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lunes, 3 de octubre de 2016

Los días contados

Ayer cuando andaba por el monte me vino la idea (el aire del monte está siempre lleno de ideas) de que a lo mejor convendría bautizar ya a este blog, que el pasado día de san Miguel cumplió un año y medio. Y de entre todos los nombres que desde entonces han ido llamando a la puerta, se me ha ocurrido que no estaría del todo mal ponerle el que da título a esta entrada. De modo que a partir de hoy se llamará El blog de los días contados.
Contados porque los días (azules, grises o negros) en que uno escribe en él es para eso justamente, para contar algo, lo que sea... Se cuentan cosas, algunas acaso sin que vengan a cuento; se cuentan cuentos, incluso cuentos chinos, y el cuento de la lechera, y el cuento de nunca acabar (los hay que viven del cuento, abundan los que le echan a todo mucho cuento y se sabe de algunos que tienen más cuento que Calleja); se cuentan mentiras, que pueden ser de tres clases: gordas (¡mentira y gorda!, protestábamos de niños), oficiosas y piadosas; se cuenta la verdad, que o bien escasea o bien es difícil de encontrar (y ahí está la gramática, que es sabia y vieja y tiene mucha experiencia, para corroborarlo: la frase se suele decir siempre así, con el verbo y el sujeto en singular, al contrario de lo que sucede con la mentira); se cuentan secretos; se cuentan chistes (y chismes); se cuentan ovejas antes de dormir; se cuentan estrellas para entretenerse y soñar un poco; se cuentan los años; se cuentan los días y las horas cuando se espera con ilusión alguna cosa...
También los días contados porque son pocos y se pueden contar como quien dice con los dedos de la mano, y porque tienen, como todo lo que existe, un límite, una linde, un término, una frontera, un confín...

1 comentario:

  1. El blog de los días contados desde su inicio sabía andar, y sus lectores le agradecemos que nos haya enseñado a caminar; vaya mi "cuelga leonesa" para el escritor en el aniversario de la criatura.

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