Acaso no
los mejores, pero sí los que a uno le parecen más significativos, inspirados y
bellos, por lo que dicen o por el modo como lo dicen, los de más alta o callada
melodía, los que acuden con una cierta asiduidad a la conversación, los que han
perdurado, los que se han quedado escritos para siempre en la memoria...
El orden
de aparición es estrictamente cronológico, con el año de nacimiento del autor
como único criterio de referencia.
1 En la
tercera estrofa de la Coplas de Jorge
Manrique (1440?-1479) aparece la primera gran metáfora de la lírica castellana,
convertida en proverbial imagen del fugit
irreparabile tempus:
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir...
2 Juan Boscán (1490?-1542?) contrapone en el
último terceto de sus soneto XCV la feliz mentira de los sueños a la amarga
verdad de la vida:
Durmiendo, en fin, fui
bienaventurado,
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue
desdichado.
3 En el
último verso del famoso soneto X (¡Oh dulces prendas por mi mal halladas...) de
Garcilaso de la Vega (1501?-1536), el poeta expresa su temor de que esas
prendas -tal vez un pañuelo, un bucle, una cinta..., recuerdos de la amada
inalcanzable y definitivamente ausente - no deseen otra cosa sino...:
verme morir entre memorias tristes.
Pocos
versos -ninguno, para un servidor: siempre fue mi preferido- tan bellos como
este.
Del mismo
Garcilaso, la conocida aliteración onomatopéyica (repetición de la s para imitar el sonido natural de las
abejas al volar) con que termina la estrofa 10 de la Égloga III:
...en el silencio solo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba.
4
Gutierre de Cetina (1510?-1554?) comienza su delicado madrigal quejándose de
las desdeñosas miradas de la amada:
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis
airados?
5 De la Vida retirada o Canción de la vida solitaria -tópico del beatus ille-, de fray Luis de León (1527-1591), los versos del
comienzo:
la del que huye el mundanal ruïdo
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han
sido...
Y unas
estrofas más adelante, redundando en el elogio de la vida austera y pobre:
A mí una pobrecilla
mesa, de amable paz bien abastada
me baste...
También
de fray Luis, los dos primeros versos de su oda A Francisco de Salinas:
El aire se serena
y viste de hermosura y luz no
usada...
6 Baltasar del Alcázar (1530-1606), después de
ponderar en un soneto la belleza del cuerpo de la amada, concluye en los dos
últimos versos:
Si lo que vemos público es tan
bello,
¡contemplad, amadores, lo secreto!
7
Francisco de Aldana (1537-1578)formula en los dos primeros versos de este
soneto el tópico de la vanidad del mundo (vanitas
vanitatum):
En fin, en fin, tras tanto andar
muriendo,
tras tanto varïar vida y fortuna...
8 En la
decimoquinta estrofa del Cántico
espiritual, de san Juan de la Cruz (1542-1591) –que comienza así: "¿Adónde te escondiste, Amado, / y me
dejaste con gemido? / Como el ciervo huiste / habiéndome herido; / salí tras ti
clamando y eras ido"–, estos
dos versos, perfecto ejemplo de oxímoron el primero de ellos:
la música callada,
la soledad sonora...
9 En su
famoso soneto "Mientras por competir con tu cabello...", Luis de
Góngora (1561-1627) desarrolla el tópico del carpe diem, pero advirtiendo, de acuerdo con la sensibilidad
pesimista del barroco, que la vida es efímera y que la belleza y la juventud,
simbolizadas en las imágenes del oro, el lirio, el clavel y el cristal luciente
con que ha descrito el cabello, la frente, los labios y el cuello de la mujer, se
convertirán con la llegada de la muerte...
en tierra, en humo, en polvo, en
sombra, en nada.
Así, de
forma tan sombría concluye la vida, y con esta amarga gradación descendente -pero
tan rítmica, como el sonido fúnebre de un tambor, por la distribución del
acento en la primera sílaba de los cinco elementos- lo hace también el soneto.
En la
descripción de la oscura cueva, lecho tenebroso de la noche más negra, en que
mora el mítico cíclope Polifemo (Fábula
de Polifemo y Galatea), Góngora menciona las aves nocturnas que tienen allí
su albergue (repárese en que los acentos rítmicos del primer verso recaen en la
misma sílaba tur):
...infame turba de nocturnas aves,
gimiendo tristes y volando graves.

Pero
elijo sin ningún género de duda los cuatro primeros versos de este romancillo
incluido en La Dorotea, en el que la
barquilla es símbolo de una vida triste y solitaria que se acaba:
Pobre barquilla mía,
entre peñascos rota,
sin velas desvelada,
y entre las olas sola.
11 En la Epístola moral a Fabio, de Luis
Fernández de Andrada (1575-1648), hay un verso que bien podría servir como
provechoso lema vital:
Iguala con la vida el pensamiento...
12 Del
archiconocido soneto de Francisco de Quevedo (1580-1645) que lleva el
significativo título de Represéntase la
brevedad de lo que se vive y cuán nada parece lo que se vivió, los versos
del primer terceto, síntesis definitiva del tempus
fugit, con esa originalísima sustantivación de las formas verbales en el
último verso:
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un
punto:
soy un fue, y un será, y un es
cansado.
Del mismo
autor, los dos primeros versos, llenos de fina gracia, del soneto Amante agradecido a las lisonjas mentirosas
de un sueño:
¡Ay, Floralba! Soñé que te...
¿Dirélo?
Sí, pues que sueño fue: que te
gozaba.
Y,
también de don Francisco de Quevedo, los dos primeros tercetos de la también
conocidísima Epístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de
los castellanos, escrita a don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, en su
valimiento (epístola que, según algunos, el propio Quevedo dejó en un banquete
bajo la servilleta del todopoderoso conde –luego
conde-duque–, valido del rey Felipe
IV):
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu
valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se
dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se
siente?
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