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lunes, 15 de febrero de 2016

Los copos de nieve

Kepler, el famoso astrónomo y matemático alemán, conocido sobre todo por sus leyes sobre el movimiento de los planetas, estudió también los copos de nieve, cuya forma y belleza le subyugaban de modo singular. Y así, en 1611, escribió: "Tiene que haber alguna causa concreta por la que, siempre que empieza a nevar, las primeras formaciones de nieve presentan invariablemente la forma de una estrellita de seis puntas". Intrigado por el hecho, observó que la misma estructura se repetía en algunos seres del mundo natural, como las celdillas de las abejas en los panales y las pepitas de las granadas. Pero, no hallando más ejemplos coincidentes, hubo de renunciar a explicar científicamente la causa de la arquitectura de los copos.
Hoy se sabe que los copos son "anillos hexagonales de moléculas de agua" y que esa forma hexagonal básica "se desarrolla de varias maneras conforme el cristal de hielo crece", dependiendo de la temperatura y la humedad del aire. "En el aire muy húmedo, brotan brazos de las seis puntas de los copos de nieve. Estos brazos se convierten entonces en nuevas placas hexagonales o, si el aire es suficientemente cálido, les salen todavía más apéndices y multiplican los brazos de la estrella que está creciendo. [...] A medida que nieva, el viento empuja los copos a través de las ligeras e innumerables variaciones de temperatura y humedad del aire". Por este motivo, "no hay dos copos de nieve que sigan la misma trayectoria".
De manera que Kepler no anduvo descaminado en lo fundamental al tratar de solucionar el enigma de la belleza y la simetría de los copos de nieve, y "sus intuiciones respecto a la disposición de las pepitas de granada y las celdillas de las abejas iban en la buena dirección".
He tomado estas informaciones, y las frases entrecomilladas, de En un metro de bosque, un libro en el que su autor, David George Haskell, biólogo norteamericano, cuenta todo lo que ve, observa y escucha en tan reducido perímetro a lo largo de un año (de ahí el subtítulo: Un año observando la naturaleza). En un paseo sin rumbo por el bosque, escoge una piedra que le brinda fácil asiento, delimita un breve espacio a su alrededor y allí acude cada día durante un año entero con el propósito de anotar todos los menudos acontecimientos que se vayan desarrollando ante sus ojos con el paso de las estaciones: las idas y venidas de insectos y animales, el canto de los pájaros, la caída de las hojas...
(No sería mala idea, pensó uno nada más abrir el libro, hacer otro tanto y buscar una piedra aparente en el monte, trazar el correspondiente perímetro alrededor, ir todos los días a hacerle una visita y tomar nota puntual de todo lo que se observe, y de paso ver de hacer amistad con todos los seres, ya sean caminantes, reptiles o voladores, que compartan o atraviesen el pequeño territorio por vía terrestre o aérea: hormigas, grillos, arañas, pájaros, lagartijas, ratones, y quién sabe si también algún ciervo despistado que venga a ramonear por allí cerca...).



1 comentario:

  1. El pintor Antonio López durante cinco veranos (75-80), pintó La Gran Vía, la primera luz de la mañana (30 ó 40 minutos) fué la piedra sobre la que se apoyaba para captar la luminosidad de la calle.

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