El 27 de noviembre del año 8 a. C. moría en Roma
Quinto Horacio Flaco, uno de los grandes poetas latinos de la época de
Augusto, junto con Virgilio y Ovidio. Hijo
de un esclavo liberto, había nacido en Venusa, hoy Venosa, en la región de
Basilicata, el año 65 a. C. Se educó en Roma y Atenas, y, ya poeta conocido,
ingresó en el círculo de Mecenas, quien le regaló una finca en la Sabina.
Pese
a lo escaso de su obra -debido en parte a la meticulosidad con que corregía una
y otra vez sus versos-, es uno de los autores de mayor influjo en los siglos
posteriores, especialmente en el Renacimiento.
Su
primera colección de poesías lleva el título de Épodos, amables sátiras
de vicios y costumbres la mayor parte. La más conocida es sin duda la que
empieza con las palabras Beatus ille... ('Dichoso aquel...'), en la que hace
un delicado elogio del campo y la vida retirada, acorde con su concepto de la
felicidad basado en la aurea mediocritas
('dorada medianía'). Fray Luis de León la tradujo al castellano en el siglo XVI
("Dichoso
el que de pleitos alejado...") y se inspiró también en ella para componer
su célebre Oda a la vida retirada:
¡Qué descansada vida
la del que huye el
mundanal rüido,
y sigue la escondida
senda por donde han
ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!
El
segundo libro, Sátiras, ofrece una mezcla de poemas de la más variada
índole: el relato de una anécdota graciosa, la narración de un viaje, la
crítica moral o literaria...
Sus
cuatro libros de Odas, en los que intentó trasladar a la poesía latina
los temas y formas de la poesía griega, son también de variado asunto: moral,
amoroso, patriótico (como el famoso Carmen saeculare, Cántico de los
siglos)... En una de estas odas, la dirigida a Leucónoe, una amiga suya,
aparece, en el penúltimo verso, la famosa expresión carpe diem ('disfruta
del día de hoy', 'aprovecha el instante'), origen de uno de los tópicos más
conocidos de la literatura universal, tratado luego por Ausonio (collige, virgo, rosas...: "coge,
doncella, las rosas..."), Ronsard (cueillez
dès aujourd'hui les roses de la vie: "coge hoy mismo las rosas que te
ofrece la vida") y Garcilaso en uno de sus sonetos, el XXIII:
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo
airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
A Horacio le empezamos a conocer y traducir de
adolescentes (con la ayuda inestimable del calepino más de una vez, y eso que
estaba prohibidísimo) en aquellos seminarios de los años sesenta del siglo pasado
de cuyo horario un servidor aún puede acordarse, y que era como sigue:
levantarse y aseo personal; rezo de las primeras oraciones, media hora de
meditación y otra media de misa en la capilla; desayuno en el refectorio (en
silencio, con el runrún de la lectura de un libro piadoso o formativo por la
rudimentaria megafonía, un par de altavoces colgados de la pared); cinco
minutos para dejar en orden el dormitorio o la habitación y ponerse el
guardapolvo, obligatorio de color gris; hora y media de estudio; tres horas de
clase; visita del mediodía al santísimo y preces correspondientes; comida, en
silencio como el desayuno -todos los desplazamientos entre las diferentes estancias se hacían en silencio y en doble
fila bajo la atenta vigilancia del prefecto de semana-, y con la consiguiente
lectura como ambientación sonora; una hora y media de recreo, con cuatro
opciones para pasar el tiempo: jugar al fútbol en la explanada de tierra (diez
o doce partidos simultáneos en el mismo campo y con las mismas porterías), echar
una partida al frontón, pasear por las inmediaciones del pinar que rodeaba el
edificio por la parte de atrás o quedarse dentro mirando por los ventanales del
claustro; otra hora de estudio y dos clases a continuación; merienda (un
mollete y una manzana de la huerta colindante del señor obispo); media hora de
recreo; dos horas de estudio como preparación de las clases del día siguiente; rosario
en la capilla; cena; visita a la capilla para proceder al examen de conciencia
y al rezo de las últimas plegarias; descanso.
Pongo la mirada sobre la pantalla en la que escribes sobre efemérides literarias y otras remembranzas y vuelvo la cabeza para renacer de aquellas prácticas casi olvidadas.
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