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miércoles, 29 de abril de 2015

Aficionado a los libros

Se ha pasado uno media vida como quien dice entre papeles y leyendo, y ese hábito –que a lo mejor en este caso sí hace un poco al monje- le ha ayudado lo suyo para hacerla más entretenida y llevadera.
Sí, he leído muchos libros, miles, dicho sea con toda modestia, y les estoy a todos ellos muy agradecido por los buenísimos ratos que me han hecho pasar, y por lo que me han enseñado, y por la amistad que desinteresadamente me han brindado, siempre atentos y esperándome con las páginas abiertas ahí en los armarios y las estanterías.
Y ahora que ya voy haciéndome mayor tengo que darme prisa a leer todos los que aún me quedan por probar –y disfrutar, que viene a ser lo mismo, y una cosa lleva a la otra-, antes de que se me acabe el tiempo y sufra en mis horas de lector, las más quietas y animadas a la vez, aquello que decía el clásico de “ars longa, vita brevis”.
Eso sin tener en cuenta los que tengo ya pensados para releer, que son muchos, y algunos llevan años haciendo cola y empiezan a dar muestras de impaciencia, como por ejemplo estos tres, que han dado el paso decisivo de bajar del retiro de los anaqueles y venir al bullicio de la mesa: Ficciones, de Borges, Libro de la vida, de Santa Teresa, y Otra vuelta de tuerca, de H. James
En Borges –será esta la tercera o cuarta vez que leo este libro, y lo mismo me ha pasado con otros suyos- siempre se descubre algo nuevo, un párrafo que nos detiene, una frase que nos asombra, un adjetivo que nos parece definitivo (“la lluvia minuciosa”, “la dócil cerradura”, “la noche unánime”, “brusca sangre”…). Y la sensación de que, leyéndolo, estamos casi cumpliendo un deber, y que después de él qué vamos a encontrar que se le iguale, y que, habiendo él escrito lo que ha escrito y como lo ha escrito, para qué va uno a molestarse en intentar escribir algo.
El de la santa de Ávila –quizá algo haya tenido que ver también que se celebre este año el quinto centenario de su nacimiento-, porque pocos han escrito como ella, con esa sencillez y esa espontaneidad, tan difíciles las dos de alcanzar (y que no excluye a veces la torpeza, pero incluso esta se hace simpática), con esa frescura y esa “gracia y buena compostura de las palabras”, según dijo de ella el maestro fray Luis de León. Suerte para la literatura y los lectores que esta “fémina inquieta, andariega, desobediente y contumaz”, como la describió el entonces nuncio papal en España, hiciera caso omiso de los consejos y advertencias de san Pablo (“Las mujeres cállense en las iglesias, pues a ellas no les toca hablar, sino mostrarse sujetas”, I Corintios, XIV, 34) y, sobreponiéndose a las dificultades, se empeñara en escribir, “casi hurtando el tiempo, y con pena, porque me estorbo de hilar, por estar en casa pobre, y con hartas ocupaciones” (Libro de la vida, X, 7).
Otra vuelta de tuerca, por un doble motivo: el primero, porque me dejó un gratísimo recuerdo la primera vez que la leí, allá por la mocedad; el segundo, porque no hace mucho, con los amigos que comparto tertulia literaria, convinimos en acometer otra obra suya, La lección del maestro, y el dictamen fue unánime: que el libro –una nouvelle- hacía honor al título y el maestro Henry James impartía en él, como acostumbra, otra lección de buen narrar (el celebrado punto de vista, el juego de la ambigüedad que le caracteriza, la fina ironía), de sutileza en la introspección psicológica, de habilidad para la creación de una atmósfera de misterio y de eso que los entendidos llaman economía de medios. Borges lo dijo mucho mejor y con menos palabras también: “Sus libros, sus muchos libros, han sido escritos para la morosa delectación del análisis”.
Y a la cabeza del pelotón de los que aguardan para el turno del releer –ocupación esta aún más amena si cabe que la del mismo verbo sin el prefijo-, Roth, el tan apreciado Josep Roth, y tras él otros dos centroeuropeos... Cuando lleguen a la mesa hablaré de ellos.


Moraleja: No dejes para mañana lo que puedas leer hoy.

1 comentario:

  1. Borges ya no está y no podrá escribir más, tu estás y debes escribir.

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