En
la época a la que se refería la entrada anterior, no faltaba nunca en los
bolsillos del pantalón infantil algún tesoro de los que nos apropiábamos en
casa o recogíamos por la calle: un trozo de cuerda, el envoltorio de una
chocolatina, el cordón deshilachado de un zapato, una caja de cerillas (con un
grillo o unas mariposas dentro), el tapón de una botella, una rueda de mechero,
un librillo de papel de fumar, una cáscara de nuez (para echar en el río), un
botón, una canica, un carrete ya sin hilo, una peonza, un atadijo de cromos,
unas avellanas, una navajina...
A
los que habría que añadir los que traíamos del campo: una pluma de pájaro, una
chifla de salguera, un guijarro liso y reluciente, alguna corteza de roble a
medio tallar, una figura de estalactita (pero la cueva era honda y oscura y
para entrar había que arrastrarse reptando por el suelo y ay si la lámpara de
carburo se apagaba a medio)...

Además de los que, por razones obvias, encontraban allí, en los bolsillos, solo un acomodo efímero y provisional: las cerezas que requisábamos en las huertas ajenas (con especial gusto en la del señor cura y en la del señor maestro), los arándanos que íbamos a buscar a las colladas más altas y que tanto codiciaba el oso, el cornezuelo que acopiábamos en las tierras de centeno, una especie de clavillo triangular de color oscuro que salía en algunas espigas y que, decían, se utilizaba para hacer medicamentos, por eso nos lo pagaban a peso los afiladores gallegos que iban de pueblo en bicicleta o andando por el monte con un cajón de madera al hombro, un cajón que, cuando lo abrían, resultaba ser una especie de mueble en miniatura que se desplegaba en dos partes, y en cada parte, superpuestos, había dos o tres pequeños compartimentos que mostraban ante nuestros ojos asombrados los pequeños tesoros de aquella mercancía variopinta y multicolor: hilos de todas clases, botones, alfileres, bobinas, carretes, agujas de coser y de hacer punto, hiladillos, lazos, puntillas, entredoses, hilvanes, trencillas y galones, cordones, canillas para la máquina de coser, dedales, cremalleras, acericos, jabones de olor, hojas de afeitar, mechas y mecheros, tijeras, navajas y cuchillos, candados, llaveros, peines y peinetas, horquillas, abalorios, pendientes, broches, cadenas, corchetes, imperdibles, fíbulas y hebillas, ajorcas y colgantes, anillos y anillas, leznas, puntas y clavos, lapiceros, gomas de borrar, jaboncillos para marcar las telas, barajas, estampas, rosarios...
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