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jueves, 26 de enero de 2017

Nombres de animales

En el campo se bautizaba solo a algunos animales, y el encargado de ponerles el nombre de pila solía ser por regla general el cabeza de familia, que consultaba o no según lo tuviera a bien, y el nombre era algunas veces caprichoso aunque se solía seguir la tradición de espigar entre los que ya se habían puesto antes, igual que se solía hacer con las personas, aunque no siempre, porque con frecuencia se recurría al santoral del calendario que colgaba en la pared de la cocina y lo mismo daba que el nombre sonase o no sonase, era el santo o la santa del día y se acabó, y ahí están los Facundo, Benigno, Eutiquio, Sinesio, Pascasio, Roque, Agapito, Rufo, Honorato, Saturnino, Desiderio... y las Prudencia, Domitila, Teodora, Bonifacia, Petronila, Anastasia, Modesta, Dominica, Tecla, Casimira...
Decía que en el campo solo pasaban por la pila del bautismo algunos animales, y eran aquellos a los que, por la labor que desempeñaban, había que dirigirse individualmente en alguna ocasión, para darles una orden, o conminarlos a hacer algo, o instigarlos, apremiarlos, azuzarlos: al buey o la vaca (y qué bonitos y sonoros los de estas últimas: Garbosa, Galana, Gallarda, Bizarra, Pinta, Linda, Majita...) para que tiraran del carro o dieran la vuelta en llegando al final del surco con el arado, al perro para que recogiera el rebaño o escudriñase en la espesura, particularmente a los mastines que habían de hacer frente a los lobos(y de ahí que se recurriese a nombres que ya por sí mismos imponían respeto: León, Tigre, Sansón, Pilatos, Nerón...). Pero no se les imponía identidad propia a los gatos, salvo que hubiera en la casa algún niño y este se encaprichara con apodarle, para su uso particular casi siempre; ni al gallo, de porte mayestático y con ínfulas de emperador en su corral, y como tal merecedor de sonoro sobrenombre; ni a las afanosas gallinas de tanta utilidad para el suministro familiar; ni a los caballos (solo algunos ilustres han presumido de título, como Bucéfalo, Babieca o Rocinante, y en nuestro tiempo los de carreras, pasatiempo de ricos); ni a los burros, pese a la noble tradición literaria de Platero y algún otro (tal vez, en el caso de asnos y caballos, porque se les guía y corrige con la rienda y se les acucia y estimula con la espuela); ni a las ovejas y corderos, por culpa a lo mejor de su proverbial mansedumbre; ni al temible carnero, con lo fácil que hubiera sido, dada su particular idiosincrasia; ni a las cabras, que tantos motivos daban, por su comportamiento, para colgarles un sambenito...

1 comentario:

  1. Tu comentario hace rebrotar la memoria sobre unos animales, que eran casi como de la familia, por el tiempo que se pasaba con ellos, y allí estaba la Judía, nombre que se asociaba a una mujer librera.

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