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martes, 7 de abril de 2015

Dimes y diretes



En la otra cara de la página, detrás de los tópicos, la originalidad y la frescura de lo que brota nuevo y distinto, que suele ser en el semillero de la inventiva anónima y el decir popular.
De ahí salieron dichos, imágenes y metáforas que ni se acartonan ni se gastan ni envejecen: la cresta de la ola, limar asperezas, el cielo de la boca, alma de cántaro, el otro barrio, andarse por las ramas, mala sombra, loco de atar, dejado de la mano de Dios, no ser trigo limpio, en un abrir y cerrar de ojos, entrar por el aro (y entrado en años), barrer para casa, ver las estrellas (cuando se siente un gran dolor), de armas tomar (cuando uno se las tiene que ver con alguien decidido y tan enérgico que ha de estar presto a defenderse echando mano de las armas si hiciera falta)…
También de ese venero han manado algunas palabras, como estas dos, que se cuentan entre las más curiosas del diccionario, por el modo como se han formado y por lo que han venido a significar, que es en buena parte coincidente: correveidile y metomentodo.
La primera es la más rica y compleja del diccionario, pues es el resultado de unir los cinco términos de una frase: corre, ve y dile (di-le). De ahí que se nombre con ella a la persona aficionada a llevar de acá para allá todo género de chismes, murmuraciones y habladurías.
La segunda sería el resultado de hilar en una sola el lamento pesaroso que alguien podría haberse aplicado a sí mismo al tomar conciencia de lo poco que le aprovechaba el ser un fisgón indiscreto y meterse donde no le habían llamado.   
A las que cabría añadir este par: tentempié (prueba un bocado, un refrigerio, un piscolabis para tenerte en pie, parece estar diciendo) y hazmerreír (con lo saludable que es, y lo mal visto que está el que eso nos procura sin pedir nada a cambio).
Y un manojo de vocablos con que las buenas gentes que no podían tener la sartén por el mango en asuntos de mayor enjundia se tomaban la justicia (gramatical) por su mano: chupatintas (el escribano de antes, luego oficinista y ahora funcionario), picapleitos (por otro nombre leguleyo), matasanos (medicucho)…, amén de un largo etcétera de sacacuartos, mandamases, cantamañanas, sacamuelas, meapilas, lameculos (o tiralevitas) y otros sabelotodos y zascandiles.

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