Basta
con atenerse a las formadas por un verbo seguido de una o varias palabras para
reunir, por ejemplo, un curioso repertorio de calificativos en el que, bajo una
inofensiva apariencia de mera descripción más o menos ocurrente, asoma la punta
afilada del escarnio o la desconsideración: cantamañanas, pintamonas,
lameculos, soplagaitas, meapilas, tiralevitas, cascarrabias, tragaldabas,
vendehúmos, perdonavidas, correveidile, mandamás, metomentodo...
Lo
mismo sucede en determinados nombres de oficios que se van quedando en el
diccionario, remisos los hablantes a recurrir a ellos por el tufillo
denigratorio que desprenden: picapleitos (abogados), matasanos (médicos),
chupatintas (oficinistas), sacamuelas (en origen, los antecesores de los
dentistas), destripaterrones (gañanes o jornaleros de la tierra)..., y los más
genéricos, como pelagatos o ganapanes.
Aunque
sin ánimo ofensivo, están constituidos de la misma forma, con un verbo más un
complemento directo, no pocos nombres de animales: quebrantahuesos,
saltamontes, correcaminos, andarríos, aguzanieves, chotacabras, correlimos,
picapinos...
Hay
también alguno muy curioso de plantas formado del mismo modo, como tapaculo (el
escaramujo, en el pueblo 'garamito', o sea, el fruto del rosal silvestre),
arrancamoños (el cadillo), matalobos (el acónito), abrepuños, atrapamoscas,
matacandiles, quitameriendas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario