Callejeando
un poco a la buena de Dios, y sin salir del barrio, me llaman la atención los
rótulos de algunos establecimientos: La
tomiza (tienda de delicatessen:
no cuadra mucho la cuerda o soguilla de esparto con tales productos selectos); Como en casa de Fermín (restaurante:
¿es verbo o término comparativo la primera palabra?); Santa gula (casa de comidas: ¡santa, y eso que aprendimos en el
catecismo que es el quinto de los siete pecados capitales!); Me lo estoy pensando (tienda de
decoración); Pels pèls (peluquería;
en castellano, 'Por los pelos'); Cave
canem (tienda de productos para perros; la inscripción aparecía en la
puerta de las casas romanas como aviso: ¡Cuidado con el perro!); Madre Mía del Amor Hermoso (tienda de
ropa de señoras)...
Y,
del mismo callejear, esta fotografía de una especie de rejilla en la que
conviven en paz y armonía las cosechas de la naturaleza y los desechos del consumo.
También
fruto del callejeo holgazán, estos versos:
A una lectora
desconocida
¡Quién
tuviera ojos tan negros
para
ver nevar por ellos!
A la criatura la llegó la inspiración después de haber visto tu blog.
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