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lunes, 26 de septiembre de 2016

Vocablos de no muy buena reputación

Basta con atenerse a las formadas por un verbo seguido de una o varias palabras para reunir, por ejemplo, un curioso repertorio de calificativos en el que, bajo una inofensiva apariencia de mera descripción más o menos ocurrente, asoma la punta afilada del escarnio o la desconsideración: cantamañanas, pintamonas, lameculos, soplagaitas, meapilas, tiralevitas, cascarrabias, tragaldabas, vendehúmos, perdonavidas, correveidile, mandamás, metomentodo...
Lo mismo sucede en determinados nombres de oficios que se van quedando en el diccionario, remisos los hablantes a recurrir a ellos por el tufillo denigratorio que desprenden: picapleitos (abogados), matasanos (médicos), chupatintas (oficinistas), sacamuelas (en origen, los antecesores de los dentistas), destripaterrones (gañanes o jornaleros de la tierra)..., y los más genéricos, como pelagatos o ganapanes.
Aunque sin ánimo ofensivo, están constituidos de la misma forma, con un verbo más un complemento directo, no pocos nombres de animales: quebrantahuesos, saltamontes, correcaminos, andarríos, aguzanieves, chotacabras, correlimos, picapinos...
Hay también alguno muy curioso de plantas formado del mismo modo, como tapaculo (el escaramujo, en el pueblo 'garamito', o sea, el fruto del rosal silvestre), arrancamoños (el cadillo), matalobos (el acónito), abrepuños, atrapamoscas, matacandiles, quitameriendas... 

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