La abubilla que luce altiva y bien peinada
cresta, el búho que tanto sabe y
piensa, el cuervo que a todas horas
se queja.
El estornino que las palabras silabea y el
faisán que de cola presume y se
pavonea.
El gorrión que nos sigue hasta la puerta,
el halcón que en el cielo reina, el ibis de lejanas tierras y el jilguero que en la jaula gorjea.
La lavandera que los ríos recuenta, el mirlo que con el caminante conversa.
El negrón de casta marinera y el ñandú que corre pero no vuela.
La oropéndola que con tesoros sueña, el petirrojo que se mira y se embelesa, el
quebrantahuesos que el horizonte otea
y el ruiseñor que a Dios por las
mañanas despierta.
El somormujo que en las aguas bucea, la tórtola que de amores se lamenta, el urogallo que en los hayedos lleva vida
secreta y el verderón que entona
siempre una canción nueva.
El zorzal que antes de cantar se afina las
cuerdas.
Y no
hay aves, o escasean, que empiecen por las demás letras: d, k, w, x, y griega.
Queda
así incompleto el avecedario del que pajarea, el que aprenderían los pájaros si
fueran a la escuela.
(De Cien lecciones de cosas)
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