Si
el plan de cada día es irse por ahí de tapeo en peregrinación a beber cerveza y
no parar hasta que todo el mundo haya pagado una ronda por lo menos más las que
se añadan de propina, y si para celebrar cualquier cosa hay que organizar una
comilona con exhibición de camaradería y vino a cántaros y sobremesas de
canciones, y si para amenizar el reencuentro con las amistades es necesario en
los prolegómenos derrochar simpatía por todos los poros, repartir abrazos a
diestra y siniestra rematados con manotazos en la espalda y competir con los
presentes a ver quién es más saludador y bromista y ocurrente y campechano.
Si
no puede uno callejear a la buena de Dios por ciudades o poblados sin cruzarse
de continuo con tíos y tías coritos o a medio vestir, oír voces destempladas a
cualquier hora y escuchar conversaciones privadas a todo volumen, bien sea con
interlocutor a la vista o sin él (léase vía móviles u otros artilugios).
Si
no hay ayuntamiento o pueblo grande –con o sin
rotondas y semáforos– que al programar sus fiestas no
tenga otro interés que atraer al desprevenido turista forastero, a cuyo efecto
se montan espectáculos de honda tradición y raigambre que además de solemnizar
el glorioso pasado y reivindicar los rasgos distintivos de la comarca dan
lustre a la alcaldía de turno y esplendor a la hostelería local.
Si la
categoría y el interés de los viajes se miden por la distancia y la velocidad a
que se efectúa el recorrido, si la única razón para visitar un lugar es hacerse
una fotografía, si lo que se fotografía no es lo que uno ve sino lo que ya ha
visto previamente antes en los folletos o en las webs, si los destinos se
eligen porque son famosos y salen en la televisión, si para que un paraje o
enclave o monumento sea atractivo es requisito imprescindible que acudan a él
multitudes.
Si
el que grita, alardea, ostenta, presume, se precia, empuja, ignora, mira por
encima del hombro, etc., pasa por delante del que calla y es discreto y educado
y paciente y respetuoso y no levanta la voz y guarda la cola...
Leo con interés el comentario de hoy, y como estoy en ese tramo de los 64 me lo puedo aplicar sin remordimiento alguno. No estaría mal colocar esta epístola a la entrada de hospitales, consultas médicas y demás aspirantes a curadores de salud.
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