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jueves, 20 de octubre de 2016

Interjecciones, la expresión de la afectividad

Las interjecciones, esas palabras y expresiones tan curiosas con las que el hablante expresa lo que siente: alegría, sorpresa, temor, extrañeza, incredulidad, pena, desagrado, ánimo, negación, etc. Marcadas siempre por los signos de exclamación, concentran una gran carga afectiva y condensan nuestra respuesta más espontánea ante lo que nos viene de fuera, la reacción inmediata y a menudo involuntaria con la que hacemos frente a las distintas situaciones del diario vivir. ¡Y cuántas de ellas medio olvidadas ya o arrumbadas en la memoria de los hablantes de más edad o durmiendo el sueño tranquilo de los libros y el más desvelado de los diccionarios! Valga como muestra este breve apresurado inventario: ¡caramba!, ¡cáspita!, ¡recórcholis!, ¡arrea!, ¡atiza!, ¡ca!, ¡quia!, ¡canastos!, ¡caray!, ¡mecachis!, ¡rediez!, ¡rediezla!, ¡recontra!, ¡ajá!, ¡tate!, ¡chitón!, ¡sus!, ¡sopla!, ¡concho!, ¡cataplum!, ¡qué porras!, ¡y un jamón!...
Y, en un rincón, aquellas con las que en determinadas circunstancias nos acordamos de los de allá arriba o de los de allá abajo y de forma más o menos inconsciente los invocamos:
¿Pero, Dios mío, qué es esto?
¡Santo Dios!
¡Dios santo, qué desastre!
¡Rediós, este trasto no funciona!
¡Ay, Señor, qué vamos a hacer ahora!
¡Dios me libre de semejante sujeto!
¡Por Dios y todos los santos, no diga usted eso!
¡Por amor de Dios!
¡Vaya sea por Dios, otra vez lo mismo!
¡A la paz de Dios!
¡Vaya usted con Dios!
¡Quédate con Dios!
¡Por los clavos de Cristo!
¡Jesús, Jesús!
¡Jesús, María y José, la que nos espera!
¡Virgen santa, pero si es ella!
¡Ave María Purísima, que alguien nos ampare!
¡Madre mía del amor hermoso!
¡Por las llaves de san Pedro!
¡Santa Rita me valga!
¡Bendita sea!
¡Cielos!
¡Pero qué demonios!
¡Diablos! ¡Demontre! ¡Diantre!
¡Por los cuernos de Satanás!


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