El
Duero, que trae las aguas del Esla, que trae las aguas del Cea, entra al llegar
a Oporto en el mar "que es el morir", según atestiguó Jorge Manrique.
Una
porción de estas aguas ha llegado hasta aquí desde el nacimiento del Esla, el
antiguo Astura, en Valdosín, muy cerca del puerto de Tarna, en la vertiente
leonesa de la cordillera Cantábrica, y otra algo más pequeña lo ha hecho desde
la fuente del río Cea, a los pies del pico de Piedralagua, también en la
vertiente sur de los montes cantábricos.
Y
otras han llegado desde las mismas fuentes del Duero en los picos de Urbión, y
desde los manantiales del Pisuerga, del Adaja, del Tormes...
¿Tendrán
memoria los ríos? ¿Habrán grabado en el espejo de sus aguas los valles, pueblos
y ciudades por los que pasan? ¿Se acordarán de los puentes bajo los que
momentáneamente discurren, de los que se asoman a ellos para mirarlos, de los
que se lavan las manos o refrescan los labios en su caudal?
Porque
si fuera así, a lo mejor el Duero guarda aún memoria del pobre Lázaro que nació
bajo un puente del río Tormes a su paso por Salamanca, y de ahí le vino el
sobrenombre; y del poeta Antonio Machado paseando con Leonor por sus orillas de
álamos dorados en el camino de San Polo a San Saturio, allí donde "traza
su curva de ballesta en torno a Soria"; y de los versos que le dedicara
otro poeta, Gerardo Diego, que caminó también por sus riberas:
Río
Duero, río Duero,
nadie a
acompañarte baja,
nadie se
detiene a oír
tu
eterna estrofa de agua.
Indiferente
o cobarde,
la
ciudad vuelve la espalda.
No
quiere ver en tu espejo
su
muralla desdentada.
Tú,
viejo Duero, sonríes
entre
tus barbas de plata,
moliendo
con tus romances
las
cosechas mal logradas.
Y entre
los santos de piedra
y los
álamos de magia
pasas
llevando en tus ondas
palabras
de amor, palabras.
Quién
pudiera como tú,
a la vez
quieto y en marcha,
cantar
siempre el mismo verso,
pero con
distinta agua.
Río
Duero, río Duero,
nadie a
estar contigo baja,
ya nadie
quiere atender
tu
eterna estrofa olvidada,
sino los
enamorados
que
preguntan por sus almas
y
siembran en tus espumas
palabras
de amor, palabras.
Tomate un momento para mirar si flota hacia el mar, alguna sombra de un arbol que la dejo caer alla por el rio Porma.
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