Días
de gloria del primer otoño, amarillos como un fulgor añejo.
Las
tardes que recogen un tesoro envuelto en luz antes de despedirse.
Sonidos
extinguidos del verano: sus ecos van y vienen por el aire.
Las
nubes desfilando en escuadrones por un cielo que es de paso y es azul.
El
sol que se pasea como un padre que repartiera su benevolencia.
Legiones
de hojas desorientadas se ofrecen en limosna a los caminos.
Medio
exhausta, la naturaleza se dispone a volver a casa pronto y vivir sosegada un
largo tiempo.
Estampas
de un clima civilizado, obsequio impagable de la lluvia, pregonan el carril de
la costumbre.
Y
el gusto por ponerse otra vez ropa y salir a la calle con paraguas, sentarse
tranquilamente en un banco de la plaza y tratar de leer sin ira las últimas
noticias del periódico.
Camille Pissarro, pintor impresionista(1830-1903), representó una parte de tu comentario en el cuadro:"Mañana de otoño en Eragny", en el cuadro no se vé llover,no hay paraguas ni bancos, y las iras no sabemos si existían.
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