Puede,
cualquiera que entre en el diccionario, nadar entre dos aguas (también nadar y
guardar la ropa), mear fuera del tiesto, echar pestes, poner pies en polvorosa,
pedir peras al olmo, cambiar de chaqueta, poner el carro delante de las mulas o
de los bueyes, coger el toro por los cuernos, bajarse los pantalones, tirar la
toalla, cortar el bacalao, romper el hielo, tirar piedras contra el propio
tejado, atar los perros con longaniza, ir por lana y volver trasquilado, tener
siete vidas como los gatos...
Y
le puede asimismo ocurrir que sin saberlo ni sentirlo esté en Babia, o en las
Batuecas, o que ande de la Ceca a la Meca; que se vaya
por los cerros de Úbeda y le salga el sol por Antequera; que tome las de
Villadiego y esté entre Pinto y Valdemoro, que ancha es Castilla; que ponga una pica en Flandes; que se quede a la luna de Valencia
o como el gallo de Morón, aunque tenga un tío en las Indias (o en América); que revuelva Roma con Santiago para que al final le
digan que naranjas de la China o que más se perdió en Cuba...
Cosas
todas, como se ha podido comprobar, significativas, y las más, provechosas
también.
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