la fotografía la infancia del río, su nacimiento, es riachuelo, y cuando el agua remanse, y a la sombra de unos alisos se pondrá a leer lo andado.

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